… por Galicia. Nunca olvidaré a aquel maestro rural, fascista él, que solía pronunciar, supongo que con retintín, el nombre de uno de los más grandes escritores en lengua española que ha dado la literatura. “Don Ramón María del Valle Inclán”, le oí decir en varias ocasiones. Mas no recuerdo que nos mencionara ninguna de sus obras, qué curioso, ni nos leyera ninguno de sus pasajes. En cambio, aquellas palabras fetiche o milagreras, aquellas divinas palabras, en definitiva, calaron hondo y acabaron enganchándome, porque pasado el tiempo surgió la imperiosa necesidad de acercarme a este don Ramón de las barbas de chivo, cuya sonrisa es la flor de su figura, viejo dios, altanero y esquivo, como lo retratara Rubén Darío en uno de sus poemas, con botines blancos o grises de piqué y gafitas y melena de hippy. Sólo su aspecto físico me llamaba la atención, como si fuera él mismo pura literatura, genuino personaje de cuento, como un señor que conocí, siendo un rapacín, en mi pueblo, a quien le decían Benito el Chirito. Siempre trajeado, con una rosa en el ojal de la chaqueta, lucía sombrero de copa y bastón. Un señorito de bien, como Valle, que fue un adelantado para su época, un tipo lúcido y blasfemo, inventor de lenguaje y danzarín, dandi y poeta maldito -según nos cuenta Umbral en un magnífico ensayo-, capaz de mostrarnos la crueldad de nuestra España negra, goyesca, ese Madrid absurdo, brillante y hambriento y esa Galicia profunda y sublimada, hecha con Santas Compañas, flores de santidad, rosas de sanatorio y aromas de leyendas ancestrales bajo una sensación de cloroformo hipnótica y embriagadora.
Me gusta todo Valle, lo confieso abiertamente, incluso el modernista de las Sonatas, sobre todo la Sonata de Estío, con esa Niña Chole, belleza bronceada exótica y arrebatadora, y ese autor expresionista, desgarrador, punzante y atrevido, que nos adentra en los espejos deformantes de la realidad y nos ayuda a explorar nuestra trastienda putrefaccionada, con hedor a muerto ultratúmbico. Me entusiasma el Valle de Luces de Bohemia, Divinas palabras o Retablo de la lujuria, la avaricia y la muerte. Mi devoción por este todoterreno de las letras, con alma de gallego y gachupín universal -no olvidemos su fascinación con y por México- me ha llevado tras sus huellas galaicas –aunque también convendría rastrear las madrileñas-, por los diferentes espacios que le sirvieron de inspiración, y aun en los que nació y vivió.
Cuando yo era mozo, la gloria literaria y la gloria aventurera me tentaron por igual… la historia de los capitanes aventureros, violenta y fiera, me había dado una emoción más honda que la lunaria tristeza de los poetas.
(Valle-Inclán, La lámpara maravillosa)
Galicia por sí misma ya merecería no una sino múltiples visitas. Si además lo hacemos, guiados por la mano espiritual de Valle, aquella que salvó para la gloria de la literatura universal tras el combate con Manuel Bueno, nuestra tierra hermana se nos ofrece como un bocado exquisito de vieira. Esto es sólo para abrir boca, antes de dar comienzo y forma a este viaje valleinclanesco.
El recorrido puede comenzarse en Pontevedra, donde nuestro Valle de retórica blasfematoria, calzado con las pezuñas del íncubo, como diría Umbral, estudió el Bachillerato. Esta ciudad, cuyo casco histórico tiene una gran envergadura, sólo superado por el de Santiago de Compostela en Galicia, cuenta con un buen número de casas señoriales, pazos y plazas con encanto, como la Plaza de la Leña; la Plaza de las cinco calles, donde vivió el autor de Romance de lobos, como reza en una placa situada en la esquina izquierda de la casa, o bien la plaza de Méndez Núñez, donde hay una imagen, acaso lírica, del mago y visionario de La pipa de kif: Yo anuncio la era argentina/de socialismo y cocaína.
Con sus poemas sinestésicos, aromatizados por la marihuana y el hachís, este bohemio genial y cosmopolita, se anticipa a los surrealistas, entre otros Artaud, que viajaron a México en busca del dios-peyote. Y hasta se convierte en precursor del Teatro de la crueldad porque su teatro es excesivo, como el de Sade o Shakespeare, incluso cinematográfico, “escrito con lo profundo de la voz, como hablan en escena los buenos actores”, donde la muerte se vuelve arte, belleza negra, quizá porque “todo nuestro arte nace de saber que un día pasaremos”, como afirma uno de sus personajes o alter ego.
Esta urbe, Ponte Veteris, que es capital de provincia y punto de partida para recorrer las Rías Baixas, en busca del duende de Valle, le sirvió como inspiración para escribir Femeninas, que es como la obra germinal de otros de sus libros posteriores. Antes de abandonar Pontevedra, conviene darse una vuelta por las románticas ruinas de Santo Domingo.
Después de dejar Pontevedra, tomo rumbo hacia Cambados, villa declarada Bien de Interés Cultural (B.I.C) debido a su patrimonio histórico-artístico, lo que no sorprende al viajero, habida cuenta de sus numerosos pazos y casas blasonadas, como el conocido Pazo de Fefiñans, del que nos habló el maestro Pereira, uno de nuestros más grandes cuentistas, en una de sus obras, o el Pazo de Bazán, que en la actualidad es Parador Nacional.
Valle decidió trasladarse, con su mujer y sus cuatro hijos, a esta próspera villa a mediados de 1912 porque, al parecer, se le había ocurrido dedicarse a la agricultura como buen bohemio y hippy, acaso según sus ideales contraculturales, tal y como era entendida la cultura en esa época, supongo. Se fue a vivir a la Rúa Real, en una casa que hoy luce rosa, si bien se conserva una placa en la que figura que vivió ahí. Mientras me detengo a contemplar la casa, una oriunda se me acerca para contarme, sobre la marcha, que el perro de Valle se mató al tirarse desde la azotea por un gato que pasaba por la calle. Curioso esperpento.
Continúo la visita de la villa hasta el Museo Etnográfico y del vino, donde una amable señorita, al preguntarle por Valle, me dice que al lado se hallan las Ruinas de Santa Mariña do Dozo, donde está enterrado un hijo del escritor. En realidad, descubro una tumba en la que figura la mujer del autor de las Comedias bárbaras, la actriz Josefina Blanco. Luego de visitar este impresionante cementerio, me dirijo al mirador de La Pastora, desde donde se tienen espléndidas vistas de Cambados.
La capital del Albariño, como se le conoce a Cambados, cuenta con numerosas bodegas DO Rías Baixas. Buen yantar y beber en una villa que tiene otros atractivos como el antiguo molino de mareas “A seca”, en la punta de Tragove, el pintoresco barrio de pescadores de San Tomé, un pedrusco que recuerda el hermanamiento de las ciudades bretonas con Cambados y la casi derruida Torre de San Sadurniño, antigua fortaleza, en un enclave de singular belleza. Como complemento literario, esta es también la tierra natal del poeta Ramón Cabanillas, que dispone de una estatua y cuya casa puede visitarse.
Mi pensamiento rejuvenece hoy recordando la inmensa extensión destellante de ese Golfo Mexicano, que no he vuelto a cruzar.
(Valle-Inclán, Sonata de estío)
Prosigo ruta, siempre tras sus huellas, hacia Vilanova de Arousa, cuna valleinclanesca aunque no del todo aclarada, porque él mismo, gran fabulador y fablista de España, cuenta con socarronería que nació en una lanchina de vela en la ría, entre Vilanova y A Pobra do Caramiñal (La Puebla del Caramiñal). Hace unos años, algunos valleinclanistas aseguraron que nació en O Barbanza, en la orilla norte de la ría de Arousa. No se extraña uno, porque también Valle se inventó, en cierto sentido, su nombre para darle sonoridad, exotismo y distinción.
En realidad, nació como Ramón José Simón del Valle Peña, en la Casa del Cuadrante, declarada Monumento Histórico Nacional, según la oficialidad, en la que su criada Micaela la Galana, filandera ella, le contaba historias llenas de misterio pobladas por ánimas en pena, santos, meigas, ladrones y trasgos o trasnos, aunque la chica del Museo del Vino de Cambados me aseguró que Valle, el alter ego del marqués de Bradomín, Max Estrella y el caballero Montenegro, nació en la Casa de Cantillo, conocida como la casa de los tres balcones, en Vilanova.
En cualquier caso, el viajero puede visitar esta casa-museo del Cuadrante, en cuyo exterior figura un escudo de origen noble, y una estatua del propio escritor, y en cuyo interior, en la planta baja, hay una exposición permanente que recorre su vida y su obra, y en la planta principal se puede visitar su vivienda. El entorno frutal y arbóreo resulta refrescante y tranquilizador, como para echarse una siestecita, mientras evoco “sueños azules… entre odaliscas”.
Vilanova, de extraordinaria belleza marina, cuenta con varias estatuas dedicadas al propio escritor, así como a algunos de sus personajes literarios: Max y Don Latino, Mari Gaila, Lucero, el marqués de Bradomín, etc. Vilanova de Arousa se aparece como una gran cuna literaria porque es asimismo la patria chica de los hermanos Camba, de la que conserva su casa-museo, así como un monumento dedicado al escritor y excelente articulista Julio Camba.
El itinerario continúa por la vecina Vilagarcía de Arousa, y en concreto por el burgo marinero de Vilaxoán, donde Valle iba varios días por semana desde Vilanova, por entre un bosque de pinos, a sus clases de latín “bajo la férula de un clérigo aldeano… el clérigo leía su breviario, yo suspiraba sobre mi Nebrija”, según recuerda en La lámpara maravillosa, que ilumina nuestros caminos salvajes de las palabras, revelados en su esencia musical, bajo una belleza que enamora y emociona. “La tierra de Salnés estaba toda en mi conciencia por la gracia de la visión gozosa y teologal”.
Vilagarcía, aunque es ahora una ciudad moderna y mestiza, conserva varios pazos y casas señoriales, como el Pazo de Rubiáns, con un frondoso y secular jardín.
Recuerdo también una tarde, hace muchos años, en la catedral leonesa… La luz en las vidrieras celestiales tenía la fragancia de las rosas, y mi alma fue toda en aquella gracia como en un huerto sagrado.
(Valle Inclán, La lámpara maravillosa)
Antes de finalizar este recorrido, en Santiago de Compostela, donde Valle se matriculó -al decir de algunos por imposición familiar-, en su prestigiosa Universidad para cursar Derecho, me encamino hacia A Pobra do Caramiñal, otra de las cunas o matrias de Valle, reinventada como Viana del Prior.
En A Pobra también hay un museo consagrado a este escritor, situado en la Torre Bermúdez, declarada Monumento Histórico Artístico de Interés Nacional, donde podemos encontrarnos con manuscritos originales y materiales escenográficos, entre otros. Asimismo, en la Plaza Cantón da Leña luce una estatua suya, así como unas placas que nos recuerdan sus andanzas por América, y en concreto por México, país inspirador, al que viajó porque se escribe con equis, y donde se dice que el señor del Caramiñal hizo sus pinitos en el mundo periodístico, algo que lo entrenó en el sabio manejo de las letras. “Debo, pues, a México… mi carrera literaria”, reza al comienzo de una de estas placas.
Sigo su rastro por la rúa da Paz donde se halla una antigua farmacia, la botica Tato, donde Valle practicaba la tertulia, según figura en otra hoja de metal.
La Puebla del Caramiñal está toda sellada con el espíritu de Valle, desde el busto situado en el mirador de A Curota, en la sierra del Barbanza, al que Valle gustaba ir y que ofrece espléndidas panorámicas sobre la ría de Arousa, hasta sus jardines o Alameda, donde también puede verse otra representación suya, además de una placa en la que se puede leer que la Puebla del Caramiñal y del Deán constituyen la Viana del Prior de este grande de las letras y precursor del llamado teatro de la muerte, que luego continuaría el polaco Tadeusz Kantor, su creador.
En esta localidad se celebra, en septiembre, la llamada procesión de las mortajas, un canto sobrecogedor a la muerte, adornada con cirios y ataúdes. Otro esperpento valleinclanesco. Pura misa teatral.
En Santiago de Compostela, “la ciudad de las conchas… inmovilizada en un sueño de granito, inmutable y eterno”, también se puede visitar, en la Alameda, una estatua suya, en la que se nos aparece, sentado en un banco en actitud contemplativa, mirando para la catedral. Y sigue en pie la cafetería Derby, adonde solía ir Valle, tal vez en busca de “conversa”. En cambio, ya no existe el café Español, otro lugar frecuentado por el escritor, según me contara una chica de la oficina de Turismo de la ciudad.
Santiago, bajo la lluvia y la luz amarillenta de los soportales y las saudades, se aparece como el escenario valleinclanesco perfecto, donde nuestro genio sintió ese largo y angustioso escalofrío de la muerte, como él mismo escribe en El miedo, a resultas de un cáncer de vejiga. Se encuentra enterrado, bajo la protección de un ciprés, en el cementerio de Boisaca, a las afueras de Santiago. Aquí finaliza este recorrido, en espera de reencontrarnos un día con su alma.
Manuel Cuenya