Carmelo y el Limonero – Capítulo 8: El álbum oculto

La propuesta de revivir el rincón de flores del huerto permaneció suspendida, como una promesa no dicha. Movida por la inquietud, comenzó a explorar la casa, segura de que entre las cosas antiguas encontraría algún vestigio de las plantas que su abuela había amado. Subió al desván, un espacio envuelto en penumbra, donde la luz apenas traspasaba las rendijas y el polvo reposaba sobre cada objeto, como un velo de olvido.

Revisó el baúl una vez más, esta vez con una determinación renovada. Apartó el álbum que ya había explorado y otros papeles intrascendentes: cuadernos de cuentas, recortes de recetas amarillentas. Pero al fondo, escondido bajo una tela descolorida, descubrió otro álbum. Este era distinto, más compacto, con una tapa de cuero envejecido que parecía guardar algo importante. Su sencillez la intrigó.

Se acomodó junto a la ventana, buscando la claridad que le permitiera explorar aquel hallazgo. Abrió el álbum con cautela, sintiendo el crujido de las páginas al moverse. Al principio, las fotografías le resultaron familiares: su abuela trabajando en el huerto, su madre de niña corriendo por el patio. Pero pronto las imágenes empezaron a mostrar algo diferente.

Se detuvo en una fotografía que le hizo contener el aliento: su abuelo, más joven, sosteniendo a Carmelo en sus brazos. No era el imponente gallo que ella recordaba, pero tampoco el polluelo de las primeras historias. En la expresión del abuelo había algo que la conmovió profundamente: una mezcla de orgullo y una vulnerabilidad que nunca antes había percibido en él.

Con el álbum en las manos, bajó a la cocina, donde encontró al abuelo cortando pan con movimientos pausados.

—¿De dónde salió esto? —le preguntó, mostrando el álbum con curiosidad.

El abuelo levantó la vista, y durante un instante su expresión se tensó. Pero al identificar lo que ella sostenía, dejó escapar un suspiro y apoyó el cuchillo sobre la mesa.

—Lo guardé hace mucho. No quería que estas fotos anduvieran por ahí. Pensé que ya no le importaban a nadie.

—¿A nadie? —replicó ella, señalando la imagen del abuelo con Carmelo—. Esto importa. Todo esto importa.

Con manos ligeramente temblorosas, el abuelo tomó el álbum y se sentó a la mesa. Pasó las páginas con una lentitud reverente, como si cada fotografía cargara años de memorias y emociones.

Leyó en voz alta los nombres escritos con la caligrafía de su abuela: azucenas, dalias, margaritas, pensamientos, geranios. La lista era breve, pero para ella contenía el peso de una herencia valiosa, un legado escondido entre las páginas.

Esa noche, antes de apagar la luz, colocó el álbum en su mesita de noche, tratándolo con el cuidado de quien guarda un tesoro recién hallado.

 

En el siguiente capítulo, la nieta y el abuelo comenzarán a restaurar juntos el rincón de flores. El huerto cobrará vida, reflejando la transformación interna que ambos están experimentando.

 

Nicanor García Ordiz presenta su nuevo libro “Carmelo y el limonero”, que llegará por entregas a los lectores de Bembibre Digital

Prólogo y Capítulo 1: El regreso

Capítulo 2: Carmelo

Caítulo 3: El huerto

Capítulo 4: Fotografías del pasado

Capítulo 5: La tormenta

Capítulo 6: La enfermedad de Carmelo

Capítulo 7: Recuerdos compartidos

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