En estos tiempos tan “prósperos”, cuando los valores éticos desfallecen y la educación se considera un pilar fundamental tanto por políticos, padres y, por supuesto, esos docentes vividores de la Cosa Suya, nos encontramos con una incoherencia por parte de la Junta de Castilla y León. Me refiero al proceso selectivo de los que serán los guías de sus hijos (me refiero a los suyos propios, estimado lector, no a los de grandes figuras sociales que tienen un elevado estatus socio-económico a costa de la Cosa Pública). Es irónico que nuestra querida Junta goce de prestigio en educación, gracias al estudio PISA de 2012, que afirmaba que el rendimiento de los centros seleccionados estaba al nivel de Finlandia, Suecia o Islandia, pero al mismo tiempo permita la barbarie de que un opositor saque un 10 en la oposición y se quede descompuesto y sin plaza. ¿Por qué? Fácil y sencillo para toda la familia.
El sistema vigente para seleccionar educadores consta de una fase de oposición y otra de concurso. Esta última fase supone tener cursos de formación (pagar ya saben…), otras titulaciones (¿más formación o más dinerito?) y antigüedad (tranquilos, Franco no oposita). Se preguntarán ustedes el para qué pedir antigüedad a los nuevos opositores pero se les olvida que hay vida anquilosada en las bolsas de interinos. Estos, que no necesariamente han aprobado la oposición, hacen valer sus puntos de antigüedad, que seguirán manteniendo, ya que no se les obliga ni siquiera a aprobar el primer examen. De modo que para ellos es veni, vidi y levantarse a la media hora (o lo que es lo mismo: vici). Esto nos lleva a que el camino para ser docente consiste en pertenecer a una bolsa de sustituciones y tras varios años rodando de aquí para allí, acumular puntos como si la docencia se asemejara a ese juego de cuchillos que hay en el supermercado.
Lo cojo y mudo es que ni sindicatos ni profesorado se llevan la cabeza a las manos ¿O era al revés? ¿Qué pasaría si un juez llegase a ser tal por tener puntos, aunque no se supiera el código legal mejor que los demás aspirantes? ¿o si un médico interno residente pudiera serlo presentándose solamente al famoso y aclamado MIR pero sin necesidad de aprobarlo? Lo que sucedería es que alguien alzaría la voz para decir que es una irresponsabilidad y un sin sentido que ocupen un puesto de tan inmensa responsabilidad personas que no poseen la capacidad ni la competencia que derivan del esfuerzo y la dedicación al conocimiento.
Pero no desviemos la mirada y no olvidemos que son los políticos quienes orquestan este sistema y se aprovechan de los interinos para no sacar plazas no vaya a ser que nos quedemos sin dinero para otros menesteres que preocupan más a los políticos. No obstante, la comunidad educativa debería sancionar este sistema y si no lo hace es que hace uso y disfrute del mismo.
Por mi parte, hoy alzo la voz y espero que alguien me escuche.
Carlos Becerro Gil