Era 1977, un año que marcó un antes y un después en la vida de Carrie Fisher. Por aquel entonces, Star Wars acababa de estrenarse, y en un abrir y cerrar de ojos, la joven actriz pasó de ser prácticamente desconocida a convertirse en un ícono mundial. La fama llegó como una tormenta, repentina e implacable, y con ella, una exposición constante que poco a poco comenzó a desgastar su día a día.
Una tarde, agotada tras una interminable jornada de entrevistas y sesiones fotográficas, Carrie sintió la necesidad de escapar, aunque solo fuera por un momento. Se subió a su coche, un descapotable sencillo y algo gastado que seguía conduciendo incluso después de alcanzar la fama. Era un símbolo de sus raíces, un vestigio de la vida que había tenido antes de que las luces de Hollywood la envolvieran. Encendió la radio buscando algo, lo que fuera, que pudiera transportarla lejos del ruido y las expectativas que la rodeaban.
Mientras ascendía por las sinuosas colinas de Los Ángeles, las ondas de la radio comenzaron a vibrar con los acordes de “Heroes”, una de las icónicas canciones de David Bowie. La inconfundible voz de Bowie llenó el pequeño habitáculo del coche y, de alguna manera, también el alma de Carrie. Cada palabra de la letra parecía hablarle directamente:
“We can be heroes, just for one day…” (“Podemos ser héroes, solo por un día…”).
Carrie detuvo el coche en una curva del camino, donde el paisaje ofrecía una vista imponente de la ciudad extendiéndose bajo un cielo que comenzaba a teñirse de naranja con el atardecer. Apagó el motor, cerró los ojos y dejó que las palabras de Bowie la envolvieran. No pudo contener las lágrimas. Pero estas no eran lágrimas de tristeza, sino de catarsis. Después de meses sintiendo la presión de ser una “heroína” ante los ojos del público, alguien finalmente había expresado lo que ella misma no había sabido articular. Su papel como Leia Organa la había elevado como un símbolo de fortaleza e inspiración para millones de niñas, pero Carrie, en su interior, todavía se debatía con sus propios temores e inseguridades.
Fue en ese instante, con el eco de la canción aún resonando en su mente, cuando tomó una decisión trascendental: usaría la plataforma que la fama de Star Wars le había otorgado para algo más grande. Hablaría sobre temas de los que pocos se atrevían a hablar, especialmente aquellos relacionados con la lucha de las mujeres en la industria, la salud mental y la adicción. Ya no se trataba solo de interpretar a una princesa guerrera en pantalla, sino de ser una guerrera en su propia vida, luchando tanto por ella misma como por aquellos que también necesitaban escuchar que no estaban solos.
Cuando la canción llegó a su fin, Carrie respiró profundamente. Encendió el motor, ajustó los espejos y volvió a la carretera, no solo como una actriz bajo los reflectores de la fama, sino como una persona con una nueva misión y propósito. A partir de ese día, su vida no sería solo un reflejo del personaje que interpretaba, sino un ejemplo vivo de resiliencia y autenticidad.
David Bowie, como tantos otros artistas visionarios de su época, había sembrado una chispa en Carrie Fisher que nunca se apagaría. La canción “Heroes” se convirtió en un recordatorio constante de que, incluso en los días más oscuros, siempre era posible encontrar la fuerza para ser un héroe, aunque solo fuera por un momento.
Nicanor García Ordiz