José Manuel Martínez es profesor emérito de la Universidad de León, en la que también dirigió el Secretariado de Publicaciones durante varios años, doctor Cum Laude y académico de número de la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León, con varios premios y un extenso curriculum a sus espaldas. Pero no es de su trayectoria de lo que presume, aunque motivos no le faltan, sino de sus orígenes: “soy de la Villavieja, y para los más viejos nieto de ‘La Blanca’ del barrio de La Fuente”.
Hace muy pocos meses ofreció una interesante conferencia en la Universidad de León, en calidad de “académico”, bajo el título “La peste blanca en El Señor de Bembibre”.
El título de la conferencia despierta interés y un poco de intriga ¿Qué es eso de la “peste blanca”?
La peste blanca, consunción, tisis, mal del rey, el príncipe de la muerte, mal del siglo, la enfermedad de los artistas, enfermedad romántica o tuberculosis, son algunos de los nombres con los que se ha conocido a través de los siglos, a la que es considerada una de las primeras enfermedades de las que se tiene constancia.
La Tuberculosis, bautizada durante esta época como Peste blanca, por la palidez que causaba en los pacientes, llegó a cobrar la vida del 25 por ciento de la población europea, arrasando urbes completas y sin que ningún fármaco, hasta ese momento, hiciera efecto.
Tuvo un gran impacto en la historia de la humanidad, sobre todo en la época del Romanticismo, ese movimiento cultural y político que se originó en Alemania y Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria en contra del racionalismo de épocas anteriores, la Ilustración y el Clasicismo, dándole mayor importancia al sentimiento y dejando de lado las reglas y estereotipos clásicos.
Ya hemos desentrañado la primera parte del misterio. Pero aún no sabemos qué relación hay entre la peste blanca o tuberculosis, y la novela de El Señor de Bembibre.
En el Romanticismo, esta enfermedad se abate sobre los jóvenes, que pasean por los salones y tertulias su extrema sensibilidad, su melancolía y su hastío. La muerte, el suicidio, son vistos como una liberación. El ideal de belleza corresponde a una naturaleza enfermiza en la que destaca la palidez y la expresión de sufrimiento en el rostro.
La enfermedad, más que constituir el lado nocturno de la vida, se enarbolaba como un medio de expresión creadora a la que se le otorgó un nuevo significado. De ser una enfermedad estigmatizante y cruel, se convirtió en un padecimiento deseado, porque haber contraído la infección era la forma más bella de morir.
Fue fuente de inspiración, de muchos artistas: pintores, escultores, literatos y músicos que expresaron su sentir como le ocurrió a Gil y Carrasco, a través de la patología.
Podemos decir que El señor de Bembibre es, en realidad, la autobiografía clínica de su autor, a la vez que la historia patológica de un personaje ficticio.
También podemos señalar que El señor de Bembibre es entre otras cosas la historia patológica y clínica de dos enfermedades de la protagonista, una psicológica, producida por la separación, que es un suplicio constante para Beatriz; y otra física, la tuberculosis pulmonar, que la priva de la vida. Enfermedades, que eran también las de Enrique Gil y Carrasco.
¿Y por qué la elección de este tema para la conferencia?
En realidad, podría señalar dos razones: Una para llamar la atención sobre la Tuberculosis y otra por mi fijación por la novela del Sr. de Bembibre que me impresionó desde mi primera lectura cuando era niño y me sigue sorprendiendo con cada relectura.
La medicina moderna reconoce que las enfermedades mentales, debilitan al afligido, le predisponen el cuerpo para las enfermedades físicas. Ya en el libro de medicina de Buchan, entre las causas de la consunción, tisis o tuberculosis, se toman en cuenta las siguientes disposiciones de la psique: “pasiones violentas, agitaciones o efectos de ánimo, disgusto, fatiga, o la continua aplicación al estudio de las artes o ciencias abstractas”. Síntomas todos ellos, que se reconocerán en Beatriz, incluso su dedicación a los ocios literarios.
No cabe interrelación más estrecha entre dos males como la que observamos, en Beatriz, entre la ansiedad de la separación y la tuberculosis, que como hemos dicho anteriormente, continúa siendo una de las enfermedades infecciosas con mayor morbilidad en el mundo y causa de mortalidad en países pobres con elevada incidencia.
Sin lugar a dudas, el diagnóstico más completo de las aflicciones de Beatriz es el realizado por el profesor Picoche que dice: “doña Beatriz, la protagonista de El señor de Bembibre padece dos afecciones, que se agravan recíprocamente. En primer lugar, un desequilibrio nervioso que le provoca grandes crisis, y, además, un estado febril cuya causa es la tuberculosis pulmonar. El autor describe todos los síntomas de la enfermedad, a excepción de la expectoración”.
El síntoma que Gil y Carrasco no describe en su heroína no es la expectoración, hemoptisis o expulsión de esputo ensangrentado, sino la tos seca habitual, que no es un síntoma en todos los casos de tuberculosis. “En algunos casos la enfermedad aparece sin ningún indicio previo, es decir, sin tos. En el diez por ciento de los casos, el afligido escupe sangre de un modo repentino, cuando aparentemente goza de una salud perfecta”.
¿Cómo ha evolucionado la tuberculosis? ¿Cuál es la situación actual de esta enfermedad?
El género micobacterias, al que pertenece el organismo causal de la enfermedad, se asoció por vez primera a los vertebrados hace más de 300 millones de años. El Mycobacterium vendría de una forma bovina y su aparición en el hombre data del Neolítico, estando ligada a la domesticación de los bóvidos.
Afortunadamente la tuberculosis comenzó a declinar en la década de los 50, del siglo XX, al contar con antibióticos efectivos. Pero todavía en 2015 el número mundial estimado de nuevos casos de TB fue 10,4 millones, de los cuales 5,9 millones (56%) en hombres, 3,5 millones (34%) en mujeres y 1,0 millón (10%) en niños. El 60 % de los casos nuevos se dieron en seis países: India, Indonesia, China, Nigeria, Pakistán y Sudáfrica. En 2015 el número estimado de muertes por TB fue de 1,4 millones, más otros 0,4 millones de muertes por TB en personas VIH-positivas. Si bien las muertes por TB disminuyeron en un 22% entre 2000 y 2015, la TB continuó siendo una de las diez principales causas mundiales de muerte en 2015.
La amenaza está latente aún en países desarrollados por la emergencia surgida a la resistencia a las drogas antituberculosas y a su alianza con el virus del sida. La epidemia de TB es mayor de lo que se estimaba anteriormente, en la estrategia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Fin a la Tuberculosis, aprobada por la Asamblea Mundial de la Salud en 2014, se pide una reducción del 90% de las muertes por TB y una reducción del 80% en su tasa de incidencia para el año 2030, en comparación con 2015.
¿Y en España?
España es, desde hace años, uno de los países de Europa occidental con mayor número de casos. Durante la última década se han producido cambios demográficos en la población, que explican que en las comunidades con mayor proporción de inmigrantes, estos lleguen a suponer hasta el 35–40% de los pacientes diagnosticados .
Volviendo a la conferencia y al Señor de Bembibre ¿Cuál sería la conclusión final?
Alguno de los estudiosos de la obra de Gil y Carrasco como Picoche dice que no se describe la expectoración de sangre entre las manifestaciones de la tuberculosis en Beatriz, pero no solamente se describe, sino que hay varias descripciones: una directa y dos que podemos llamar metafóricas, como se puede comprobar en las siguientes páginas. (p. 311,325,330, 336).
Podemos concluir que un análisis poetológico de la novela revela que nos encontramos ante una metaficcion, recurso ya utilizado por Miguel de Cervantes en el Quijote, por Miguel de Unamuno en la novela Niebla, y usado frecuentemente por los literatos en lengua inglesa de los siglos XIX-XX bajo el nombre de self-conciousness, expresión lingüística paradigmática de la autoconciencia en inglés, que se podría decir que se refiere a uno mismo como a sí mismo.
Todo ello nos conduce a una reconsideración de la novela de Gil y Carrasco, con argumentos suficientes para considerarla no solamente la mejor novela histórica en lengua castellana, sino también una novela en la que, asiéndose a la metaficción, debe ser considerada como ejemplo excepcional del venidero modernismo clásico.
“Al cabo de dos días se volvieron todos a Bembibre, donde vivían bien y holgadamente, colmados de regalos y finezas”.