Miguel Ángel, a quien le tocó nacer en plena siega del pan y a mediodía, según él, es un excelente periodista, un ilustre e ilustrado de Noceda del Bierzo (aunque lo nacieran en el pueblo de Quintana de Fuseros, en el Bierzo Alto).
«Nacer cuando más trabajo hay en casa marca a uno de por vida», añade. Y él quedó marcado por el trabajo para bien, porque ha logrado, gracias a su esfuerzo y su inteligencia, estar donde está ahora, en Berlín, como Corresponsal de Televisión Española, lo que a uno le da una enorme alegría porque, además de paisano y amigo, es una persona que se lo merece de verdad, porque nadie le ha regalado nada.
Cuenta que siendo un niño, con once años, lo metieron en un tren, con una maleta que pesaba el doble que él, con destino a Madrid. En la estación lo esperaba su tía para llevarlo a un colegio de curas, uno de esos internados que explotan a los rapacines haciéndoles trabajar para ganarse el garbanzo. La realidad española de entonces, sobre todo para la clase humilde, que es siempre quien lleva los palos, no daba mucho de sí. A pesar de todo, tuvo la posibilidad de estudiar, aunque le confiscaran la adolescencia y lo exprimieran en aquel colegio medieval. Como él mismo confiesa. Otros, en cambio, se quedaron a verlas venir en un nebuloso y polvoriento espacio-tiempo. Aunque resulte irónico y hasta paradójico, Miguel Ángel ha tenido la suerte de vivir en la Edad Media y en la época actual, véase también el caso de Luis Buñuel, sin realizar viajes extraordinarios al pasado ni al futuro, como tantas veces hemos visto en películas de ciencia ficción, lo que debe resultar muy estimulante e instructivo.
Aunque nació y vivió en Quintana de Fuseros hasta los siete años, los más importantes en la vida de casi todo el mundo, asegura, uno lo considera de Noceda del Bierzo, porque su familia materna y casi todos sus hermanos (salvo José Antonio, alias Chalton, que también nació en Quintana) vieron la luz en este pueblo de la serranía de Gistredo.
No obstante, cada cual es de donde siente su arraigo, que no es sólo una tierra, un paisaje, sino que puede ser un latido de tambor, un sonido de chifla o un calor de amistad. Siempre la amistad como valor preciado.
Miguel Ángel, en cualquier caso, es o debe ser de cualquier sitio donde se siente bien, porque ha vivido en varios lugares, como en Valladolid, donde comenzó inaugurando el Centro Territorial de Televisión Española, o en Madrid, donde ejerció, entre otras responsabilidades, la de Editor de la 2 Noticias y la de Director de Programas de Actualidad de los Servicios Informativos de TVE.
Nunca olvidaré, estimado Miguel Ángel, cuando me llevaste al aeropuerto de Barajas para tomar un vuelo a México. «Llévate esta botella de orujo, que te sentará bien». Cuando uno se va fuera, a tantos miles de kilómetros de la matria/patria, cualquier recuerdo sienta bien, máxime de alguien que sabes te tiene afecto. O cuando me recibiste, hace unos meses en Berlín, me mostraste tu lugar de trabajo -desde el que gozas de vistas increíbles sobre la capital germana-, y esas huellas terribles del Muro. Y aun me ofreciste una bici para recorrer la ciudad, aunque al final no la utilizara. A lo mejor es que compartimos memoria, esa memoria que es paisaje (el útero de Gistredo), como nos recuerda nuestro paisano Llamazares.
Me alegrará volver a verte el 18 de diciembre en nuestro pueblo, que gracias a personas como tú, ya es universal. Un fuerte abrazo. Y hasta pronto.