20 mujeres que cambiaron la historia: Maruja Mallo (1902-1995)

La primavera de 1934 avanzaba entre luces doradas y noticias turbias. El estudio de Maruja Mallo, en la calle Ferraz, respiraba pintura fresca, papeles arrugados y la inquietud de una artista que no encontraba el centro exacto de su “Verbena”. Llevaba horas buscando sin hallar nada. Como si el cuadro la desafiara en silencio.

Fue entonces cuando encendió la radio.

El zumbido de la lámpara pareció armonizarse con la voz que emergió de las ondas. Un tango melódico y doliente atravesó la habitación como un perfume olvidado.

Carlos Gardel, la gran estrella de los radiotransmisores, cantaba con esa voz que no era solo voz, sino un eco de despedida.

“Volver… con la frente marchita…”

Maruja se quedó inmóvil. Aquella canción —recién grabada en París y emitida desde Radio Madrid— le llegó como un relámpago suave. Gardel, que ya era leyenda viva en Argentina, Francia y España, dominaba las ondas con ese tango lento y lírico, “Volver”, compuesto junto a Alfredo Le Pera para la película El día que me quieras.

La voz de Gardel le hizo ver su obra con otros ojos. Sus espantapájaros ya no eran figuras cómicas: eran exiliados de un tiempo que se escurría. La mujer de la esquina del lienzo no bailaba: giraba como una ruleta triste. Y el cielo de la escena ya no era festivo, sino denso, como el terciopelo azul que se arrugaba sobre el pecho del cantante.

Maruja cogió el pincel de nuevo. Volvió a trazar sin pensar, casi llorando, casi riendo. Pintó una figura que entraba en la escena con un maletín invisible, una sombra de alguien que vuelve a lo que ya no existe. Al fondo, unos farolillos se apagaban lentamente.

Cuando terminó la canción, Maruja se quedó quieta. Supo que había cambiado algo, y no solo en la pintura.

Volver. Sí. Pero ¿a dónde?

Nicanor García Ordiz

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