En una cueva situada al lado de un camino, en el límite del Bierzo con Lugo, unos espeleólogos encontraron huesos que resultaron ser de una mujer y de tres uros (vacas salvajes). Todos ellos habían muerto hace unos 9.300 años. Las osamentas se retiraron sin metodología arqueológica, por lo que ignoramos si esa mujer fue depositada allí mediante un ritual funerario o si cayó en la cueva por accidente u otros motivos; tampoco podemos establecer objetivamente la relación entre cada uno de los tres bóvidos y ella. Los datos perdidos son muy importantes desde el punto de vista histórico y cultural; pero, aun así, la información que proporciona el análisis de los huesos ilustra muchas cosas sobre la vida de la mujer más antigua conocida de todas cuantas han vivido en El Bierzo, incluso se ha podido hacer una aproximación la fisonomía de su cara.
Esta mujer ha sido bautizada por la ciencia como Elba, y es el individuo más antiguo estudiado a nivel genético en el Mesolítico de la Península Iberia y, también, la muestra antigua más occidental estudiada en Europa. Su linaje se remonta a hace unos 16-20.000 años y se corresponde con las poblaciones que habitaron el área cantábrica (tanto ibérica como francesa) y que colonizaron la fachada atlántica de Europa (célticos arcaicos) después de que se retirasen los hielos perpetuos. Ver el artículo de esta misma sección “Aquellos bercianos tan arcaicos”
Hace 9.300 años, cuando vivía Elba, el clima estaba cambiando, la glaciación era ya cosa pasada, los bosques estaban en expansión, y el tiempo era parecido al que actualmente tenemos. Hay evidencias de numerosos incendios forestales, el mar estaba unos 30 metros más bajo que ahora, pero subiendo aceleradamente hasta el nivel actual. Este cambio climático repercutió en la diversificación de las comunidades vegetales y animales y, con ello, aumentó los recursos alimenticios. Los grupos humanos eran pequeñas comunidades nómadas que habían empezado el cambio desde la caza y recolección a la agricultura y ganadería, es la época denominada Mesolítico. Gracias a los análisis, por las trazas químicas de sus huesos, sabemos que Elba no frecuentaba la zona concreta donde se encontró su cadáver; si no que en su constante caminar nómada habitó El Bierzo, con certeza, y una amplia zona del NW Ibérico.
Su período de lactancia fue más corto de lo habitual y, por lo que parece, a lo largo de su vida pasó bastante hambre; sobre todo en el período que va desde el destete a los 7 años. Esto hizo que sus dientes y sus huesos fuesen un poco más débiles que lo común. La escasa alimentación también provocó que Elba midiese unos 151 cm: la estatura más baja de las mujeres mesolíticas europeas conocidas. Se ha estimado que su peso era de menos de 54 kg; tenía ojos y cabello oscuros y era intolerante a la lactosa.
Recreación de la cara de Elba a partir de sus restos oseos y su ADN
En la niñez sufrió un golpe en la cabeza que le produjo una fisura de unos centímetros en el cráneo. La vida nómada, el cargar con pesados fardos durante esas caminatas y su mala alimentación, provocaron una fractura por estrés en un hueso del pie antes de que cumpliese los 16 años. Esta rotura pudo haberla dejado coja, ampliando sus problemas para alimentarse correctamente.
Sabemos que su dieta contenía un mayor aporte de alimentos vegetales que en épocas anteriores (Paleolítico), pero aún se basaba principalmente en los recursos cárnicos terrestres, probablemente de pequeños animales y huevos, sin excluir el aporte de alimentos de origen marino (si es que su trashumancia llegaba a la costa).
Existen evidencias de que las proteínas de la dieta de Elba procedían tanto de productos animales como de vegetales (legumbres), lo cual es también un cambio respecto al pasado. Además, en uno de sus dientes tenía una caries muy desarrollada, que se asocia al consumo de vegetales ricos en hidratos de carbono.
Murió joven, entre los 20 y los 40 años. El forense que la ha estudiado indica que los “múltiples signos de estrés nutricional pueden considerarse como causa hipotética de muerte”. Finalmente, el cuerpo menudo de Elba acabó en el fondo de una cueva, no sabemos si a consecuencia de una caída fatal, que sería el culmen de su difícil existencia; o enterrada con el ritual acorde al cariño de quienes la amaron en vida.
Tomás Rodríguez Fernández