Folgoso y su Belén

Detalle del Belén con el castillo de Herodes al fondo
Detalle del Belén con el castillo de Herodes al fondo

Folgoso de la Ribera es un pueblo hermoso, al que uno siempre le ha tenido gran cariño. Hay pueblos por los que uno siente un afecto inexplicable a priori, aunque si indagamos en el subconsciente acabamos encontrando el sentido. Uno tiende a identificarse con su paisaje, y este paisaje es como nuestra memoria.

Folgoso es uno de esos lugares evocadores que invitan a soñar, incluso despierto. Es probable que el encanto de este pueblo resida no sólo en su entorno paisajístico, espléndido por lo demás, situado en la Ribera del Boeza, en el Alto Bierzo, sino en su Nacimiento artesanal, declarado Bien de Interés cultural, y conocido dentro y fuera del Bierzo, incluso fuera de la provincia leonesa. Aunque no visito este Belén todos los años, conservo un buen recuerdo en mi memoria afectiva. No obstante, este año sí he vuelto a verlo, nada más se puso en marcha.

Cuando era un chavalín gustaba de armar un Belén en toda regla en época navideña. Entonces disfrutaba mucho montando nacimientos con el musgo y la tierra que iba a buscar al campo en Noceda. En el fondo, me entusiasmaba hacer algo artesano, hacer algo con mis propias manos. Laborar con las manos resulta a buen seguro más gratificante que intentar trabajar con el intelecto. El propio filósofo Anaxágoras decía que la inteligencia está en las manos. Confieso que sentía devoción por la Navidad y los Reyes Magos de Oriente. Con el paso de los años, en cambio, uno se convierte en un ser descreído, pelín cínico, a resultas del mundo pervertido y materialista en que vivimos, y deja de lado todo aquello que le apasionaba. Qué lástima.

No obstante, las creencias o no creencias no tienen por qué estar reñidas con el arte y la artesanía, y menos aún con un sentido espiritual del mundo, de la realidad. Pero esto daría para mucha tela que cortar. En todo caso, el Nacimiento de Folgoso es un arte maravilloso, que en un momento dado le puede ayudar a uno a viajar a otros mundos, esos mundos de infancia en los que tenían cabida los Reyes Magos del lejano Oriente, ese Oriente una y mil vez imaginado y soñado como un cuento de Sherezade, bajo un firmamento estrellado, colorido y arrullador, teñido con los sones arábigos de la sensualidad. “Desde luego que sí que te has ido lejos a buscar a los Reyes Magos”, me dijo mi estimado Juan Manuel Gabarrón, luego de contarle que la pasada Navidad, incluso la anterior, las pasé en Marruecos, ese país seductor cuyas miradas, hechas de tacto, te taladran las entrañas.

Cuando era un rapacín soñaba con algo parecido al valle del Ourika (Urika), que se encuentra unos sesenta kilómetros de Marrakech. Este valle es como el Belén real que uno siempre imaginó. A veces los sueños se vuelven realidad. Da gusto ver El Atlas nevado, mientras los camellos reposan a orillas del río Ourika, y las ovejitas cruzan el camino retorcido que conduce hasta el último pueblo, Setti Fatma, entorno salvaje y encantador, donde hay unos nogales centenarios y unas cascadas que me hacen recordar el paisaje que se encuentra en la ruta de las fuentes de Noceda del Bierzo.

Al final, uno acaba identificándose con su paisaje, que es memoria, tal vez por esto siento cariño por Folgoso, que en verdad es nuestra memoria afectiva, nuestro recuerdo proustiano.

Manuel Cuenya

Para una más amplia información consulten la web del Ayuntamiento de Folgoso www.aytofolgoso.es

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