A CIENCIA CIERTA / La toponimia y el relieve en los planos

Desde que siendo niños empezamos a conocer los mapas nos hemos acostumbrado a interpretar o al menos a intuir el relieve. En el caso de los mapas de España (o si se quiere la Península Ibérica) mediante una gama de colores y de un simple vistazo ya se dibujaba el relieve general de España. Una serie de cordilleras (cadenas de montañas) que van de Poniente a Naciente (excepto la Ibérica) y lógicamente los correspondientes valles por los que discurren los principales ríos. El Duero, el Tajos, el Ebro… No obstante esta es una forma de dibujar y representar el relieve de modo un tanto ambiguo o impreciso desde una perspectiva geométrica.

Además de cordilleras, llanuras y ríos aparecían una serie de nombres de los mismos como es lógico, que servían para denominar los diferentes accidentes geográficos como los cabos o los golfos. En mapas de provincias u otros de ámbito inferior al del conjunto de España, se ha seguido muy a menudo la misma tónica. Posteriormente aparecieron los mapas en relieve (hay uno muy conocido del Bierzo) que en realidad son una maqueta del terreno, es decir no son superficies planas como los mapas normales. En este mapa del Bierzo, el relieve está exagerado si bien en una proporción matemática bien conocida, en concreto 2,5 a 1. Entiendo que se hace así porque de lo contrario el relieve apenas se vería y eso que El Bierzo es una zona con muchas montañas. Este tipo de mapas permite ver el relieve de modo muy parecido a como se vería desde un avión o un helicóptero.

En cualquier caso el invento verdaderamente esencial fue el de las curvas de nivel. Al parecer se empezaron a utilizar ya en el siglo XVIII, aunque yo no las descubrí hasta el año 1973 (aproximadamente). Las curvas de nivel son un modo gráfico de dibujar el relieve de tal suerte que en una superficie plana ( un mapa impreso en papel por ejemplo), es posible ver el terreno tal cual es, esto es con sus montes, valles y demás.

SENDEROS DE PENDIENTE NULA

Si en un monte o un valle trazamos una serie de senderos con pendiente nula, lo que realmente haremos es seguir exactamente el trazado de una curva de nivel. Si después trazamos otra, pero a una altura respecto a la anterior de por ejemplo 10 metros tendremos otra más. Las alturas de una curva de nivel se expresan siempre y obviamente en unidades (metros en general) medidas en vertical. Si se expresaren de otro modo, supongo que los cálculos que se han de efectuar a partir de las mismas serían más complicados y además sería mucho más difícil ver el relieve, pero en fin ahora estamos a otro tema. La cuestión es que si en un monte o en un valle o en cualquier tipo de relieve habitual, trazamos numerosas curvas de nivel y después hacemos una fotografía con la cámara en posición vertical y a una cierta altura (cuanto más mejor) utilizando un globo o un avión la imagen que obtenemos es muy parecida a un mapa con curvas de nivel. Muy parecida si pero no exacta.

Cuando hacemos una toma fotográfica o cuando miramos, lo que estamos haciendo es una serie de visuales que se abren en abanico. Si nos alejamos más y más del objeto la amplitud de esas infinitas visuales va disminuyendo y tienden a ser paralelas. Las visuales en abanico dan lugar a imágenes en proyección cónica, que a medida que nos alejamos del objeto se va convirtiendo en casi ortogonal es decir visuales paralelas. La proyección ortogonal es la utilizada para levantar por norma general los planos topográficos de uso corriente. Por ejemplo los de escala una a 25 000 ó uno a 50 000 que deben ser los más utilizados, por multitud de personas (montañeros, senderistas, cazadores…) que no tiene que ser técnicos.

No hace falta tener mucha imaginación para entender que esos planos (ver figura) con curvas de nivel dibujan las formas del relieve. Dicho de otro modo una persona habituada a manejar esos mapas con curvas de nivel es capaz de ver en tres dimensiones aunque el plano sea por definición y obviamente una superficie plana. Cualquier persona que al mirar un mapa de estos vea el terreno representado pero en tres dimensiones, es que ya está bastante avanzada en el entendimiento de mapas topográficos. Este es un punto crucial e importantísimo. Si somos capaces de ver en un mapa con curvas de nivel el espacio en tres dimensiones, es como si estuviésemos mirando el terreno desde un globo o un helicóptero o algo similar. De esto se deduce que cuando comparamos lo que vemos en un plano con curvas de nivel con el terreno representado en el mismo, hemos de situarnos en zonas altas. Cuanto más altas mejor.

En el mapa que se adjunta a este texto y de un solo golpe de vista podemos ver por ejemplo una línea de cumbres que pasa por donde pone “Boca del Redondal” y “Peña de la Becerra”. Al norte la pendiente desciende hacia el norte y al sur al contrario. Se distinguen numerosos valles. Se ve perfectamente donde la pendiente es mucho más o menos acusada. Se ve la traza de los arroyos…y un sinfín de detalles más.

Cabe añadir que en un mapa con curvas de nivel no sólo vemos el terreno en relieve. Hay algo mucho más importante. Se pueden efectuar medidas de pendientes, hacer cubicaciones y otras muchas operaciones geométricas y matemáticas que son imposibles de hacer cuando vemos el terreno desde una cierta altura.

LA TOPONIMIA

Del mismo modo que en los mapas de España de las escuelas se colocaban los nombres de montes y ríos, en los mapas topográficos con curvas de nivel se colocan los nombres de ríos, arroyos, fuentes, valles y también de los parajes más diversos. Los parajes son zonas de terreno que reciben nombres, que en cada zona se atribuyen a esos espacios de terreno de limites siempre ambiguos. Valle de la Masera, Chano de las Trampas, Cantarranas, San Cebollón, Valdespino… la lista podría ser infinita.

Sobre el estudio y significado de los parajes (toponimia) se podría muy bien escribir un extenso artículo. Estos nombres siempre tienen alguna razón de ser. Hacen referencia a la historia o a cualquier otra característica relacionada con esas denominaciones. A lo largo de la historia los nombres de los parajes han sido la pieza clave para saber donde se hallaba una finca o una fuente por ejemplo. Un paraje puede ser un campo de reducidas dimensiones y su entorno o el entorno de una fuente, pero también un valle más o menos extenso. Los nombres de los parajes cambian con el discurrir del tiempo y además varían en función de la fuente de información. Así una misma zona o paraje, puede recibir distintos nombres en función del pueblo al que se le pregunte su nombre e incluso sospecho que también en un mismo pueblo. “Mirabuenos” para unos vecinos es “Manzaneo” para otros. El camino de “El Ferrao” para unos es el camino “Negro” para otros. El campo de “La Matona” para unos es el campo del “Vaso” para otros y antiguamente el campo de “La Llampada”.

Al escribir en un mapa topográfico el nombre de un paraje, resulta un letrero de más de un centímetro a menudo. Esto en el terreno puede suponer una longitud de más de 250 ó 500 metros (en función de la escala del mapa) y esa distancia en general no coincide con la extensión del paraje. Otras veces están mal situados sobre el mapa los letreros, por razones sencillas de entender, pero que no viene al caso ahora explicar. En definitiva, hay múltiples factores que inducen a crear confusión. Sin embargo el ciudadano corriente suele prestar mucha atención a esos nombre de parajes. Es lógico que así sea. Leer hoy por fortuna sabe cualquiera, pero ver en un plano topográfico el relieve ya no tanto. De este modo cuando el nombre de un paraje está claramente mal señalado en un plano, ello induce a errores a veces enormes. Voy a poner un ejemplo para finalizar.

EL ERROR GARRAFAL

Hace ya muchos años y en una fecha que recuerdo perfectamente, estaba yo con otras personas en el borde meridional de una pequeño campo llamado el campo de los Cousos. Su posición es X= 707 745; Y= 4 715 440. Su cota (Z) o altitud es 980 metros sobre el nivel del mar. En ese borde citado el deslinde del término municipal de Molinaseca, dibuja en los mapas una especie de pico y en ese pico se halla el borde del campo donde nos hallábamos. A una distancia de un kilómetro y media de allí ya hacia el naciente se halla la cumbre del monte llamada Cumbre de Capilloso o Teso del Capilloso. X=709 180; Y= 4 715 170 y altitud 1351 metros. Allí el deslinde en cuestión no discurre por la misma si no a una distancia de 800 metros hacia el sur. Es decir discurre siguiendo a efectos prácticos la traza de la corriente fluvial del arroyo de Vendañuelo. El tema que estábamos dilucidando era si ese deslinde llegaba o no hasta el Teso de Capilloso. A la vista de los planos y del relieve representado en los mismos era evidente que no. Las partes que estábamos discutiendo ese tema teníamos eran los mismos planos. Por ello me sorprendió que alguien de los presentes me dijese que según el plano ese deslinde si llegaba al Teso de Capilloso.

Cuando pedí que me lo mostrasen al ver el plano y las explicaciones me di cuenta de lo que sucedía. En el mapa figuraba un letrero que dice “Teso del Capillos” y colocado justamente al lado de lo que sobre el terreno es el campo de Los Cousos. Ese letrero en realidad debía ir colocado en la que es la cumbre del monte. Pero en la cumbre pone “El Mayadin” sin más. Mi interlocutor tenía el mismo plano que yo, pero (comprensiblemente) no veía el relieve veía sólo los nombres. Por ello no era capaz de situar sobre el mapa el lugar donde nos hallábamos y creía que ese pico que sobre el plano dibuja el deslinde, no estaba en el terreno donde nos hallábamos si no un kilómetro y medio al naciente.

Termino señalando que en una edición posterior del Mapa Topográfico Nacional, se ha corregido ese error y ahora ya no hay lugar a propiciar ese error pues se han modificado los letreros.

Rogelio Meléndez Tercero

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
WhatsApp
Telegram

También podría interesarte

Destacadas de Bembibre Digital cabecera