Las estatuas vivientes tienen una larga tradición en el teatro callejero de toda Europa. Se atribuye su origen a una práctica de la Grecia Clásica, consistente en disfrazarse de estatua para espiar sin ser visto, aunque existe constancia de que ya en el antiguo Egipto se practicaba esta forma de teatro. Bembibre también recibió la visita de estas peculiares esculturas: un ferroviario, un motorista, el hombre que domina el tiempo, la menina o la niña de arcilla con su muñeca, animaron durante algunas horas las Fiestas del Cristo.