Si me hubieran dicho hace tan solo un año quién es Muse, me hubiera quedado alelado, a verlas venir. Si es que uno no puede saberlo todo, conocerlo todo, porque es bien cierto aquel aforismo socrático de que sólo sé que no sé nada, y cuanto uno más cree saber, menos sabe, y esto lo digo sin aspavientos ni artificios, con absoluta naturalidad. Y aunque el saber produce dolor, qué queréis que os diga, cuando uno descubre algo, se abre todo un mundo de posibilidades, a veces de sorpresas, casi siempre de emociones importantes, y algo así me ocurrió con la banda Muse, que desde hace algunos meses escucho con devoción, como un creyente que rezara día y noche a alguna diosa… bueno, quizá esté exagerando, con la vena salida de madre.
Si es verdad que verlos/escucharlos en directo en Santiago de Compostela el pasado verano me encantó. Mi ignorancia -debo confesarla- llega a tales extremos que asistí a su concierto por puro azar. «Tengo unas entradas que me ha regalado el Gadis para unos conciertos en Santiago», me dijo el amigo Gelo, que vive en el País Vasco, aunque es originario del Bierzo (al menos sus padres). Pues que bien, debí responderle. ¿Y tú no irás?, insistí. «No», respondió categórico, «pero si tu las quieres, te las doy», me dijo. «Sólo tienes que recogerlas en el Gadis, de Bembibre», aclaró. Gracias, Gelo. Y allí que me fui, en peregrinaje, hasta el Monte do Gozo… a gozar con la música al aire libre y xacobeo de nuestra tierriña galega, nuestra hermana querida, donde la lluvia es arte -no llovió, por fortuna ese día/noche-, y las cornamusas romanas -ay, perdón, las gaitas galegas- resuenan como un canto hey. A Galicia. La entrada, por lo demás, daba derecho a un bocata, una bebida (lo que el peregrino agradeció, luego de la caminata desde el Bierzo hasta la tierra prometida del oeste compostelano, esto es un decir, nomás), ah, y una mochilita de tela. Qué guay. Qué suerte.
Pero volvamos a Muse, la musa de inspiración que me hizo despertar del letargo. Nada más comenzar la banda, el personal se agitó. Esto tiene buena pinta, debí decirme para mis adentros (lo último sobra por cursi). Qué bien suenan estos tíos, qué fuerza, cómo suena la batería… las percusiones. Es cierto que a Muse le precedía un grupín de poca monta y mal sonido (no recuerdo su nombre, para qué). No parecía nada bueno. Y qué malas son las «comparanzas».
El éxito de público se lo llevó todo Muse, porque luego actuó el mítico y enlatado Pet Shop Boys, que si bien resultaba «chistoso» en tiempos de movida popera, ha caído fuera de onda, y en concierto, más allá de algunos efectitos (todo pregrabado) y florituras, no resulta atractivo. Confieso, una vez más (hoy me siento religante/creyente en algún ser o sera) que me animó, en un principio, que actuara este grupo/señor Pet Shop.
Muse, ahora ya lo sé y espero no olvidarlo, es una poderosa banda inglesa de rock, alternativo (dicen algunos), como todas las grandes bandas de rock. Por algo los Beatles y los Pink Floyd (mi banda preferida de siempre, de todos los tiempos, a la que debiera dedicarle también unas palabras de afecto y admiración) surgieron en esta isla.
Muse, en el que pueden reconocerse influencias de Queen y algunos otros grupos como Rage Against the Machine o una suerte de minimalismo, comenzó hace dos décadas (y uno sin enterarse de la vaina) en Inglaterra, aunque dieron el gran salto (y nunca mejor dicho) a/en Usa. Es a partir del año 2000 cuando se convierten en estrellas del rock. Y se dan a conocer en toda Europa, con sus espectaculares conciertos, como el de París, en el emblemático Le Zenith, o su macroconcierto en el estadio de Wembley. También es conveniente recordar sus actuaciones en Madrid, en el Festival de Benicassim y por supuesto en Compostela.
Me entusiasman, sobre todo, Starlight y Uprising.
Manuel Cuenya