Mi padrino Enrique era una persona bajita y coloradote de cara o sea, sanguínea, según los cánones.
Regentaba un ultramarino de su propiedad en La Coruña. Dormía en la tienda en un cuarto aledaño, en donde nos preparaba, cuando íbamos a verlo, una cama.
Despertábamos al amanecer con el olor intenso a café negro, recién hecho y de un pan, perfectamente horneado y oloroso.
Enrique, que era un experto gastrónomo, nos decía que las mejores tortillas que había probado en su vida, eran las de la “Viuda de Alfredín”, al lado del estadio de Riazor. (Allí, en “La viuda de Alfredín”, conocí a Botana, -Waldo Botana Pedreira- un defensa que jugaba en el Deportivo de la Coruña y a Juanito Acuña, que tomaban unos vinos con algunos aficionados y un pincho de tortilla. Botana estaba lesionado. Tenía -recuerdo- una pierna escayolada y me dijo: ”¿Qué cuentas, rapaz…?”. Yo no supe que responder.
Pero, además de escribir hoy sobre las tortillas de la viuda de Alfredín, debo añadir que en las Crónicas de Indias ya se documenta que en mil quinientos diecinueve se hablaba de una especie de tortilla de huevos que no solo se comían en Europa sino que los conquistadores la llevaron a América en donde los aztecas las vendían en los mercados. (En una carta a Hernán Cortés se puede leer. “ … venden huevos de gallinas y de ánsares y de todas las aves en gran cantidad y tortillas hechas con huevos”).
En la Historia General de Indias también leemos: “ Los habitantes de estas tierras comen carne y pescado asado, cocido en pan, pasteles y tortillas de huevo de muy distintas aves”…
En este Memorial, después de una larga enumeración de pobres alimentos que tomaban los montañeses, aparece uno en el que interviene dos o tres huevos batidos para cinco o seis personas porque nuestras mujeres saben hacerlas grandes y gordas, mezclando con los huevos, patatas y cebollas”…
También se dice que fue Tomás de Zumalacárregui quien durante el sitio de Bilbao inventó la tortilla de patatas como plato sencillo, rápido y nutritivo y se difundió durante las guerras carlistas.
Otros dicen que un ama de casa se la ofreció a Zumalacárregui para comer. Era lo único que tenía en casa: huevos, patatas y cebollas, mezcladas. A Zumalacárregui le gustó tanto que ordenó que la incluyesen en la comida de los soldados.
Javier López Linaje sitúa, por su parte, el origen en Villanueva de la Serena en el siglo XVII y la atribuye al marqués de Robledo.
De todas formas, todos están de acuerdo en que las patatas deben estar casi cocidas antes de freírlas y se tienen que dejar en remojo con el huevo batido media hora para que se empapen y frían mejor.
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