Si esto es un hombre: Auschwitz en primera persona

Hace unos días cayó en mis manos Si esto es un hombre, de Primo Levi, autor italiano de raza judía que pasó diez meses de su vida, entre los 24 y 25 años, en el Arbeitslager o campo de trabajo de Auschwitz, situado en la Alta Silesia polaca y el más acabado ejemplo de máquina de matar en forma industrial utilizado por los nacional-socialistas alemanes, superior en calidad y cantidad a otros terribles lugares que se cuentan por decenas: Sobibor, Dachau, Bergen-Belsen, Treblinka, Mathausen y un largo, criminal y vergonzoso etcétera. La razón residió en que su lectura fue recomendada a mi hijo, de 16 años y estudiante de 1º de Bachiller, por su profesora de Historia en el Instituto.

Huelga decir que lo leí con verdadera devoción, absorbiendo de forma casi literal su contenido. Los adjetivos que merece el contenido de esta obra se agolpan en mi cabeza y pugnan entre ellos: impresionante, terrorífico, espeluznante, increíble, espantoso, demoníaco … Desde un punto absolutamente aséptico, en cuanto a ideas políticas o religiosas se refiere, narra de manera pormenorizada la existencia y destrucción de miles de personas cuyo único fin es el trabajo agotador y sin sentido, la hambruna permanente y la muerte en condiciones infrahumanas.

Comienza refiriendo su captura en la Italia de la república fascista, el agotador viaje en tren desde allí hasta su destino, en pleno invierno y utilizando doce vagones de ganado para seiscientas cincuenta personas, cerrados desde fuera, sin que en los cinco días de trayecto les fuera suministrada comida alguna ni agua y, al fin, la entrada en el campo de Auschwitz, bajo el tristemente célebre y paradójico lema Arbeit Macht Frei, “El trabajo os hará libres”, en donde, cuando pregunta Warum? (por qué) no se le permite hacerse con un témpano de hielo para calmar su sed, se le contesta llanamente: “Aquí no hay ningún por qué”.  El nombre genérico de Auschwitz designa realidad un conjunto de campos colindantes, Auschwitz, Birkenau y Buna-Monowitz, a los  que utilizando la terminología de Soltzhenitsyn al definir una institución tan similar como los Gulag soviéticos, se podría denominar como un Archipiélago Lager.

Es tal la descripción que realiza de los primeros internos o Häftling que ve, como hambrientos muñecos automatizados y desprovistos de alma en medio del campo nevado, siendo consciente de que ese será también su destino, que el lector no puede por menos que encogerse en su comodidad. Describe la división entre prisioneros en tres castas: políticos (triángulo rojo), criminales (triángulo verde) y, cómo no, judíos (triángulo amarillo y rojo), quienes bajo todos los puntos de vista son los parias en el sistema. Pronto conoce la absurda exactitud de los alemanes, reflejada en el funcionamiento de su prisión, con horas muertas formando en medio del frío gélido o a través de las reglamentaciones milimétricas carentes de utilidad y de sentido, a la vez  que el peligro dimanante de la incomprensión de las órdenes de los guardianes y Kapos encargados de cada pabellón o de la falta de comunicación con los otros Häftling, provenientes de la práctica totalidad de los pueblos de Europa, en medio de un auténtico babel de lenguas.

Ya desde los primeros días le resulta evidente que, siendo un simple prisionero sin pequeñas prebendas de las que depende la supervivencia (una ración extra de potaje miserable, unos trapos colocados en los zapatos a modo de aislante, la mera voluntad de quien selecciona a los que de forma aleatoria irán a las cámaras de gas y crematorios), es absolutamente imposible mantenerse con vida. Entre los Häftling, Kapos, Prominenten  o destacados, prisioneros de guerra y trabajadores civiles de los Lager,  se establece un sistema de intercambio de todo tipo de productos, cínicamente llamado Bolsa y en el que hay que pujar para no morir de forma inmediata, descubriéndose el carácter y miserias de todos y cada uno.

De forma gráfica y utilizando las conductas y cualidades sumamente dispares de cuatro supuestos Häftling a los que da nombre, indica diversas formas contrapuestas de acceder a la salvación: la mezquindad, la tenacidad, las condiciones físicas excepcionales y la inteligencia endurecida, sustituidas o combinadas entre sí en diversos grados y fijando como único fin la supervivencia, a fin de no convertirse en Muselmann (musulmanes, en el argot del campo) o destinados a la extinción. A lo largo del relato, únicamente no son incluidos en la categoría de quienes quieren salvarse a toda costa unos pocos ejemplos, provistos de fuerza moral y condiciones humanas fuera de lo común.

Y la forma en que el protagonista labra la pervivencia viene dada a través de su profesión de químico, lo que al cabo de unos pocos meses de su llegada le sirve para acceder al trabajo en los laboratorios de la fábrica de goma sintética de AG-Farben en Buna-Monowitz,  que al menos le garantiza la huida del frío durante la jornada laboral a lo largo del durísimo invierno polaco y la mayor posibilidad de intercambio de productos con trabajadores civiles o prisioneros más favorecidos. Oyendo cada vez con mayor cercanía el ruido de la batalla mantenida por la Wehrmacht contra el Ejército Rojo que se acerca, al fin, un día y a finales de enero de 1945, se encuentran con el Lager abandonado por parte de los guardianes y el alambre de espino roto, constituyendo entonces su preocupación el trato que van a recibir por parte del Ejército Rojo y la organización de la supervivencia (atención a los numerosos enfermos, provisión de comida, combustible, medicinas, autodefensa) hasta la llegada de aquel, tiempo en el que incluso deben pugnar con los Häftling de otros Blocks o barracas en sus mismas o peores condiciones.

Levi sostiene que esa novísima forma de privación de libertad  y exterminio supone de por sí la destrucción completa del hombre, la pérdida de su ser, de su dignidad y de su personalidad desde que, inmediatamente a su llegada, son clasificados como aptos para el trabajo o destinados directamente a la cámara de gas, desprovistos de su ropa, rapados y tatuados en la muñeca con el número que les va a acompañar durante toda su vida, en el caso del protagonista el 174517. El maremágnum de lenguas y costumbres y la pérdida repentina del instinto de limpieza, no hacen sino ahondar en la vertiginosa privación de su ser, viéndose repetidamente torturado por la persistencia de un sueño, común a otros internos, en el que se ve en su ambiente familiar, intentando comunicar su situación a los allegados y siendo ignorado por estos. Como ejemplo de la precariedad de la situación de los Häftling comunes, uno de los lemas del Lager es el constituido por la expresión: “Cuando se dice nunca, se dice Morgen Früh, mañana por la mañana”.

Esta obra es un auténtico canto al hombre que ejercita la fuerza de voluntad para sobrevivir, adaptándose al medio hostil pero intentando no perder su condición dentro de la gigantesca experiencia biológica y social que para Levi supone el Lager, teniendo en cuenta que “la sabiduría en este ambiente consiste en no tratar de entender, en no hacer ni hacerse preguntas”, en medio de la historia parada que supone su vida. Cuando, en el colmo de la miseria moral, un compañero suyo,  el viejo Kuhn, reza en alta voz, dando gracias a Dios por no haber sido ese día objeto de la selección destinada a la cámara de gas y delante de un joven que sí ha resultado elegido, sentencia el autor de forma clara: “Si yo fuera Dios escupiría en el suelo la oración de Kuhn”.

Finalmente, el autor da respuesta en un apéndice final a varias de las preguntas que de forma más común se le realizan, resumidas en varias conclusiones:

 

  • No odia a los alemanes, a los que, por otra parte, tampoco perdona, dando a entender que sí lo haría si se arrepintieran y rectificaran, al no constituirse así en sus enemigos. No obstante, es de hacer notar que a lo largo de todo el libro en ningún momento utiliza la expresión “nazis”, sino simplemente “alemanes”, extendiendo de una forma tácita la responsabilidad a todos ellos en conjunto.

 

  • No se produce rebelión por parte de los internos a causa de la situación de hambre extrema en que se encuentran, de sus disparidades de todo tipo y de la falta de conciencia política.

 

  • El odio fanático de los nazis hacia los judíos “no tiene explicación racional alguna”, careciendo las que se facilitan de medida ni proporción con los hechos que pretenden explicar, como el resentimiento provocado por el Tratado de Versalles, la consabida teoría de la supremacía germana elaborada a partir del Siglo XIX o las leyendas sobre los semitas. Lo ocurrido no se puede  ni debe comprender, ya que la comprensión es la justificación de una conducta determinada.

 

  • Los ejecutores de órdenes horrendas no pueden ser reconocidos como inocentes.

 

  • La memoria puede y ha de servir para impedir las nuevas formas de fascismo e intolerancia en el futuro.

 

  • Atribuye su supervivencia, el hallarse dentro del escaso 5% del total de deportados italianos que pudieron volver al hogar, a su suerte, a los “privilegios” de que dispuso a raíz de su estancia en el laboratorio de Buna, a su interés por el ánimo humano y de sobrevivir a fin de contar lo vivido y a la voluntad de reconocer hombres en sus camaradas en la lucha contra la humillación y la desmotivación.

Primo Levi no tuvo inconveniente en criticar con posterioridad de forma acerba los crímenes del ejército francés ocupante de Argelia, del norteamericano en Vietnam o del de Israel en Sabra y Chatila, aunque, puede que no habiéndole sido factible sustraerse totalmente de sus horrendas vivencias en Auschwitz y una vez jubilado de su trabajo como químico en un laboratorio del norte de Italia, se quitó la vida en el año 1987, sin nota explicativa de ningún tipo ¿Qué diría en estos momentos de la existencia de los gigantescos lager que son en realidad Gaza y Cisjordania, sometidos continuamente al expolio y terrorismo organizado de sus hermanos de raza israelíes y donde son torturadas millones de personas, privadas anteriormente de su tierra y de su destino? Dicho en el idioma de Levi, chi lo sà? Pero eso es otra historia …

José Alberto Voces Gómez

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