Música en el perfil del aire

Villafranca del Bierzo tiene un castillo. El castillo de Villafranca es el Castillo de Peña Ramiro. El Castillo de Peña Ramiro es el castillo de Cristóbal Halffter, y Amalita. Pero el alma de Cristóbal Halffter no cabe en el Castillo de Peña Ramiro, en Villafranca del Bierzo; como tampoco cabe la obra de Dios en la “catedral” más grande del mundo: la Basílica de San Pedro en Roma. La grandeza del castillo de Villafranca se ha quedado diminuta para albergar la labor eterna que de entre sus paredes engendró el maestro Cristóbal. Ya escribió Pereira, en 1997, “del remanso de quietud que el Castillo de Peña Ramiro ofrece a la inspiración de Cristóbal Halffter, villafranquino consorte”. Ciertamente… ¿Qué sería de la inspiración de Cristóbal Halffter sin el castillo de Villafranca? ¿Acaso no fuera otra la palabra de Dios si no se encumbrara de entre los muros de la Basílica de San Pedro? Halffter, ilustre hijo adoptivo del Bierzo, hizo, en 1956, del castillo de Villafranca su hogar, su templo, y en él ha venido forjando su universo, su música, como un dios atormentado por los sufrimientos de un mundo heredado y que no puede modelar. Al compás de los otoños y las primaveras bercianas, el maestro Cristóbal, ha hecho, del amor a la armonía, el temblor supremo que hace vibrar a los pentagramas. Ese gozo más creador que clava notas en la sangre y sangre en las notas, hasta convertir la pérfida negritud en tormenta afilada de esperanzas. Y trepan los silencios, vivos de recuerdos, por las venas del maestro Halffter, como trepan las enredaderas por los ángulos de las torres del Castillo de Peña Ramiro. Silencios y enredaderas, recuerdos y frescura, pasado y presente sosteniendo en las manos la grandeza ontológica de sí mismo. Tribulaciones de hombre, que ahonda dificultosamente en la humanidad y va siendo agua fresca para la propia humanidad. Por ella va el hacedor de sonidos, conformando la libertad frente al mundo, su dignidad, su nobleza. La perfección del mundo contra los dogmas excluyentes. Este es el Cristóbal Halffter hecho carne en un castillo, y que habita entre nosotros, con su quehacer secularizando el camino, alumbrando horizontes abiertos de anhelos, tallando música en el perfil del aire: Microformas, Cantata Symposium, Cantata “Yes, speak out”, Llanto por las víctimas de la violencia, Réquiem por la libertad imaginada, Pinturas negras, Gaudium et Spes-Beunza, Platero y yo, Elegías a la muerte de tres poetas españoles, Officium defunctuorum, Tiento, Dona nobis pacem, Motetes, Preludio Madrid 92, Don Quijote, Lázaro… Más, maestro.

 

 

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