A CIENCIA CIERTA / El agua subterránea en Bembibre y su entorno (I)

Aunque no tenía pensado escribir sobre este tema concreto (agua subterránea en Bembibre y su entorno) en estos días me di cuenta por casualidad, de que en una zona limítrofe de los municipios de Castropodame y Bembibre, se estaban efectuando dos sondeos. No pregunté para que, pero deduzco (dada su profundidad), que son para obtener agua. Tampoco pregunté porque se emboquillaron en esos puntos concretos y sólo me interesé por el tipo de terreno cortado. Deduzco partir de lo que me dijeron (y que agradezco sinceramente), que en esa zona a la cota de 550 metros sobre el nivel del mar, el terreno que encontramos son unas pizarras de tonos muy oscuros (se pueden confundir con carbón), que son las mismas que se encuentran por ejemplo al sur del casco urbano de Villaverde de los Cestos y en profundidad. Se conocen en términos geológicos, como las Pizarras de Luarca. Por encima de estas pizarras lo que hay es el típico terreno suelto y más o menos rojizo formado por capas irregulares, de límites muy poco definidos y que tienen arcilla, con arenas más o menos finas y cantos rodados (redondeados) de muy diversos tamaños.

 Se da la circunstancia de que desde hace unos 20 años he venido observando (y con cierto disgusto todo hay que decirlo) que una y otra vez a la hora de realizar algo tan complicado (y costoso) como buscar agua subterránea se recurre a absurdas creencias, que desde el punto de vista racional y científico, tienen la misma credibilidad que el  cuento de “Blanca Nieves y los Siete Enanitos”. Me refiero al método que utilizan los zahoríes y que seguramente es más conocido que la diferencia entre una arcilla y una pizarra.

BUSQUEDA RACIONAL DE AGUA SUBTERRANEA. GEOLOGÍA

Para buscar agua subterránea en cualquier parte del Mundo, hay que conocer previamente una serie de realidades concretas. Entre ellas el tipo de terreno que hay bajo el suelo. Pero no sólo esto, también otros muchos más detalles expresados todos ellos mediante un lenguaje matemático. Es decir con una serie más o menos extensa de números. Aquí está la clave. Si tuviese que explicar como se busca de modo racional agua subterránea, debería escribir no un artículo (por cierto he escrito muchos), debería escribir un libro de más de 100 ó 200 páginas. Es algo así como si nos acercamos a un hospital (sin saber nada de medicina) y preguntamos a un doctor que nos explique en pocos minutos, como hay que hacer un trasplante de corazón. O como sin saber nada de matemáticas, queremos diseñar un viaje a la Luna.

Quien hace un sondeo para buscar agua, pretende saber lógicamente a que profundidad la hallará y que caudal. Por ejemplo a los 15 metros y con un caudal de un litro por segundo, sería una buena respuesta.  Estas respuestas a simple vista parecen sencillas de responder, con el método del zahorí, porque se contestan en base a sensaciones, intuiciones, corazonadas…o algo similar. Basándonos en sensaciones que creemos sentir, se podría señalar no sólo la profundidad o el caudal, también se podría indicar la dirección y el sentido de esas imaginarias corrientes de agua subterráneas y cualquier otro parámetro que se nos ocurra. En la ciencia sin embargo todo aquello que no se pude pesar, medir o contar…suele carecer de valor. Aquí está “el gato encerrado”.

¿Cuánto caudal de agua nos dará un sondeo?. Es esta una pregunta que si no tenemos muchos datos matemáticos previos, es absurda. Es como si preguntamos: ¿Qué caudal de agua proporcionará un grifo?. Es obvio que la medida de este caudal dependerá de una serie de datos que debemos conocer previamente. Por ejemplo, la presión del agua , las medidas concretas del hueco por el que ha de salir el agua, la apertura del grifo expresada matemáticamente…

En el entorno de Bembibre y en las zonas en las que habitualmente se necesita buscar agua subterránea, nos encontramos con el tipo de terreno que los geólogos llamamos el Terciario y el Cuaternario. Es como digo la norma general, ya que también hay otros. Este tipo de terreno (Terciario/Cuaternario) se extiende en profundidad en muchos casos unos 100 metros o incluso mas. Las capas que lo forman y muy al contrario de lo que ocurre con las capas bien conocidas de carbón, son muy discontinuas. Tienen  formas muy irregulares, varían de potencia en menos de 10 metros a veces y para tener una idea aceptable de las mismas, habría que hacer una cantidad de sondeos y estudios geológicos tan enorme, que dudo que sea rentable. Ver dibujo adjunto.

Este dibujo no está a escala y lo único que pretende es mostrar que las capas del terreno tienen formas muy irregulares. Las llamadas “malas” son aquellas poco aptas para extraer agua de estas. Las “buenas” son aquellas más favorables para que se puede extraer agua de las mismas. En la práctica y si se quiere hablar correctamente, hay que hablar de capas con más o menos porosidad, permeabilidad y otras características y expresar este dato con números concretos, que hay que lograr realizando las medidas y pruebas oportunas.

A medida que profundizamos en el terreno la probabilidad matemática de hallar agua es mayor, pero aunque  no entiendo de bombas para extraer agua del subsuelo, si me consta, que a medida que el agua se halla más y más profunda, el coste aumenta y llega un punto en que puede no ser asumible.

 En el terreno (Terciario y Cuaternario) del entorno de Bembibre y en  circunstancias excepcionales, podemos hallar lo que técnicamente se denomina un acuífero confinado. Sería engorroso y largo explicar en que consiste.  En este tipo de acuíferos y bajo condiciones singulares podríamos extraer caudales de agua constantes y de modo continuo, al menos durante un cierto tiempo. El caudal en estos casos será igual al resultado de multiplicar, la permeabilidad del acuífero, por la sección circulante del agua y por el gradiente hidráulico. Es la aplicación de una fórmula matemática conocida desde el siglo XIX y llamada fórmula Dupuit-Thiem. Cada uno de estos tres valores requiere hacer una serie de medidas y estudios previos. Por ejemplo si se trata de un sondeo circular (es lo normal) hay que saber el diámetro de este ( 10-15-20…cm) y la medida del espesor del acuífero. Para ello hay que saber previamente las dimensiones de ese acuífero. Además hay que determinar matemática mente los otros parámetros, lo cual es muy complicado.

Lo normal es que nos encontremos con acuíferos de los llamados libres en los cuales (¿curiosamente?) el cálculo matemático es más complicado. En cualquier caso la cuestión, es que existen métodos científicos para calcular el agua (caudal expresado con números) que se puede extraer de un sondeo, pero…para ello hay que realizar previamente una serie de estudios, cuyo coste es sin duda muy superior al de un sondeo. Por ello la “técnica” de probar suerte es la única de entrada recomendable.

El método científico para ser utilizado requiere conocer una serie de datos matemáticas. Veamos un supuesto. Si sabemos que a 50 metros de profundidad  hay una capa arenosa con un 20% de porosidad eficaz o efectiva y que esta capa tiene un espesor (potencia) medio de 1 metro y una extensión  de 1000 metros, es evidente que en esa capa (acuífero) hay 200 metros cúbicos de agua almacenada, que con técnicas adecuadas (y también dependiendo de la posición de esa capa) podríamos extraer. Así es como hay que trabajar. Obviamente el gran problema es saber previamente si existe y donde esta esa capa, desde donde hasta donde llega y si realmente tiene un 20% de porosidad eficaz. Demasiado lio…pero es lo que hay. Después está el asunto de la recarga del acuífero. Si llegamos a un periodo de sequía muy prolongado, ese manantial subterráneo, podría agotarse y de nada servirá tratar de sacar agua.

Bajo el suelo de Bembibre y pueblos de su entorno (Almázcara, San Miguel…) en general hay a menudo lo que se conoce como terrazas fluviales el Cuaternario, que son terrenos arenosos, con muchas “piedras de río” y que en principio son buenos para almacenar agua. Pero hay que saber (midiendo) cuál es su porosidad efectiva. Suelen tener poco espesor (menos de 10 metros que hay que verificar) y están horizontales. Hay que determinar también la posición del nivel freático. Además hay que tener en cuenta que no es lo mismo el volumen de agua almacenado en una zona concreta el subsuelo, que  el caudal que se puede obtener de ese almacén subterráneo de agua.

 Además, tenemos otro tipo de terreno, que ocupa mayor extensión superficial y mayor volumen. Es el llamado Terciario, terreno rojizo con abundante arcilla (“barro”) y a veces muy duro (“barro peña”) y otras no tanto. Un buen trabajo sería hacer un mapa detallado (similar a los realizados donde hay capas de carbón) de todas las capas de arcilla, arenisca, conglomerados que se ven en varios kilómetros alrededor de Bembibre y en superficie. Buen trabajo si, pero que requiere un esfuerzo muy grande. Las capas de estos terrenos rojizos no son tan continuas como las capas de carbón. Basta fijarse un poco en los taludes de los caminos y carreteras para comprobar como una capa arenosa en pocos metros desaparece. Además hay que saber lo que hay en profundidad.

En el caso del carbón las minas daban pistas para localizar en el interior del terreno las capas que “floreaban” en superficie y además se hicieron muchos estudios que nos han permitido conocer numerosos datos de las distintos grupos o paquetes del terreno, de las distintas capas, (potencias, continuidad, formas que adoptaban, ubicaciones concretas…); pero nada equivalente se ha realizado con las capas del Terciario/ Cuaternario. No obstante algo (muy poco comparado con lo referente al carbón), si se ha hecho. Lo veremos en el siguiente artículo.

Rogelio Meléndez Tercero

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