La educación de Yupi y un preámbulo

Tomás Vega Moralejo

Tras escribir “La derecha o la vida”, mis artículos se infectaron de coronavirus y, como febriles, amalgamaron distintos temas.

Sea por eso, mea culpa, o por alguna lectura superficial o con prejuicios, lo cierto es que parece que no se me entendió; por eso en este artículo quiero hacer un preámbulo (RAE: Rodeo o digresión antes de entrar en materia o de empezar a decir claramente algo) antes de meterme con la educación según los mundos de Yupi, que es algo que haré brevemente porque no estoy muy puesto en ello (pero hace tiempo que me apetece tocar).

En “El reinovirus”, quería pedir que no nos dejemos engañar por el sentirnos especiales territorialmente y nos dejemos de independentismos a cualquier nivel, pues los problemas importantes no los va a solucionar el que León sea Comunidad Autónoma.

En “Viva el Santi manque pierda”, hablaba de quien se agarra a un partido político y lo sigue incluso aunque sea arrastrado a ir contra sí mismo.

En “Reflexiones de un autónomo en pandemia”, trasnochaba la víspera de la declaración del Estado de Alarma con unas cuantas cosas en la cabeza, preguntándome por ejemplo si la naturaleza habría pasado al ataque abierto contra el cáncer planetario que suponemos la humanidad; y pedía perdón por mis frivolidades, en los dos anteriores artículos, sobre el coronavirus.

En “La broma de la pandemia”, advertía que esto del coronavirus va a ser una broma comparado con lo que nos espera cuando el cambio climático pase del prólogo en que está al desarrollo.

Y en “Los españolazos”, me quejaba de la presunta españolidad de ciertos partidos de derechas que ya en su momento no fueron capaces de abstenerse para no necesitar de nacionalistas en el gobierno, y ahora pretenden hacernos creer que de haber gobernado ellos (tendentes además a la privatización sanitaria) habrían sido videntes y nos hubieran protegido mejor. Una cosa es quejarse y hacer oposición, y otra hacer destrucción. Finalmente, pasaba a un puñado de divagaciones.

Y aunque mi intención sea abrir distintas cuestiones, tratando de fomentar el pensamiento crítico y analítico de quien me lee, está claro que es fallido eso de mezclar temas en un mismo artículo, ya que a la vista está que despista: en los comentarios en redes básicamente he recibido palos, y puede ser también porque simplemente no guste lo que escribo, pero es que veo que hay quien no se ha enterado de nada. Ejemplo:

Hablo de contaminación por ganadería y me sueltan que sirve como abono. :-0 ¡Joer! ¿En serio? ¿Este es el nivel? Solo el ganado bovino se cuenta por cientos de millones de cabezas en el mundo, y cada una caga decenas de kilos al día… ¿Y hay quien se piensa que con eso se abona? O sea, que solo de bovino se podría cubrir Diariamente la superficie de España de mierda ¿Y no se ve el problema?

Les sugiero mi anterior artículo a éste: “Documentaleando durante el confinamiento”. Es una buena ocasión para culturizarse.

Otra cosa: no me las doy de escritor, escribo porque me gusta hacerlo, ya he explicado eso. Escritor podría considerarme, que no dármelas, si viviera de ello (me gusta la idea, pero no es el caso).

Y una última, que además tras este artículo es probable que me coja vacaciones como “escritor” porque de vez en cuando conviene interiorizarse: estaba a favor del cierre de minas, sí, porque empeñarse en el carbón cuando hace décadas que se sabe que no conducía más que a la nada en la que estamos, ha sido un error. Eso no quiere decir que no sea consciente y agradecido de lo que la minería y los mineros han supuesto en nuestra tierra.

Y bueno, que yo venía a hablar de la propuesta de educación de moda: los mundos de Yupi. Hagan borrón y cuenta nueva de lo anteriormente dicho a lo que sigue, por favor. No mezclemos.

Dícese que alguien vive en los mundos de Yupi cuando vive alejado de la realidad, y ya adelanté que no estoy muy puesto en el tema pero a mí que me lo practiquen.

No digo que me lo expliquen porque eso ya está: a los niños no se les pueden dar voces, mucho menos dar ni un azote, y tampoco castigar”. Esa es la teoría: firmeza, pero desde la amabilidad. Suena genial, pero en la práctica te proponen que a un niño, que a menudo se comporta como un ser irracional, hay que explicarle todo desde el chupi piruli.

Me preocupan estas cosas, y procuro informarme. Me preocupa el equilibrio en la educación. Hasta qué punto dejarle a los niños su maravillosa inocencia, o quitársela un poco para que estén prevenidos como protección ante pederastas y demás residuos humanos. Me preocupa incluso, ya que además tengo dos hijAs, si realmente es importante el lenguaje inclusivo en medio de la exageración (o no) con éste.

Al final, estoy seguro de que, salvo casos extremos (que no por ello escasos), cada cual lo hacemos lo mejor que podemos tratando de movernos en el término medio entre la dureza y la permisividad. Tratando de ser, efectivamente, firmes pero afectuosos.

Pero me llama la atención, siempre que leo sobre el tema este del positivismo, que ponen ejemplos que parecen sacados del guión de una película, donde todo encaja. A mí en la realidad no me pasan, y eso que tengo una bebé y una hija de cuatro años que, en general, no me puedo quejar.

Además es que no se acaba la cosa ahí, porque los niños pueden convertir en un desquiciante reto cada proceso del día: si aún no agotaron tu paciencia para vestirlos, hay que estar preparado para, si se les cruza el cable, no perderla cuando toca cepillarles los dientes, o lavarles las manos; o para perder una hora en que coman bien, o merienden una puñetera fruta; o dejen de brincar en la cama cuando toca dormir y uno está ya que dan ganas de dejarse morir.

Pero vamos, que de esto que se le mete en la cabeza que no se quiere dejar vestir, por decir algo, antes de ir al colegio por la mañana, y eso un día y otro; y según el apuro pruebo a explicarle por las buenas que si no pasa frío, pruebo a reforzarla positivamente, a rogarle, a ofrecerle algún premio…. y cuando ya vamos a llegar un cuarto de hora tarde por supuesto no es cuestión de recurrir a la violencia, porque eso no tiene justificación, pero vamos ¿No voy a darle ni una voz o darle un cachete en el culo? ¡Vamos, hombre!

Te dicen, incluso, estos gurús, que ni hablar de dejarle “tablet” u otras pantallas a los niños para que se distraigan cuando uno necesita un respiro… ¿Y qué hago? ¿Sacrifico al niño? ¿Le pido a dios que me lleve ya?

Se me ha ocurrido este tema, ahora precisamente, porque últimamente me compadezco de lo que puede estar pasando quien tenga el período de confinamiento con varios niños en un piso.

A los de los mundos de Yupi quería verlos yo en la práctica.

Me pregunto si quienes hablan con convicción de ese método es que no tienen hijos, o que han tenido la ¿Suerte? de tener hijos hipertranquilos.

O me pregunto si, otra vez, soy yo el que está totalmente equivocado.

PD: No debería hacer falta decirlo, pero como veo que cualquier cosa que digo se puede usar en mi contra: pues que quede claro que adoro a mis hijas y que hay ratos chungos, pero que los buenos son lo mejor de la vida.

Tomás Vega Moralejo

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