Es imposible abstraerse del tema coronavirus… y aquí me tiene trasnochando.
He pasado un día más o menos tranquilo, teniendo puesto en el Bar un canal que no diera información, pero preguntándome si era lo correcto tener abierto.
En cuanto a afluencia de clientes, y para mi sorpresa en este triste Viernes 13, ha sido un día normal tirando a bueno. Supongo que nadie sabemos exactamente qué hacer y mientras lo asumimos hacemos vida normal; y un pueblo, al no estar abarrotado de gente, da sensación de mayor protección. Sin duda el virus no lo tiene tan fácil si no hay masificación, y el miedo aquí también llega más despacio. Es una satisfacción, aún más ahora, vivir en un pueblo; pero en definitiva, una de las cosas que me quita el sueño es la decisión de cerrar o no.
Es una decisión que no es solo mía, y complicada porque cerrar supone ingresos cero para un autónomo. Además en un sector más comprometido que casi cualquier otro en esta situación. Si alguien tiene que comprar un martillo, por decir algo, no pasa nada porque la ferretería cierre quince días: el martillo, que desde luego no era urgente, seguirá haciendo falta y se venderá cuando la tienda vuelva a abrir. Pero para el café que no se venda por estar cerrado un negocio de hostelería, no hay retorno.
Es posible que la aprobación del Estado de Alarma nos saque de dudas, y personalmente así lo espero porque ante la duda me parece más prudente cerrar. Del dinero uno se puede recuperar, pero ¿y si unos y otros estamos contribuyendo inconscientemente a la propagación del Virus en el pueblo?
No sé ya qué pensar… si se está exagerando o verdaderamente es lo prudente por el bien general, porque por mi teléfono móvil han pasado desde audios que anuncian el apocalípsis hasta otros que animan a hacer como si nada. Y los informativos tradicionales me están resultando ambiguos. Hasta ayer no había dado con un artículo que apuntara a lo que parece el auténtico problema de esta crisis: no ponernos malos todos a la vez porque se colapsaría la sanidad y moriría gente más por no poder atenderla que por estar para morirse. Supongo que ahora es fundamental ganar tiempo, porque encima esto ha pillado con falta de personal y de material… y el virus no va a desaparecer a la vuelta de quince días, pero sí puede estarse más preparado para afrontarlo entonces si no se desmadra la cosa antes.
Al principio de todo esto… es más: antes de que empezara aquí en España, aunque ahora que caigo hace solo unos pocos días, pensaba que los medios de comunicación estaban empeñados en sembrar el pánico solo para tenernos pendientes, y hasta ironicé sobre el coronavirus en un artículo, “El reinovirus”, que en realidad iba de otra cosa.
Apenas acababa de desembarcar la enfermedad en Italia, y el salto aquí me parece que fuera en un abrir y cerrar de ojos. Los medios de comunicación pasaron entonces a llamar a la calma, pero el miedo sembrado durante semanas ya había germinado… y sin embargo yo aún me resistí volviendo a mezclar el coronavirus en un artículo que había escrito para otra cosa: “Viva el Santi manque pierda (yo)”.
Hasta Santi está ahora con el puñetero COVID-19, y es un tipo que me resulta un tanto siniestro pero le deseo una buena recuperación.
Pido perdón por mis frivolidades sobre el coronavirus. Había creído sin paliativos lo que se decía de que es semejante a la gripe en tasa de contagio y mortalidad, y ahora ya hasta dudo de si se nos está diciendo toda la verdad, pero es que aunque fuera otra “simple” gripe hay un detalle fundamental que la diferenciaría de la común, y es que en España se vacunan varios millones de personas de la gripe común, que frente al coronavirus están desprotegidas… y son personas de edad avanzada o riesgo por otros problemas de salud, a las que una enfermedad así podría arrebatarles aún muchos años de vida. No es algo para bromear.
Cabe preguntarse cuánto y hasta cuándo nos afectará esto económicamente, pero lo primero es sobrevivir con todas esas personas a las que apreciamos.
Voy a ver si voy concluyendo y me acuesto. Escribir siempre me sirve para soltar lastre mental, de hecho siempre escribo del tirón, como si fluyeran las palabras de algún lugar del que necesitaban salir. Pero a menudo ni sé de antemano cómo empiezo ni cómo voy a acabar: una idea me pone a escribir y luego el texto parece manejarme a mí. Por eso es muy frecuente que tras escribir un artículo, que además seguramente ya envié por email, lo que me lastra la cabeza son cosas como -Tenía que haber quitado aquello – O puesto lo otro de distinta forma – O añadido tal cosa-. Así que esta noche está ya complicada.
He estado, mientras tecleo, escuchando la banda sonora de “El Hombre y La Tierra”, que al fin salió hace no mucho y es sensacional porque Antón García Abril creó una música que se disfruta incluso fuera de aquellos magníficos documentales ¿Qué me decís de las piezas “El gavilán” o “El examen del raposo”? Una delicia.
Tal vez Félix nos habría advertido de algo como esta crisis, como supo adelantar el tema del plástico cuando aún faltaban décadas para que a la mayoría siquiera se nos pasara por el pensamiento el problema, aunque luego no pudo estar ahí para irlo recordando.
(Nada, que no levanto el ánimo)
Acaso él, con su elocuencia, hubiera sabido persuadirnos de que la naturaleza al fin había de devolvernos los golpes; como lo está haciendo con el cambio climático y con este virus, salido de animales que hombres fueron a usurpar a la selva para despedazar en insalubres mercados.
A nosotros se nos volverá a olvidar, o lo negaremos, cuando pase esta crisis, y seguiremos masacrando animales y estropeando este maravilloso mundo… hasta que tal vez se sacuda definitivamente de sus células tuhombrales.
Tomás Vega Moralejo