A CIENCIA CIERTA / Buscando agua a la desesperada (I)

acequia

Hace ya muchos años, 2005 según mis apuntes, empecé a escribir sobre el problema de buscar agua subterránea. Los hice creo recordar al percatarme de que aún en pleno siglo XXI y en país como España, se siguen utilizando para buscar agua métodos propios de la Edad Media o incluso épocas anteriores y propios asimismo de países tercermundistas donde se sigue creyendo en brujerías, hechizos, encantamientos y demás.

El problema del agua en El Bierzo y más en concreto en el entorno de Bembibre, quizá en los años 50 ó 60 del siglo pasado pudo parecer mínimo o incluso inexistente. Según mis recuerdos a finales de la década de los 60 (1969 en concreto creo), se acometió en el pueblo de Castropodame, la labor de llevar el agua para consumo doméstico a los hogares. Con anterioridad no había más remedio que acudir a las fuentes y manantiales provistos de botijos, cubos y demás recipientes para recogerla y recogerla a mano (a “patita”) hasta el hogar, salvo eso si que en alguna dependencia de la casa hubiese algún pozo, en general de pocos metros de profundidad (estimo que menos de 5 m. en general) que suministraba agua para el aseo personal, cocinar y otras necesidades. Cuando se realizó la conducción de agua se captaron unos manantiales superficiales ubicados en el valle de Vendañuelo (límite con Paradasolana y municipio de Molinaseca) y de entrada pareció una solución maravillosa. Se instalaron los grifos, las duchas, las lavadoras, los servicios y demás tal y como hoy los conocemos y todo parecía satisfactorio. El agua para consumo en los hogares incluso sobraba y parte de la captada en Vendañuelo se pudo emplear para el riego. Imagino que en otras localidades del municipio (Calamocos, Villaverde…) ocurriría algo similar. 

Sin embargo, unos 20 años después ya el abastecimiento de agua para consumo doméstico empezó a ser un serio problema y no sólo en Castropodame si no también en otros pueblos del municipio. Entiendo que la razón estriba en buena medida en la gradual disminución de lluvia y nieve. El tan citado cambio climático. No obstante, no tengo datos al respecto. Supongo que en Ponferrada en la Estación Meteorológica si los tendrán y no estaría de más (aunque fuese simple curiosidad) conocerlos; pero ahora lo que toca es lo que toca. El grave problema de la búsqueda de agua subterránea, creo que ha sido recurrente y sigue existiendo pese a los remedios que ya desde hace bastantes los años se intentan poner. Es un problema difícil de resolver, pese a que aún se sigue creyendo en que con una “varita mágica” y en virtud de no sé qué extraños y misteriosos poderes, se puede saber donde hay “venas de agua subterránea” e incluso y al parecer, su profundidad, dirección, sentido, caudal y no sé cuántas características más. Ya he dicho que hace muchos años que me he ocupado de analizar este asunto; pero por simple precaución consultaré lo que voy a escribir con Carmen Ortega Martín, una geóloga que seguramente sabe mucho más que yo de este tema. Por expresa indicación suya, inserto algunos de los párrafos de este artículo.

Para un geólogo o similar, el problema del agua es fácil de entender. Se basa en tres premisas:

  • Hay materiales que retienen y albergan agua y otros que no.
  • Los materiales de la tierra están agrupados en tipos de rocas o sedimentos que se disponen de una manera horizontal en algunos casos y con diversas pendientes en otros. Algo similar a lo que ocurre con las capas de carbón.
  • Simplemente hay que localizar en una zona las capas del terreno que tienen agua y conocer su posible espesor, extensión y posición para intentar saber la cantidad de agua del subsuelo en una zona determinada y concreta.

Conocer las características y el flujo del agua en los acuíferos (capas que tienen agua) para poder extraerla es más complejo porque supone aplicar principios científicos de índole físico- matemática (Leyes de Bernouilli o Darcy entre otros) que no son fáciles de desarrollar y entender por muchas personas. Esas leyes físico-matemáticas se conocen desde hace siglos y nadie que yo sepa ha sido capaz de rebatirlas, pese a que miles o quizá millones de personas en todo el mundo las han estudiado y analizado. Los aciertos en un perforación que no responden a los criterios indicados son simplemente casuales. La casualidad a menudo interviene en cualquier faceta de la vida.

Se que para el público en general es mucho más sencillo de entender y de creer que hay en el subsuelo venas de agua subterránea (bien concretas y delimitadas como los ríos y arroyos de la superficie) y que simplemente se trata de “conectar” con ellas al igual que un fontanero conecta unas tuberías con otras, para extraer agua del subsuelo. En esta idea, totalmente equivocada, se basan las “técnicas” que muchas personas consideran lógicas y correctas, pero que no lo son. He dicho en muchísimas ocasiones, tanto en público como en privado que recurrir a las “técnicas” consistentes en buscar agua a partir de los movimientos de objetos de equilibrio inestable (podría llamarles “varitas mágicas”), son un disparate y que los “aciertos” logrados por tal método se basan en la pura y simple casualidad y en el hecho de que esos “aciertos” nunca o prácticamente nunca son analizados con mente racional y científica.

Los escasos estudios hidrogeológicos que conozco de la zona de Bembibre y su entorno, tengo que analizarlos con más calma, pero en cualquier caso y de entrada considero que la mejor opción a la vista de los datos que al menos yo conozco es aplicar una de las premisas básicas de cualquier manual de hidrogeología. Me refiero al hecho de que los ríos y arroyos de cualquier terreno y por norma general constituyen el cauce de evacuación o descarga del flujo de agua subterráneo y no sólo de los arroyos y manantiales superficiales, como cree en ciudadano corriente. Es bien sabido que a medida que nos acercamos a un río o arroyo, la concentración de líneas de flujo subterráneo que  se dirigen justamente a ese río o arroyo para abastecerlo se incrementa. Se trata de un flujo definido en base a la Ley de Darcy y no como suele entenderlo el público en general. Por tanto las zonas limítrofes a ríos y arroyos son en principio las que presentan mayor probabilidad de hallar agua subterránea. Es aquí donde en principio habría que centrar la atención. 

En el caso concreto de Bembibre y su entorno hay una serie de terrenos (llamados técnicamente terrazas) que son limítrofes con ríos y arroyos y siempre bastante planos. De entrada, serían los más interesantes para su estudio. Se trataría de las terrazas más bajas del río Boeza, del Tremor y del que baja de Paradasolana y Castrillo del Monte. Estas terrazas las podemos considerar como pequeños acuíferos. 

En estas terrazas y utilizando medios de fácil acceso para cualquier ayuntamiento o junta vecinal (una máquina retroexcavadora) se pueden llevar a cabo con facilidad una serie de labores de investigación de esos terrenos. Ello nos ayudaría a conocer las dimensiones (volumen, extensión, espesor) de esos pequeños acuíferos y también datos sobre la porosidad de ese terreno y de su permeabilidad. Asimismo datos sobre la profundidad del nivel freático y del espesor saturado. Los pozos que en su caso debe haber en esos pequeños acuíferos también pueden ser de interés. Se podrían incluso recopilar datos sobre caudales concretos. 

Es importante señalar en todo caso que cualquier estudio o investigación que se realice ha de servir para proporcionar datos numéricos concretos. No cabe utilizar expresiones sólo cualitativas como por ejemplo mucho caudal, fuerte corriente de agua, manantial poco profundo,…. Hay que dar números concretos. 

Si tras un reconocimiento previo (realizando si es preciso calicatas o zanjas) se llega a la conclusión de que los caudales de agua que se pueden captar son aceptables ( hablando siempre de números concretos) se podría pensar en la realización de un pozo a una distancia prudencial del río o arroyo correspondiente. Hay que determinar que se entiende por distancia prudencial e indicar la cifra correspondiente. El pozo entiendo que de entrada habría de ser poco profundo (menos de 5 metros por ejemplo) pero de gran superficie de forma que se lograse una gran caldera de varios metros cúbicos de agua. Como siempre llegado el momento hay que hablar de formas geométricas y medidas concretas. 

No obstante las captaciones cerca de ríos y arroyos presentan también de entrada varios inconvenientes que también hay que considerar, como por ejemplo que no siempre están cerca de las poblaciones a las que se pretende abastecer, pero esto será en el próximo capitulo. Por ahora baste decir que de entrada son las riberas de ríos y arroyos donde habría que fijar la atención, salvo que alguien tenga datos que yo desconozco. Añado también que lo indicado se hace teniendo en cuenta únicamente el relieve de la zona y unas nociones muy básicas de geología de la zona. Hay casos un tanto singulares que si procede citaré en el próximo capítulo. 

Rogelio Melendez Tercero 
 

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