Ya queda menos para ciertas elecciones autonómicas, que será cuando cese el bombardeo informativo sobre el coronavirus.
Esa especie de gripe fuerte tiene una tasa de contagio y mortalidad algo mayor que la gripe común, pero las muertes por esta última se cuentan por miles al año solo en España… y no nos atosigan con ello.
No quiero burlarme de la alerta sanitaria, por supuesto: es bueno que se tomen medidas para acorralar la epidemia. Creo, eso sí, que la alerta mediática es coyuntural… y fijaos que a medida que el brote se acerca a nuestro país son más frecuentes las puntualizaciones como: -el fallecido era muy mayor- o -el fallecido tenía otras afecciones graves-. Es decir, que ya se va relativizando la importancia del asunto. Es el preludio a dejarlo a un lado como tema para abrir el telediario, y un cortafuegos para que no cunda el pánico si desembarca en España del modo que lo acaba de hacer en Italia.
Pero bueno, que yo venía a hablar de otra especie de virus, que también se transmite por los medios de comunicación: el de los independentismos, que tiene nuevo brote en el “Reino de León”.
Apuesto a que si los medios de comunicación no hubieran prestado desde hace años una sobreatención al tema del catalanismo, no estaríamos como estamos. Aunque sí, ya sé que las raíces están hasta en la educación.
A mí también me parece una mezcla extraña eso de Castilla y León, y me siento, como suele pasar con la gente de por aquí: de mi pueblo, de mi comarca, de mi provincia y de mi país; pero no me dice nada el día de Villalar.
Tampoco me dice nada en contra, ojo. Siempre me ha parecido que se puede pedir para León, y para cualquier sitio, sin creerse más ni separarse de nadie. Vamos, que me es indiferente la división autonómica que tenemos: en realidad es quizás lo último de la fila después de sanidad, educación, despoblación y unas cuantas otras cosas… que no tenemos solucionadas como para dedicarle atención al rollo de si somos territorialmente especiales.
Pero reconozco que estoy teniendo que poner de mi parte para no sucumbir a la tendencia que nos quieren interiorizar: -estaríamos mejor sin Castilla-.
Hay que reconocer que la propuesta es atractiva, porque es lo fácil. Es como un atajo. Me imagino a algún leonés en su laboratorio político o mediático, con unos cuantos problemas para los que no es capaz de dar respuesta y, para salir del paso: se le ocurre sintetizar la culpa de todo: Valladolid.
Es el truco del almendruco. Si consigues que eso cale, lo tienes todo solucionado porque te habrás convertido en el portador del mensaje y todo lo demás dará igual ya para quienes hayas conseguido contagiar.
A los infectados por el virus del catalanismo les ciega la causa. Lo importante es la independencia, y los políticos que la defienden se han quitado a casi todos los rivales de un plumazo y pueden permitirse descuidar la salud, la educación y todo lo demás. Solo tienen que preocuparse de alimentar el virus y procurar que se extienda.
En realidad solo están desviando la atención de los problemas reales.
Y me preocupa que hagamos lo mismo en mi tierra, a la que habría que añadir el tema del bercianismo.
El Bierzo no tienen sentido como provincia, ya que tanto geográfica como poblacionalmente es pequeño y en cuestión de recursos propios precisamente estamos para pedir. Y León y compañía (si es que están por la labor) tal vez tengan sentido como autonomía, pero no es ni siquiera el momento para reivindicar tal cosa.
El leonesismo tiene cero posibilidades ahora, ya que si se le hicieran concesiones lo siguiente sería: -¿Por qué no a otros movimientos separatistas a cualquier nivel?- Y no está el horno para bollos.
Así que protégete del reinovirus, que pulula por las redes de comunicación.
Céntrate en lo importante.
Tomás Vega Moralejo