El ailanto es un árbol de origen asiático –China y el norte de Corea. Introducido en Europa en el siglo XVIII, su presencia ha aumentado de forma exponencial en la últimas décadas en la península ibérica debido a su uso con fines ornamentales. Con una capacidad extraordinaria para expandirse por el territorio, el ailanto figura en la lista del Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras. En su ficha descriptiva puede leerse que “es un árbol de rápido crecimiento, cuyas hojas y corteza tienen efectos alelopáticos. Se reproduce principalmente por semilla (hasta 350.000 semillas/año) de dispersión anemócora, pero también se puede multiplicar por brotes de cepa y de raíz, que surgen hasta a 15 metros de distancia de la planta madre. Es resistente a la sequía, temperaturas extremas, atmósferas contaminadas, a la insolación plena y a la sombra, y poco exigente respecto al sustrato”. En lo relativo a los impactos ecológicos, se destaca su capacidad para desplazar a la vegetación nativa preexistente, dificultando su regeneración futura. El ailanto, además, “altera el funcionamiento del del ecosistema forestal y la disponibilidad de nutrientes, aumentando la concentración de nitrógeno en el suelo y su pH”. Los impactos en las infrastructuras también son notables, ya que pueden provocar daños en el alcantarillado y la cimentación de los edificios. También llamado malhuele, por razones obvias, el ailanto provoca mal sabor a la miel que se produce en el área donde abunda.
En la entrada de Bembibre (esquina calle Campomurieles con Avenida Villafranca) se puede ver un numeroso grupo de ailantos. Algunos ejemplares son de gran porte y envergadura, varios de ellos hembras, con una enorme cantidad de semillas –en alas membranosas llamadas sámaras, se disperan con el viento cuando se secan–, lo cual supone una clara oportunidad para la expansión de esta especie. Sin duda, los ailantos están colonizando el territorio y desplazando a las especies nativas, contribuyendo así a la pérdida de biodiversidad y constituyendo una grave amenaza para la salud de nuestro entorno.
El pasado 5 de julio el ayuntamiento de Bembibre y su concejalía de medio ambiente fueron informados, por correo electrónico, de esta situación, y de la necesidad de actuar de forma rápida y contundente. Tras varias llamadas, conseguí hablar con el concejal semanas después, quien me confirmó que están al corriente del problema. Las semanas siguen pasando y la vida sigue su curso. La acción del sol y el viento contribuye a secar los miles de semillas de esta especie invasora, que continuará su periplo colonizador en detrimento de la flora y la biodiversidad local. Téngase en cuenta, además, que las raíces del ailanto crecen en horizontal, de modo que nuevos árboles brotan a partir del ejemplar inicial, que bien puede estar al otro lado de la carretera. La alelopatía –bioquímica tóxica para otras plantas– propia del ailanto pone en jaque la conservación de la flora nativa.
La Constitución española recoge en su artículo 45: “Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo”. Como ciudadanos debemos hacer lo posible por conservar nuestro entorno. Más aún las autoridades competentes, en este caso, la Junta de Castilla y León y el ayuntamiento de Bembibre, quienes, en calidad de servidores públicos, tienen la responsabilidad de administrar los recursos disponibles para que la naturaleza que nos da la vida siga floreciendo. El Ayuntamiento de Bembibre debería poner en marcha, de forma rápida, un plan de monitoreo y control del ailanto en el municipio, dando a conocer la situación y animando a los vecinos a la participación voluntaria. Actuar para controlar la expansión del ailanto es una más de las medidas de conservación y protección de nuestros ecosistemas –una de tantas que desesperadamente necesitamos en este contexto de degradación ecológica acelerada. En la comarca de Pamplona, la asociación Reforestacción Nafarroa ha puesto en marcha, recientemente, un efectivo proyecto de mapeo del ailanto, a partir de las herramientas que ofrecen la educación ambiental (charlas y paseos) y la participación ciudadana (por medio de la aplicación iNaturalist). Bembibre haría bien en tomar nota de estas buenas prácticas para proteger y conservar su territorio.
Pero, ¿es Bembibre el único municipio de El Bierzo que sufre la presencia de esta especie invasora? Desde luego que no. En Ponferrada hay un grupo de ejemplares en la zona verde entre la calle Río Urdiales y la Avenida de La Puebla. También en Villaverde de los Cestos, próximo a la ribera del río Boeza, se han visto algunos ailantos. El reto, ahora, es identificar la presencia de ailantos en nuestra comarca y controlar su expansión. Los ecosistemas sanos, diversos y robustos son, además de un milagro evolutivo de incalculable valor y belleza, elementos indispensables para nuestro bienestar y supervivencia.
Nacho Casado