Finaliza este jueves el pequeño ciclo de conferencias de cine, que en esta ocasión se centra en la película El callejón de los milagros… dirigida en 1994 por Jorge Fons, que cuenta con la presencia de una joven Salma Hayek. Será en el Teatro Benevivere a las 20.15 horas
Confieso mi devoción por El callejón de los milagros. Parece que de repente me entrara una vena mística, que pa’ qué. Me trae muy buenos recuerdos esta película de mi época en México, que fue donde la vi por primera vez. Me encantó y me sigue gustando, como si fuera la primera vez. Supongo que será porque se trata de una buena película, aunque decir esto así no signifique mucho. Bueno y malo son conceptos maniqueos. ¿Verdad? En cualquier caso, está avalada por varios premios, entre ellos, la Mención Especial en el Festival Internacional de Cine de Berlín en 1995 por su excelente calidad narrativa o el Premio Goya en 1996 a la Mejor Película Extranjera en lengua española.Basada en la novela homónima del Nobel Mahfuz, El callejón de los milagros está dirigida por el solvente Jorge Fons, cineasta mexicano, tal vez no demasiado conocido fuera de su país, pero con una larga y exitosa carrera cinematográfica (véase Rojo amanecer). En todo caso, Fons, con la ayuda de su guionista Leñero, que construye magníficos diálogos, hace propia su historia, trasladando todo el meollo del cogollo a México, su tierra, porque el Nobel egipcio sitúa su novela en El Cairo en los años 40.
Por tanto, Fons da una vuelta de tuerca a la novela y la lleva a su terreno, que es el que mejor conoce, y eso se nota y se siente con gran emoción, porque lo que nos cuenta y cómo nos lo cuenta es realmente extraordinario.
El Cairo de los años 40 de Mahfuz se transforma, en esta obra maestra del cine, en la vida de unos singulares personajes (es una gran peli de personajes encarnados por excelentes actores y actrices), a los que no parece sonreírles la vida, en la Ciudad de México, años 90. Personajes atrapados, obsesionados con el dinero y el sexo, como motores vitales, incapaces de salir de la miseria… moral en la que viven inmersos. La película, en la que se entrecruzan las historias -aderezadas con humor y montadas de un modo innovador y fragmentado- se estructura en cuatro episodios, que son contados, con un lenguaje coloquial, «chilango», propio de los habitantes del D.F., desde tres puntos de vista. Hay incluso escenas que parecen repetidas porque son tomadas desde diferentes ángulos de cámara o puntos de vista, con saltos temporales hacia atrás. El montaje es del prestigioso Carlos Savage, conocido por sus colaboraciones con Luis Buñuel en películas como Los olvidados, Él, Nazarín o Él ángel exterminador, entre otras muchas y grandes.
Los puntos de vista son el de Don Ru (Rutilio, interpretado por el actor Gómez Cruz), el dueño de la cantina donde se reúnen los parroquianos a darle al dominó, al trago y al palique; el punto de vista de Almita (Salma Hayek, cuya interpretación resulta sensual, engatusadora y en verdad reveladora) que busca volar, y el de la ingenua Susanita (que interpreta la actriz Margarita Sanz, ganadora de un premio Ariel por su actuación), que es la dueña del vecindario donde vive Almita y el resto de personajes. Los cuatro episodios, todos ellos con el callejón de los milagros como escenario -de ahí el título-, corresponden a los tres puntos de vista de los protas, además de un cuarto episodio, «el regreso» (Abel regresa en busca de su amada, Almita), que sirve para concluir una trama amorosa con regusto amargo. El amor y la muerte abrazados y fundidos en el Fin.
El primer episodio, después de mostrarnos el callejón de los milagros, corresponde a Don Ru, el jefecito de una cantina, «Los Reyes antiguos», donde los habituales juegan al dominó, el típico machito mexica, con mala baba, que trata a su esposa (Doña Eusebia) como a una mierda, se enseña con su hijo Chava y su empleado el Güicho (un raterillo) y acaba sucumbiendo -ironías de la vida- a los encantos de un jovencito, Jimmy (empleado de una tienda de ropa). Algo que le revela a Abel (el peluquero). Estupendas las partidas de dominó (que sirven para introducir cada uno de los capítulos) con un cuarteto de cine, a saber, el doc, que es un dentista tuerto enredado en asuntos turbios; Zacarías, que es un mugroso y vividor, que maneja a los mendigos y acosa a Flor, la dueña de la carnicería del callejón; Ubaldo, el hombre culto, «el pinche poeta», porque se la pasa, mientras juega al dominó, recitando versos de Amado Nervo, a la vez que cita a Dante o a Platón, y Don Fidel, el dueño de una joyería, que le propone matrimonio a Almita, aunque es su madre, Doña Cata, quien lo quiere para ella. El segundo episodio se centra en Almita, que está enamorada de Abel, aunque este decide emigrar a los Estados Unidos con su amigo Chava (el hijo de Don Ru y Doña Eusebia). Almita, al marcharse Abel, acaba hipnotizada por un padrote o chuloputa, José Luis, que le promete el paraíso y la mete de lleno en el mundo del puterío de lujo.
El tercer episodio está dedicado a Susanita, la ricachona casera del vecindario, donde viven todos los personajes, como en una colmena. Es una solterona avara y «necesitada» que aspira a cumplir su sueño amoroso. Y para ello recurre a Doña Cata, la madre de Almita, para que le lea el destino con las cartas del tarot. Doña Cata le dice que encontrará al hombre de su vida, porque «las cartas lo averiguan todo» y de este modo Doña Cata se ahorrará el alquiler de Susanita, quien, tras echarle los perros al Chava, acabará topándose con el Güicho, el cual le hace la corte sólo por interés. Y el cuarto, el regreso, que cierra la peli con un desenlace trágico.
Una película que nos muestra un México tan real y tan vivo como la vida misma.
Manuel Cuenya
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