Rodanillo: las posesiones del real convento de San Marcos de León

Los prados podíamos definirlos como terrenos llanos, donde se cultiva hierba para el pasto o alimento del ganado.

En el caso de Rodanillo los mejores prados, por su producción, se encontraban en los cuatro kilómetros de la Reguera Vieja o Reguera de Valdemolín, a ambos lados de la misma.

Benito González, en su libro “Rodanillo, un pueblo del Bierzo Alto-León” ya nos indica la importancia de estos pagos, por ser terrenos húmedos dan hierba de San Juan (se siega un junio) y dan después yerba de otoño o pasto. Por esta zona había muchos prados cerrados, que solo aprovechaban sus dueños.

Antiguamente el que tenía un prado, tenía un tesoro, ya que no todo el mundo disponía de ellos y el que los tenia, aseguraba el alimento para su ganado en los largos inviernos. Fueron tan valiosos que incluso el Real Convento de San Marcos de León tenia propiedades de este tipo, en este pequeño pueblo.

Este convento leones en el siglo XVI, tiene entre sus foros registro de posesiones que llevaba Gomez de Vega, que rentaban seis cuartales de trigo. Luego las llevo su hijo del mismo nombre, y solo pagaba un cuartal. (AHDL: Archivo de San Marcos D-470)

En el siglo XVII ya encontramos una descripción más detallada de ocho prados, con sus colindantes y producciones en roldos, balagares o carros de hierba de San Juan. Estos se encuentran en los lugares: Prado de la Iglesia, Tabla Vieja, Pico de Lagunas y cinco más en Lagunas. (AHDL: Archivo de San Marcos M-30/2)

En el siglo XVIII, aumentan las posesiones del convento con un prado en el fondero de Lagunas y otro en el Ferrado. (AHDL: Archivo de San Marcos M-39/2)

Santos Arias Rodríguez sobre el carro cargado de hierba, Rodanillo 1960-70
Santos Arias Rodríguez sobre el carro cargado de hierba, Rodanillo 1960-70

 

Es muy posible, que estos prados fueran dejados en herencia al convento por diferentes propietarios de Rodanillo. Hasta la llegada de la Desamortización de Mendizábal en 1836, que nuevamente fueron comprados por los vecinos. Luego se fueron partiendo en herencias y vendiendo, hasta llegar al siglo XX donde casi todos los habitantes disponían de algún pedazo de los prados o huertas, muy productivas de la reguera. A finales de la década de los 60, coincidiendo con el abandono de las zonas rurales se busca un cultivo fácil y que no de mucho trabajo, convirtiéndose muchos de ellos en choperas.

Ya en el siglo XXI con la llegada de la concentración parcelaria, los prados quedan en manos de un reducido número de dueños. Muchos de ellos, no conscientes del regalo recibido, buscan otra vez dinero fácil con plantaciones de árboles no autóctonos, perdiéndose los prados fértiles conseguidos con el duro trabajo de siglos, por los antepasados de este pueblo.

David González Hernández

 

 

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