A CIENCIA CIERTA / Historias de la mina: geología y topografía (y III)

En este artículo, el tercero y último de esta secuencia realizada coincidiendo con la fiesta de Santa Bárbara del año 2024, voy a continuar escribiendo sobre algunos hechos curiosos y anecdóticos relacionados con la minería del carbón. En esta minería para cualquier técnico (y para otros más) las fallas eran una auténtica pesadilla. Era una situación que recuerda a la de los marinos del siglo XV (Colón) cuando “perdían el norte”. La capa desaparecía y a veces había suerte y se volvía encontrar y otras no.  En una ocasión se estaba realizando un pozo, subiendo por una capa y esta desapareció. El pozo se siguió subiendo y manteniendo la misma pendiente ignorando que la capa había quedado por debajo del suelo de la labor y que por tanto a medida que la labor avanzaba más y más alejado estaba el pozo ascendente de la capa. Sin embargo en esta ocasión hubo suerte y se pudo comprobar (no se exactamente como), que la capa había quedado por debajo del suelo de la labor y que había que disminuir la pendiente del pozo. De todos modos, una pequeña parte del final de la labor hubo que digamos rehacerla disminuyendo la pendiente y se pudo volver a “coger” la capa y seguir subiendo el pozo por la misma, aunque con menor pendiente. El facultativo de la mina dijo, haciendo un símil futbolístico, que habíamos pasado “rozando el larguero”, porque en efecto de no habernos percatado de que la capa había quedado por debajo, se podrían haber realizado una enorme cantidad de metros de avance de la labor, que hubiesen resultado totalmente inútiles. Una pérdida de trabajo, tiempo y dinero enorme. En otras ocasiones no hubo lamentablemente tanta suerte.

Para lograr una correcta explotación había dos herramientas esenciales, por lo que respecta a la geología: el conocimiento los más aceptable posible, de la estructura geológica y también el adecuado conocimiento de la secuencia estratigráfica. Como no se hacían sondeos, por norma general sólo analizando viejos planos de labores se podía vislumbrar la estructura, incluyendo las fallas más importantes. La estructura geológica y hablando de modo coloquial era la forma que adoptaban las capas. Podía ser por ejemplo la de un “fondo de barco” (sinclinal), justo lo contrario (un anticlinal), capas “tumbadas” (poca pendiente), capas “colgadas” (capas con gran pendiente),… Las fallas creo que se conocían coloquialmente como los “saltos”.

La estructura geológica de la mina era esencial para planificar las labores. El simple hecho, por ejemplo, de que la charnela (“la cresta”) de un anticlinal tuviese una cierta pendiente (aunque fuese muy pequeña) podía a la larga suponer un serio condicionante de la explotación. Conocí un caso en que así sucedió.

ESTRATIGRAFIA

Las capas de carbón eran más o menos parecidas, pero nunca iguales y las capas de pizarra y arenisca que básicamente que había entre las capas lo mismo. Las discusiones para identificar capas eran lo habitual.  Si se analizaba con detalle la secuencia (aspecto y posición de las diferentes capas de terreno), entre dos capas de carbón concretas y bien identificadas en varios lugares, podía llegarse a la conclusión de que lo que se veía en una zona encajaba con lo de la otra, si se hacía encajar artificialmente.

Esto daba lugar a tremendas confusiones y discusiones. En una de las últimas minas en las que trabajé (la conocida como Mina MINEX), se produjo una curiosa discusión en la que intervino el conocido empresario Victorino Alonso. Se comprobó con disgusto obviamente, que dos capas (Chuchú y Luisa), que se consideraba que eran diferentes y por ello distantes una de la otra, en realidad eran la misma. Eso si tenían, en principio, un aspecto muy diferente, pero a medida que las labores en una y otra se fueron acercando se produjeron paulatinos cambios en una y otra hasta que finalmente y en varias labores de la mina, se hizo patente que era una sola capa y así quedó reflejado en los planos de labores.

TOPOGRAFIA

En las labores de topografía, también hubo lugar a situaciones curiosas. En cierta ocasión le dije a un barrenista que debía colocar el cuadro perpendicular a la dirección de la galería. Yo no tenía el teodolito, para señalar el correspondiente ángulo recto. El barrenista, sin preguntarme nada me dijo que así lo iba a hacer sin más comentario. Yo entonces sorprendido, le pregunté que como lo pensaba hacer, a lo cual él me replicó que parecía mentira que yo le preguntase eso. Me intentó explicar que dos catetos de un triángulo rectángulo de 1,2 y 1,6 metros respectivamente dan lugar a una hipotenusa de 2,00 m. Vamos que a su modo me estaba explicando un caso concreto de aplicación práctica del Teorema de Pitágoras. Yo lo comprobé allí mismo (multiplicando a mano) y le dije que tenía razón. Él se llevó una alegría y luego eso si le explique que yo  si conocía ese asunto (Teorema de Pitágoras);  pero que me sorprendió que él lo supiese. Más contento se puso aún. Años después (hace pocos meses) volví a ver al barrenista, ya jubilado o prejubilado en su pueblo y de nuevo tuve una agradable conversación con él comentando aquel episodio.

En otra ocasión sucedió que había que hacer una segunda salida de la mina. Lo más sencillo para tal fin, era comenzar haciendo un sondeo desde el exterior (monte) y en la vertical de una galería de unos 2 metros de anchura. La diferencia de cota entre el exterior y la galería era de 90 metros a efectos prácticos y lógicamente el sondeo habría de realizarse de modo rigurosamente vertical. En el monte se colocó una referencia que estaba justamente en la vertical del eje de la galería.

No obstante yo empecé a sospechar, que podría suceder que el sondeo no siguiese una traza rigurosamente vertical, en cuyo caso  todo el minucioso trabajo topográfico que yo había hecho no serviría de nada. Comenté el tema con un buen amigo, antiguo compañero de trabajo e ingeniero de minas (Rogelio Cerdeira Crespo) y confirmó mis temores. Me dijo que dada la distancia  ( los 90 metros precitados) y la escasa anchura de la galería minera (2-3 metros) si el sondeo desde el exterior llegaba a la galería (“calaba”) era por pura casualidad. Entonces advertí al encargado de la mina de esta situación , pero la idea se llevó adelante pese a todo.

Al final sucedió que en efecto el sondeo aunque iniciado (presumiblemente) correctamente se desvió. Fue muy poco, unos 6 metros “sólo”, pero suficientes en este caso para suponer un problema. Lógicamente ante esta situación era razonable suponer que el error fuese debido a mis cálculos y no a que el sondeo se hubiese desviado de la vertical. Sin embargo yo junto al encargado de la explotación fui al monte y ambos comprobamos que el sondeo se había torcido. Introdujimos una lámpara encendida por el hueco del sondeo, atada al extremo de una cuerda y de una cinta métrica. Así comprobamos que a los 25 metros de la superficie la luz de la lámpara dejaba de verse. El sondeo no era, como debiera serlo, un hueco rigurosamente recto y vertical. Mi responsabilidad quedó pues a salvo.

Al comentar el tema con quien había realizado el sondeo, me sorprendió que dudase de la fiabilidad de los trabajos realizados con teodolitos, porque me decía que él veía a los topógrafos en las carreteras con teodolitos y que cada poco cambiaban el punto de ubicación del teodolito. Aunque no comprendí en aquel momento que me quiso decir, luego llegué a la conclusión de que pensaba que a través del teodolito y mediante algún misterioso sistema se veía -a través del terreno- lo que había en profundidad.  Los topógrafos cambiaban de posición, como cuando en un monte nos movemos para esquivar por ejemplo un árbol que nos dificulta la visión de un edificio lejano. Obviamente no es cierto. Con los aparatos de topografía no se puede ver a través del terreno. Hay que buscar otros modos de poder saber, en un monte en este caso, en que punto bajo el terreno y a muchos metros de profundidad se halla la galería, que lógicamente no se ve en modo alguno.

CONCLUSION

Concluyo señalando que la empresa que hizo el sondeo se dedicaba a hacer sondeos para buscar agua subterránea. Ese tipo de empresas han acostumbrado y posiblemente siguen acostumbrando a utilizar para localizar aguas subterráneas, los servicios de  personas llamadas zahoríes que creen y aseguran que son capaces de detectar la presencia de aguas subterráneas, mediante unas facultades que nadie ha logrado explicar de modo racional y científico. En base a esos “conocimientos” indican sobre el terreno, el lugar exacto por el que discurre a una profundidad determinada esa “vena de agua” y por ello haciendo en la superficie del terreno un sondeo rigurosamente vertical es posible “dar con el manantial o corriente de agua subterránea”.

Aparentemente e insisto en lo aparentemente, aciertan muchas veces; pero es un modo de autoengaño o engaño no deliberado. Por norma general nunca se comprueba que ese sondeo que se presume rigurosamente vertical lo es. En este caso concreto de la labor minera si hubo que comprobarlo y se vio que como era de esperar el sondeo se había torcido. En cuanto a lo de hallar agua, ya creo que tanto yo como muchos otros geólogos hemos explicado infinidad de veces, que no hay manantiales de agua subterránea, tal y como los imaginan los zahoríes. Hay eso si bajo en suelo grandes extensiones de terreno en las cuales hay volúmenes más o menos grandes (a menudo veces muy grandes) de agua, contenida en los poros, huecos y fisuras del terreno. Cuando mediante un sondeo o pozo, se hace un hueco en el terreno; el agua existente en zonas que rodean ese hueco, se encamina al hueco recién creado. Por ello la probabilidad de hallar agua subterránea por el método del zahorí, parece acertado, pero no lo es. El aparente acierto es debido únicamente a que bajo el suelo hay agua en más lugares de los que parece.

 Rogelio Meléndez Tercero

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