La “lógica oficial”, que afirma que los países más ricos están más protegidos frente a la recesión, fue pulverizada en 2008 y vuelve a suceder lo mismo en 2019. El World Economic Oultlook del FMI pronostica que las economías avanzadas verán recortado su crecimiento del 1,9% al 1,7%. Mientras que el promedio de las economías emergentes y en desarrollo pasará del 4,5% al 4,8%. En el mismo sentido se pronuncia la OCDE, que avanza un tibio crecimiento del 1,6% para las 36 economías más desarrolladas, la mitad que en 2017.
Mientras China mantiene, a pesar de estar en la diana comercial de EEUU, un crecimiento del 6,1%, casi cuatro veces más. La ecuación que los datos sí confirman es que a más independencia o autonomía de la superpotencia norteamericana, más crecimiento, y a mayor dependencia, más dificultades.
El área del planeta más castigada es la zona euro, para la que la OCDE anuncia un crecimiento casi nulo del 1%. Encabezada por Alemania, que en solo dos años ha pasado de un crecimiento del 3,4% a un exiguo 0,4%. La llamada “relación trasatlántica”, los lazos de dependencia hacia EEUU instaurados tras la IIª Guerra Mundial, y no factores meramente económicos, lo explican.
Por el contrario, para el África Subsahariana se prevé un crecimiento hasta del 3,6% en 2020, por encima de la media mundial. Durante la Guerra Fría la intervención de las dos superpotencias le condenó a ser un “agujero negro”, ahora la autonomía lograda por países como Sudáfrica, miembro de los BRICS, le permite crecer. Y donde mayor es el crecimiento es en Asia, con un ritmo anunciado del 6,2%, el doble de la media mundial. El responsable no es solo China, sino también la emergencia de países como Vietnam, Indonesia, Filipinas o India, que crecerá al 7,1%.
La región del Tercer Mundo que sí está sufriendo la recesión es Hispanoamérica. En 2011, impulsado por las políticas de redistribución de la riqueza de los gobiernos antihegemonistas, registró un crecimiento del 4,7%. Mientras que en 2018, tras la imposición de gobiernos pronorteamericanos en Argentina, Brasil o Ecuador, y un aumento de los ataques de Washington a otros países como Venezuela, el ritmo de crecimiento se ha reducido drásticamente hasta el 1%.
¿Por qué la nueva recesión se ceba sobre la UE? Por una suerte de japonización de la UE. En 1993, Japón era la segunda economía mundial, y parecía aprovechar el esfuerzo norteamericano en la Guerra Fría para encabezar un “polo regional”. Washington dio un golpe encima de la mesa, provocando un tsunami financiero en las bolsas asiáticas. El resultado es que el PIB japonés hoy es menor que hace 26 años.
¿Puede ocurrir lo mismo con Europa? El PIB de la UE crecerá este año al ínfimo ritmo de un 1%, y Eurostat anticipa un crecimiento casi cero para el próximo trimestre. El problema europeo está ya en los centros nodulares. Alemania encadena dos trimestres no consecutivos de contracción del PIB, y se encuentra al borde de la recesión. Italia solo ha podido crecer, y apenas un 0,1%, en uno de los cinco últimos trimestres. El brexit conduce al Reino Unido a una segura recesión y la economía francesa languidece con crecimientos que apenas alcanzan el 1%.
Detrás de esta debacle europea volvemos a encontrar, no la recesión alemana, sino otro puñetazo encima de la mesa de EEUU. Los 6.800 millones de euros de nuevos aranceles impuestos por EEUU a productos europeos se concentran en el sector agroalimentario, pero la sustancia del asunto es otra. El origen del conflicto está en la demanda norteamericana contra las ayudas públicas de la UE a Airbus, el gigante aéreo que compite con Boeing, su rival norteamericano. Ante la emergencia del sector aeronaval chino, Washington aspira a comerse una porción de la parte europea.
La batalla de los aranceles con la UE no es ningún “delirio proteccionista” de Trump sino un arma utilizada para obtener ganancias mayores. La andanada contra Canadá sirvió para que el vecino del norte acabara firmando el TLCAN, un tratado comercial con mejores condiciones para el capital norteamericano. Y la subida hace un año por parte de Washington de los aranceles al acero y aluminio europeos terminó con un acuerdo en el que, entre otras cosas, la UE se comprometía a aumentar un 300% la importación de gas norteamericano.
Esto es lo que está en juego en la batalla comercial entre EEUU y la UE. Washington reclama una mayor cuota de tributos a sus “aliados”. Y las convulsiones políticas en Europa, detrás de las cuales volvemos a encontrar a EEUU, crean también las condiciones para ejecutarlo. La amenaza de un Brexit sin acuerdo se recrudece de la mano de un Boris Johnson excesivamente cercano a Trump. Que amenaza incluso con saltarse el mandato parlamentario que le obliga a renegociar un acuerdo con Bruselas o retrasar el plazo para ampliar las negociaciones.
Todas estas turbulencias van a golpear la economía de la UE, debilitándola y volviéndola más “proclive” a aceptar las nuevas exigencias norteamericanas. Pero la recesión en Alemania significa un peligro para España. EEUU descarga la factura de la recesión sobre Europa, y Alemania utiliza su poder en Bruselas para trasladar agresivamente sus pérdidas sobre los países más débiles de la UE. Vivimos ese guión en 2008, y todo indica que se repetirá en 2019.
Un solo hecho confirma estos temores. Las ex cabezas de los bancos centrales de Alemania, Austria y Holanda, apoyados por Francia, han salido a criticar las últimas medidas impulsadas por el BCE, que incluyen retomar el programa de compra de deuda o inyecciones de liquidez a toda la banca europea. Están pensadas para beneficiar a grandes bancos y monopolios europeos, pero la carta encabezada por el ex gobernador del Bundesbank afirma que “podría proteger a gobiernos altamente endeudados”.
Esto es precisamente lo que no quiere Alemania. Los países “altamente endeudados”, entre ellos el nuestro, deben sufrir, para que Berlín pueda imponerles condiciones más draconianas.
Eduardo Madroñal Pedraza