Salvar la Sierra de Gistredo: ¿Desarrollo sostenible o sacrificio innecesario?

Dr. Alfonso Fernández-Manso. Catedrático de Ingeniería Agroforestal de la Universidad de León.

En las últimas semanas, la Sierra de Gistredo y el Alto Sil se han convertido en el epicentro de un encendido debate. Los alcaldes de Bembibre, Noceda e Igüeña han mostrado su apoyo al proyecto eólico de Repsol, argumentando que generará ingresos económicos para las juntas vecinales y creará empleo en la comarca. Sin embargo, muchos científicos y parte de la población local alertan sobre el impacto devastador que estos proyectos tendrán sobre el hábitat de dos especies en peligro de extinción: el urogallo cantábrico y el oso pardo. Puedo destacar que existen importantes evidencias científicas refrendadas por estudios como el titulado “Evaluación del impacto de la instalación de plantas eólicas sobre el hábitat de osos y urogallos en la Sierra de Gistredo (León)” (Fernández López et al. 2024). Ante este escenario, surge una pregunta clave: ¿debemos sacrificar la biodiversidad por ingresos económicos a corto plazo? La respuesta no solo está en la ética, sino también en la ciencia.

La Sierra de Gistredo es mucho más que un paisaje bonito. Este territorio se ha consolidado como un refugio clave para la supervivencia de dos especies icónicas: el urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus) y el oso pardo (Ursus arctos). Ambas especies están catalogadas como en peligro de extinción en el Catálogo Español de Especies Amenazadas. Esto significa que su presencia no es solo un valor ecológico, sino también un símbolo de la biodiversidad de la región.

¿Qué tiene de especial esta Sierra? La respuesta la encontramos de nuevo en los estudios científicos. Los análisis de modelos de hábitat demuestran que la Sierra de Gistredo es uno de los pocos lugares en España con condiciones óptimas para estas dos especies. Los osos y los urogallos no eligen cualquier sitio para vivir: necesitan tranquilidad, espacios continuos sin interrupciones humanas y acceso a recursos. La Sierra de Gistredo cumple con todos estos requisitos. De hecho, la instalación de parques eólicos en esta zona no solo fragmentará el hábitat, sino que también alterará la dinámica de estos animales. Los caminos de acceso, las líneas de evacuación eléctrica y el ruido de los aerogeneradores son perturbaciones suficientes para ahuyentar al urogallo de sus áreas de cría y alimentación, reduciendo así sus posibilidades de reproducción.

Los promotores del proyecto eólico argumentan que los aerogeneradores no se instalarán en áreas consideradas “sensibles” según la zonificación ambiental del Ministerio de Transición Ecológica (MITECO). Sin embargo, este argumento es una trampa técnica, ya que, si bien las torres no estarán directamente en las áreas sensibles, la infraestructura asociada (caminos de acceso, cables de evacuación, obras de construcción) sí invade estas zonas clave.

El informe de impacto elaborado por expertos científicos en biodiversidad es contundente: los parques eólicos de Repsol se ubican dentro de una zona de alta y muy alta idoneidad para el urogallo y el oso pardo. Los estudios de campo han identificado registros de presencia de estas especies en la región, lo que confirma que estos animales ya utilizan activamente el territorio. Además, los modelos predictivos, basados en algoritmos avanzados (como el Maxent), muestran que las áreas afectadas por los parques eólicos son fundamentales para la recuperación de ambas especies, especialmente para el urogallo cantábrico, una especie que ha perdido más del 60% de su población en la Cordillera Cantábrica en las últimas décadas.

La fragmentación del hábitat no es solo una cuestión teórica. La ciencia ha demostrado que la construcción de pistas, la circulación de vehículos pesados y el ruido generado por los aerogeneradores provocan el abandono de las zonas de cría y alimentación por parte de los urogallos y osos. Este fenómeno ha sido documentado en numerosos estudios en toda Europa.

Para el urogallo, el ruido de baja frecuencia y la actividad humana representan una amenaza crítica durante su época de celo, ya que este animal depende de exhibiciones sonoras para atraer a las hembras.

Los alcaldes de Bembibre, Noceda e Igüeña afirman que los parques eólicos traerán ingresos económicos y empleos a la región. Específicamente, se mencionan cifras de hasta 100.000 euros anuales para las juntas vecinales y 60.000 euros anuales por producción de electricidad. Sin embargo, hay varias preguntas clave que deben plantearse. Pero ¿Estos ingresos son sostenibles a largo plazo? Los ingresos derivados de los aerogeneradores están sujetos a la producción de electricidad y a la duración de los contratos con la empresa Repsol. Además, gran parte de estos ingresos se reparten entre varias juntas vecinales, por lo que el impacto final para cada comunidad puede ser modesto. ¿Cuántos empleos se crearán realmente? La instalación de aerogeneradores crea empleo durante la construcción, pero la operación de un parque eólico requiere poca mano de obra permanente. Esto significa que la “promesa de empleo” es temporal y limitada.

¿Y el coste de la pérdida de biodiversidad? Los beneficios económicos a corto plazo no pueden equipararse con la destrucción irreversible de hábitats naturales. La desaparición del urogallo cantábrico y el oso pardo no solo afectaría la riqueza ecológica de la región, sino que también comprometería el potencial del ecoturismo, un sector que, a diferencia de los parques eólicos, ofrece ingresos sostenidos y empleo permanente.

En contraposición con la postura de los ayuntamientos que apoyan el proyecto, destaca la sensibilidad demostrada por el Ayuntamiento de Páramo del Sil, que ha expresado un rechazo firme hacia los planes eólicos de la multinacional Repsol. Esta posición se basa en una defensa activa de la biodiversidad local, advirtiendo que la fragmentación del hábitat y el impacto de las infraestructuras asociadas representan “graves riesgos” para la supervivencia de especies en peligro de extinción, como el oso pardo y el urogallo cantábrico. Este enfoque pone de manifiesto un modelo de desarrollo verdaderamente sostenible, donde la protección de los recursos naturales y la preservación del equilibrio ecológico se sitúan por encima de los beneficios económicos inmediatos.

¿Es necesario construir parques eólicos en nuestra querida Sierra de Gistredo? La respuesta es NO. España tiene alternativas de sobra para la producción de energías renovables. La energía eólica es esencial para combatir el cambio climático, pero su instalación debe hacerse con criterios de compatibilidad ambiental, priorizando zonas con menor valor ecológico.

Existen informes científicos que señala que existen alternativas para la producción de hidrógeno verde y electricidad sin necesidad de afectar los hábitats de especies protegidas. La energía fotovoltaica, por ejemplo, se puede instalar en tejados y suelos degradados, sin necesidad de destruir hábitats clave. Además, la energía eólica puede desarrollarse en áreas menos sensibles desde el punto de vista ecológico.

El marco legal español e internacional respalda la protección de la biodiversidad. La Ley 42/2007 de Patrimonio Natural y Biodiversidad establece que cualquier acción que ponga en riesgo la conservación de especies en peligro de extinción debe ser evaluada y, en su caso, rechazada. La normativa exige un enfoque de precaución, lo que implica que, ante la duda de si una intervención afectará a una especie en peligro, la decisión debe favorecer la conservación.

Además, ya existe un precedente legal en la Sierra de Gistredo. En 2013, el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León anuló un parque eólico en esta misma zona por irregularidades administrativas. Este fallo deja claro que los proyectos eólicos no pueden avanzar si no cumplen con los principios de legalidad y protección ambiental.

Nuestra Sierra de Gistredo no debe sacrificarse en nombre del “progreso”. No se trata de oponerse a la energía eólica, sino de exigir una transición energética que respete la biodiversidad. Los parques eólicos pueden y deben instalarse en zonas con menor valor ecológico, lejos de los hábitats de especies protegidas. La protección del urogallo cantábrico y el oso pardo no es un lujo ni un capricho; es una obligación legal, ética y estratégica.

Este conflicto nos invita a reflexionar sobre la relación entre desarrollo y naturaleza. ¿Queremos un desarrollo que destruya lo que nos hace únicos? O, por el contrario, ¿podemos apostar por un modelo en el que la energía renovable y la biodiversidad coexistan de forma armónica? La ciencia, la ley y la ética están de acuerdo en la respuesta.

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