Elogio y defensa del bar del pueblo

Manuel I Cabezas

Había pensado titular este texto “Elogio y defensa de los bares de los pueblos”. Pero, después pensé que un título en singular, “Elogio y defensa del bar del pueblo”, reflejaba mejor la problemática que quería abordar. Para hacerlo, no voy a escribir de oídas ni “de leídas” o por boca de ganso sino a partir de mis vivencias en distintos pueblos de El Bierzo Alto; entre ellos, Almagarinos, donde me pierdo periódicamente, como lo hacían los Reyes de León en Babia que, por cierto, está a un tiro de piedra de El Bierzo Alto.

Si echamos un vistazo a la historia del ser humano, podemos constatar que el hombre, como muchos de nuestros hermanos los animales, como hubiera dicho San Francisco de Asís, ha sido siempre un ser migrante y social. En efecto, en un principio, el ser humano fue recolector y cazador y, por eso, era un ser nómada, en busca del sustento vital. Además era, es y será un ser social: no podría vivir solo o viviría miserablemente o con muchas dificultades, ya que estaría expuesto a todo tipo de peligros y privaciones. Ahora bien, con el paso del tiempo, el ser humano se convirtió en sedentario (en agricultor y ganadero) mejorando sustancialmente sus condiciones y sus expectativas de vida. Así nacieron los castros, las aldeas, los pueblos, las ciudades, las urbes, etc.

Sin embargo, las condiciones de vida y el bienestar de los seres humanos sedentarios no han sido ni son los mismos en todas las latitudes ni en todas las aglomeraciones humanas. Por eso, los seres humanos han seguido migrando (cf. las riadas de seres que, desde hace años, exponen sus vidas para llegar a Europa), buscando mejores condiciones de vida para ellos y para los suyos. Si nos centramos en España, podemos constatar que, en la primera mitad del siglo XX, miles de españoles emigraron hacia la América hispana. Y, a partir de los 50, se produjo una emigración exterior (hacia los países del norte de Europa) e interior (hacia Madrid y las zonas costeras).

Tanto la emigración exterior como interior han degradado y agravado la situación demográfica de amplias zonas de España, agudizada, desde el inicio de la Transición (1975), con los planes de reconversión y las sucesivas crisis económicas. Este es el caso, por dar sólo un ejemplo paradigmático e ilustrativo, de la comarca de El Bierzo. En El Bierzo, a la emigración hacia América, hacia Europa y hacia otras regiones de España, hay que añadir el acoso y derribo, por imperativo del cambio climático, de la principal actividad económica: la extracción de carbón. Esto ha hecho que los pueblos bercianos se hayan ido despoblando y languideciendo, ante la falta de alternativas económicas a la minería, al tiempo que van muriendo las personas de edad provecta o van emigrando los últimos jóvenes que van quedando.

En los pueblos como Almagarinos, diezmados demográficamente (sólo hay defunciones y ningún nacimiento), la despoblación ha conducido ya a la pérdida de la escuela, ante la ausencia de parejas jóvenes; a la pérdida progresiva de los servicios religiosos, excepto para los sepelios y fiestas patronales; y, si no se pone remedio, a la pérdida de esa iglesia laica que es “el bar del pueblo”, que juega un papel fundamental y estelar en la vida social del mismo.

· Almagarinos, pueblo minero de El Bierzo Alto, es un ejemplo paradigmático de pueblo con un solo bar, el “Bar Gonçalves”, regentado por la hacendosa Deolinda. Este bar, por las funciones que cumple, es algo mucho más importante que el anglosajón “meeting point”. En efecto, el “Bar Gonçalves”, y la pérgola anexa bautizada muy acertadamente con el nombre de “El Parlamento”, no es un bar al uso y, por lo tanto, su función fundamental no es dar de beber al sediento y de comer al hambriento, aunque también. Es, ante todo, un lugar de encuentro, de confraternización, de diálogo, de parlamento, de filandón,…; es el antídoto eficaz contra la marginación, el aislamiento y la soledad. Ahora bien, desempeña también muchas otras funciones.

El “Bar Gonçalves” es, al mismo tiempo, tienda de ultramarinos, donde los parroquianos con movilidad limitada, al no disponer de un medio de transporte, pueden mercar productos de primera necesidad. Además, es entidad bancaria o cajero volante, donde periódicamente un empleado bancario proporciona liquidez a los cada vez menos numerosos vecinos. Por otro lado, es también farmacia, donde los vecinos con enfermedades crónicas pueden recoger los medicamentos, traídos diligentemente por el farmacéutico de la farmacia de Tremor de Arriba. Es conserjería, donde muchos de los vecinos que viven en otras zonas de España depositan las llaves de sus casas al terminar su estancia en el pueblo. Y, sin ánimo de ser exhaustivo, es agencia informativa local, lugar de conjunción de soledades, oficina de correos, etc. Y, desde el verano pasado, se ha transformado en un “bar-biblioteca”, donde poder saciar al mismo tiempo la sed del cuerpo y la sed del alma, materializando ese aforismo clásico que reza así: “Mens sana in corpore sano”. Y todo esto es posible y real gracias a la meritoria e infatigable labor de animadora social de la diligente y siempre generosa Deolinda.

Teniendo en cuenta las funciones desempeñadas por el “bar del pueblo” de Almagarinos y de otras poblaciones del desierto demográfico español (“la España vaciada y vacía”), me dirijo a las autoridades municipales, autonómicas y nacionales para que protejan a esta “rara avis”, que está en vías de extinción: el “bar del pueblo”. El papel tan importante jugado por esta institución social lo exige. Sólo así podrá seguir existiendo y prestando los importantes servicios que está proporcionando hoy. Para ello y como las obras son amores y no buenas razones, las administraciones públicas no sólo tendrían que exonerar al “bar del pueblo” de todo tipo de impuestos, sino que además tendrían que subvencionarlo.

La aldea gala defendida por los invencibles Astérix y Obélix, tras beber la pócima mágica preparada por el druida Panorámix, siempre resistió y venció al invasor romano. Del mismo modo, para que este último reducto de vida social que es el “bar del pueblo” resista a la degradación demográfica, debe ser protegido, mimado y financiado con una poción crematística por los druidas de las administraciones públicas. Sólo así el “bar del pueblo” no será vencido y engullido por el silencio, la soledad, el aislamiento, el individualismo,…, que conducirán irremediablemente a la muerte definitiva del pueblo. Y sólo así se podrá poner en práctica aquel consejo de Alfonso X el Sabio, que reza así: “[…] Bebed viejos vinos, Leed viejos libros, Tened viejos amigos”, que podría ser el lema del original “bar-biblioteca Gonçalves” de Almagarinos.

Manuel I. Cabezas González
Doctor en Didactología de las Lenguas y de las Culturas
Profesor Titular de Lingüística y de Lingüística Aplicada
Departamento de Filología Francesa y Románica (UAB)

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