A CIENCIA CIERTA / El Sol, la Luna y las “espectaculares mediciones” de los antiguos sabios griegos

“No dejes que la verdad te estropee una buena historia”, es una conocida y en mi opinión muy desafortunada frase cuando se trata de informar a la sociedad y sobre todo cuando se trata de divulgar la ciencia. Esa frase puede ser lógica para escribir novelas, poesías o cuentos; pero no para divulgar el conocimiento científico. Sin embargo y por lo que observo, incluso a la hora de divulgar el conocimiento racional de nuestro mundo, se suele recurrir con demasiada frecuencia al empleo de informaciones sensacionalistas y de discutible veracidad. Un buen ejemplo, es todo lo referente a los conocimientos que los sabios de la Antigua Grecia poseían de astronomía y en concreto de las distancias que nos separan del Sol y la Luna; así como los tamaños de estos cuerpos celestes. Sospecho que muchas de las informaciones que sobre este tema circulan por Internet y otros medios de difusión, son exageradas, inexactas y/o confusas.

Claro que para conocer con rigor los estudios de los antiguos griegos, habría que leer los textos originales o en su caso las copias más antiguas conservadas. A menudo sucede que con el transcurso del tiempo (siglos), en el proceso de transmisión de los datos se producen modificaciones más o menos notables. Este es un punto que hay que tener en cuenta siempre. Yo he prestado especial atención a lo que hace años publicó I. Asimov y sobre todo a un análisis matemático del tema, que yo mismo publiqué en el año 2012 (julio-agosto-septiembre), en una revista especializada en asuntos de astronomía. Es la revista LEO, difundida por la Asociación Leonesa de Astronomía. En concreto en el número 103 de la misma. Aconsejo a quien quiera saber de que va el asunto que lea este artículo mío de hace más de 10 años.

ASPECTOS POSITIVOS

En base a los datos que yo conozco y que he analizado muy, muy a fondo y de moto estrictamente matemático; afirmo que los antiguos griegos si fueron capaces de indicar como podemos intentar medir de modo razonablemente aceptable los tamaños del Sol y la Luna, así como las distancias a las que se encuentran. Lo hicieron utilizando una tecnología que es prácticamente nula y que tenemos a mano cualquiera y unos razonamientos y conocimientos de índole geométrica y matemática, tan simples que son propios de alumnos de enseñanza primaria. Por ejemplo debieron ser capaces de comprobar que los tamaños del Sol y la Luna vistos desde la Tierra, son a muchos efectos iguales. Es un tamaño similar al que presenta una moneda de un euro vista a 2,50 m. Es decir a efectos prácticos un círculo de un diámetro de medio grado sexagesimal.

Para ello llevaron a cabo una serie de observaciones y mediciones de diferentes fenómenos observables a simple vista y cuyos los resultados se van engarzando de tal modo que a partir de un primer dato se van obteniendo otros. Este primer dato es decir la llave que permite iniciar el proceso de cálculo es el conocimiento de las medidas de la Tierra, pero como he señalado no es el único. El proceso (siempre geométrico y matemático) que si llevaron a cabo los antiguos sabios griegos, requiere paciencia e ingenio y sospecho que muchos, muchísimos estudiantes universitarios de nuestros días, son totalmente incapaces de llevarlo a cabo. Aquí es donde supongo que radica el aspecto sensacionalista del tema.

Gracias pues a una serie de observaciones, mediciones y cálculos lo que si lograron al parecer conocer los antiguos sabios griegos, fue el tamaño de la Luna (aunque no me consta que Asimov lo dijese de modo expreso) y su distancia ; aunque siempre eso si de forma no exacta pero si bastante aproximada a la realidad. También el tamaño de la Tierra, como es sabido.

ASPECTOS NEGATIVOS

Además de lo ya señalado sobre el discernimiento entre lo publicado hace muchos siglos y los datos que hoy vemos escritos, hay que indicar que en esas antiguas mediciones hubo en varios casos suerte. I. Asimov señala que en el caso de la célebre medición de Eratóstenes, que permitió conocer de modo aceptable a muchos efectos las dimensiones de nuestro planeta, hubo suerte. Cualquier persona que sepa algo del asunto se dará cuenta fácilmente de que en efecto, si el resultado de esa medición fue razonablemente correcto, se debió quizá a la casualidad como expuso Asimov. Si el resultado de la medición de Eratóstenes hubiera sido mucho más incorrecto de lo que lo fue, el cálculo toda una serie de magnitudes concretas más (tamaños de la Luna y el Sol así como las distancias a las que se hallan); se hubiera visto trastocado.

En cualquier caso lo que si está fuera de toda duda, es que al intentar calcular el tamaño del Sol y su distancia a nuestro planeta obtuvieron unos números totalmente disparatados. Por ello decir que fueron capaces de calcular a que distancia se halla el Sol es una mentira o una media verdad tan matizable que no es admisible. También es inaceptable el tamaño calculado del Sol. Para ser justos digamos que si llegaron a la conclusión de que es claramente más grande que nuestro planeta, lo que obviamente es cierto.

MIS CALCULOS Y CONCLUSION

En el año 2012 yo realicé un estudio detallado de este tema. Como es obvio tuve en cuenta que las distancias que nos separan del Sol y la Luna varían dentro de ciertos límites. También tuve en cuenta que al hablar del tamaño del Sol y de la Luna (y de la Tierra) hay que discernir si estamos hablando en términos de masa o de volumen e incluso que el volumen se expresa matemáticamente en función del radio o el diámetro de un cuerpo esférico. También tuve en cuenta que un cuerpo esférico perfecto quizá no existe. En el caso de la Tierra sabemos que no es una esfera perfecta y por tanto hablamos del radio medio de la misma.

Asimismo hay que tener en cuenta que en cualquier operación de medida, lo que se obtiene es un resultado con ciertos márgenes de error y que la medida sólo es correcta si esos márgenes de error son aceptables. Tras todo eso y utilizando los métodos de medida que al parecer utilizaron los antiguos griegos, traté de calcular las distancias al Sol y a la Luna así como los tamaños respectivos de estos cuerpos celestes. Tuve eso si la precaución de utilizar los datos que se logran a través de los medios modernos, datos que sin duda los antiguos griegos sólo podían conocer de modo muy aproximado. Yo utilicé los datos que se pueden ver en las publicaciones del Observatorio Astronómico de Madrid por ejemplo. Como dato de partida (dato importante) he tomado como valor del radio terrestre 6371 km y tras realizar varios gráficos y una serie de operaciones matemáticas relativamente simples pero que hay que combinar de modo adecuado, obtuve una serie de datos numéricos concretos.

Por partida doble logré hallar radio del Sol y la distancia a la que se halla. También y por partida doble la distancia Tierra-Luna y también el radio de la Luna; si bien en este caso no por partida doble. Obtuve 17404 km. Respecto a las otras magnitudes los resultados fueron los siguientes. Radio del Sol 677 391 km. Distancia a nosotros 148 , 57 millones de kilómetros y por último la distancia a la Luna 376 731 kilómetros. Quienes tengan unos conocimientos elementales de astronomía y matemáticas , se darán cuenta de que son datos tan cercanos a la realidad hoy conocida y recomprobada que se han de considerar totalmente correctos. Esto supone que ese método de cálculo que al parecer ya diseñaron hace más de 20 siglos los sabios griegos, es correcto sin duda alguna; pero eso si, siempre que se disponga de unos utensilios de medida adecuados, utensilios que lógicamente no tendrían los antiguos sabios griegos.

Por tanto decir que los griegos hace ya más de 20 siglos fueron capaces de medir la distancia que hay hasta el Sol, es totalmente falso. También que determinaron el tamaño del Sol. Decir que propusieron medios para poder conocer esos datos, a partir de observaciones que se pueden hacer a simple vista para medir esa distancia; si puede considerarse cierto. Luego las llamadas “licencias periodísticas” y el afán de publicar noticias sensacionalistas a menudo dan lugar a distorsiones de la realidad. Las imágenes que adjunto son las que publiqué hace años en la revista LEO ya citada.

Por cierto en ese artículo (por si alguien lo lee) al hablar del movimiento de la Luna, quizá no me explique bien. Al hablar de ese movimiento me referí al movimiento propio de la Luna y no al aparente y observado a simple vista desde la Tierra, que es resultado de la superposición del movimiento lunar propio y del de rotación terrestre. Para no dejar ningún cabo suelto, añado que he vuelto a revisar con calma ( y los seguiré haciendo) mis cálculos y el texto del artículo observando que alguna de las ideas quizá deberían ser mejor explicadas. También los datos que publicó I. Asimov, en los que creo advertir algún pequeño despiste. Quizá es debido a un error en la traducción del escrito original. Es un asunto complicado y por ello nada tiene de extraño que tuviesen que pasar muchos siglos hasta que esos antiguos cálculos y estudios de los sabios griegos pudieran ser revisados y contrastados por otros descubrimientos posteriores. Esto ocurrió a partir del siglo XVII, pero este ya es otro asunto del que también hace años me ocupé.

Rogelio Meléndez Tercero

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