“Mi padre se resistía a llevarme a las clases porque no quería que su hijo fuera árbitro, pero yo me cogía la bicicleta y me plantaba en la Federación lloviera o hiciera frío. Ahora ya es distinto y él ve con buenos ojos, en parte gracias a mi madre, que yo sea árbitro porque se ha dado cuenta de que los tiempos han cambiado y se nos trata bien, somos deportistas iguales a los futbolistas, aunque le sigo pidiendo, cada vez que me lleva a arbitrar que no se quede en el partido, que se dé una vuelta y luego me recoja”, así de claro se expresa el árbitro de Primera Provincial Aficionados de Valladolid, Alberto Martín, al contar su experiencia como “cursillista” hace ya cuatro años. Hoy, este colegiado de Provincial ejerce de orgulloso ayudante de Jesús Zancada, asistente de Primera División. Relata, ilusionado, como al ver a Zancada Lobato en los partidos “del Plus” le dice a su padre: “Mira Papá, con este asistente de Primera me codeo yo y tú que no me querías dejar ser árbitro”; su padre, resignado, asiente orgulloso.
Los denominados “cursillistas” son conscientes, tras semanas en el aula, de la dificultad que entraña ser árbitro. “Es muy intenso y exigente”, afirman casi todos los aspirantes. Hablan de un “mayor respeto” hacia este mundo desde que se han acercado a él: “Con el curso consiguen que lo valoremos más ya que implica un gran esfuerzo y responsabilidad”, cuenta Mónica una estudiante de Bachillerato de 16 años. La mayoría tiene vinculación al fútbol desde niño, otros muchos, acuden animados por compañeros de clase o amigos que ya son colegiados.
Luis Peña, profesor en las clases teóricas de los aspirantes en Valladolid, cuenta como él, siendo presidente de un club en 1959, se molestó con una actuación arbitral, dejó la presidencia y se metió en el colegio arbitral. Hasta hoy. Y han pasado más de 50 años. “Recuerdo que mi primer partido como árbitro fue de asistente con Pascual Galván, en la banda vestido de paisano y con un pañuelo; hoy en día, quien no “sale buen árbitro” es porque no lo es, no por falta de formación”, aclara un entrañable profesor al que sus alumnos califican como “una enciclopedia del fútbol”. Igual que Pedro Herrero, instructor de los aspirantes de fútbol sala en Valladolid y “contador” de multitud de anécdotas entre sus alumnos. La importancia de los profesores en todas las delegaciones continúa siendo mayúscula.
“Tengo que hacerle árbitro”, con esta frase resume Jesús Zancada la ilusión que siente y pone en enseñar a ser árbitro a cualquier adolescente de 14 años. Pero también habla de cierta inquietud cuando les “suelta en su partido de debut”, – suele producirse dos meses después de su primera clase, normalmente en un encuentro de categoría benjamín o prebenjamín-. Algo para lo que se les prepara física y técnicamente desde cada delegación provincial del CTA de la mejor manera posible. Delegados, profesores y “cursillistas” demuestran a través de estas clases teóricas y prácticas un mérito sólo comparable a su amor por el arbitraje. Todos debutaremos con ellos.
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