San Román de Bembibre, año 1753

Corrían por aquel entonces, como ahora, malos tiempos para las arcas del Estado y en estas circunstancias lo habitual es hablar de nuevos impuestos; en este caso se trataba de la implantación de un nuevo tributo bautizado como “única contribución” en sustitución de la maraña de tributos existentes denominados genéricamente “rentas provinciales” : millones, alcabalas, cientos y servicio ordinario.

Con este propósito llegó a San Román de Bembibre el corregidor de Ponferrada el 26 de marzo de 1753, acompañado de un escribano y varios oficiales para organizar las contestaciones a un cuestionario de cuarenta preguntas.

Previamente había mandado un recado político al regidor para que en público concejo convocado a “son de campana tañida” leyera a los asistentes el contenido del interrogatorio, lo cual hizo el regidor “en voz alta e inteligible“. Según el recuento realizado por el mozo de concejo asistieron al mismo todos los vecinos: 63 en total, “contando las viudas y mozas solteras que cada dos componen uno“.

Para organizar el trabajo llamó el corregidor a su posada a las autoridades del pueblo: Tomás Núñez, alcalde pedáneo; Matías de Olano y Pedro Valcarce, regidores; y Bartolomé Álvarez y Pedro Alonso, procuradores del común. También fue convocado José García de Salamanca, cura párroco.

Para contestar al interrogatorio fueron elegidos como “hombres inteligentes y peritos del campo e interior de San Román” Pedro González de Ron, Matías Nogal, Francisco Fernández y Manuel González Álvarez, vecinos y labradores de pan y vino, a quienes su merced el corregidor tomó y recibió juramento en nombre de Dios Nuestro Señor y una señal de la cruz, bajo del cual prometieron decir verdad a todo lo que se les preguntase.

De las cuarenta respuestas (1) entresaco aquéllas que por algún motivo he considerado más interesantes para los vecinos de San Román, con mayor extensión de lo prometido cierto día a los habituales de su página de facebook.

San Román estaba integrado, como otros 38 pueblos de la cuenca del Boeza, en el señorío jurisdiccional de Bembibre, perteneciente en lo temporal al conde Alba de Aliste, a quien por esta razón le pagaba anualmente 1.188 reales (2) en concepto de alcabalas, cuyo derecho tenía cedido por el rey “que Dios guarde“.

Como tributos propios por razón de señorío el común del pueblo estaba obligado a pagar al conde anualmente 160 reales por los lienzos de lino que producía, cuatro perdices (16 reales);un carro de paja (10 reales) y otro de leña (11 reales); y ocho reales por derechos de escribano.

El medio de vida habitual de estos antepasados eran la agricultura y la ganadería, ésta de menor importancia. Los productos eran los mismos que aún hoy día recordarán los actuales vecinos, aunque la agricultura haya pasado ya a mejor vida: hortalizas en huertos cercados, centeno y trigo, viñedos, prados de regadío y secano, y lino.

Como excepción respecto de la actualidad más próxima tenemos que hablar del lino, producto de regadío, que se cultivaba en el término de Parras, también llamado Las Linares, en femenino, frente al polígono industrial. El lino se tejía en el propio pueblo y de él se obtenían lienzos. Para ejercer su oficio el tejedor tenía que superar un examen de la autoridad municipal.

Productores de linos y lienzos eran la mayoría de los vecinos, cuyos nombres quedan reseñados en la respuesta 32: de Robles, de la Josa, del Villar, Núñez, Teberga, de Olano, Nogal, Rey, Valcarce, Otero, Fontán, Vidal, además de otros apellidos más frecuentes en la zona. Descendientes de estos Vidal serían dos de mis tatarabuelas, hermanas, que se casaron en Rodanillo con dos Velasco, también hermanos.

La producción de la tierra estaba gravada con los diezmos y primicias, pagados a al cabildo de Astorga y a la parroquia a cargo de la cual había entonces cuatro sacerdotes: José García de Salamanca , como párroco; su hermano Ignacio, como vicario; y como asistentes Manuel de Robles y Pedro de Vega, este último de Rodanillo.

A efectos de los diezmos el término del pueblo estaba dividido en dos sectores: el coto redondo de Santa Eulalia de Piélago cuyos diezmos se dividían a partes iguales entre el arrendatario y la iglesia; y el resto de las tierras, que se pagaban íntegramente al Cabildo de Astorga y al cura.

La primicia la pagaban los labradores para las necesidades de la parroquia, no del cura. La cuantía era variable según que recogieran más o menos de 18 cuartales de pan. En el primer caso pagaban 10 reales y en el segundo, un tercio de real (10 maravedíes).

No faltaban los oficios para remediar las necesidades domésticas del día a día: un tabernero, un zapatero de viejo, tres canteros, tres tejedores, y “dos tenderos de buonería, ventureros naturales de Galicia“.

El Común del pueblo tenía como ingresos los correspondientes al arriendo de la taberna, 2.000 reales, y 58 del arriendo del otoño y de los pastos de las tierras que no se sembraban. Como gastos, los del hospital; 16 reales para misas de rogativas para pedir la lluvia; y el cargo de ir a concejo 15 días al año con sus personas y carros para arreglar la conducción de aguas, que bien puede referirse al agua que se sacaba del río por una presa para regar las huertas de Parras y los prados de la Vega.

Donde la actual ermita había un “hospital de peregrinos y pasajeros” que se mantenía con los 50 reales de renta de las posesiones que tenía en San Román, y las aportaciones del común del pueblo: 22 reales, 18 cuartales de trigo y otros réditos de foros y censos.

Ahora que tanto se habla de caminos “olvidados” a Santiago de Compostela viene muy a cuento el recuerdo de este hospital, testigo del paso de peregrinos que descendían del puerto de Manzanal y continuaban desde aquí por la carretera vieja a unirse en Ponferrada con el camino de Foncebadón. En mi opinión este es el auténtico camino olvidado, en beneficio del anterior y del que desde Fasgar baja hasta Colinas, Igüeña, Rodanillo y Congosto.

Cuatro eran los molinos harineros existentes en aquella época, tres de una rueda y uno de dos; pocos para un pueblo en el que confluyen dos ríos de caudal respetable. Eran sus dueños Cristóbal Álvarez, Matías de la Nogal, Pedro de Olano y Pascual Blanco. Uno estaba en el sitio del Poulón y otros dos en el denominado la Proveda, enfrente del que modernamente funcionaba en el término de Matachana, al otro lado del río.

Este molino moderno lo conocíamos como el molino de Alonso, vecino de San Román, que molía con el agua del Boeza, traída por una presa construida cerca del término de Bembibre; de caudal muy menguado en verano. A él acudían los vecinos de San Román y de Rodanillo a moler el grano; el desnivel de una a otra orilla del río y el propio cauce de éste se salvaban con una plataforma de tablas suspendida de un grueso cable donde se colocaban las quilmas y los chavales, accionada por el molinero con una polea desde las dependencias del molino.

La plataforma, sin ningún tipo de protección, y el río, cuatro metros más abajo, eran ya bastantes riesgos para que a veces el molinero simulara falta de fuerzas al llegar a la parte más pendiente.

Y no podemos olvidarnos del molino de Rogelio Núñez hoy restaurado en el restaurante Molino del Real, que juntamente con La Piedra rinden tributo a la comida tradicional berciana, de buena calidad en ambos.

Me gusta pasear por San Román aunque ya después de tantos años echo de menos muchas cosas. Se mantiene la fuente de la entrada en cuyo chorro generoso tantas veces apagamos la sed y tomamos fuerza para subir la cuesta de Salgüeros hasta Rodanillo.

Y de la actualidad sigo con interés las reuniones virtuales del foro “San Román de Bembire” donde los asistentes muestran fotos y comentan vivencias y recuerdos, consiguiendo con ello mantener viva la llamada del pueblo y conservar la lumbre del hogar.

(1) Respuestas Generales del Catastro del Marqués de la Ensenada. Se hallan en el Archivo provincial de León, Archivo General de Simancas, y en la propia localidad catastrada si no se han perdido.

(2) Para hacernos una idea del valor real actual de este importe y otros que vienen a continuación tomo del mismo documento los precios de diferentes mercancías y animales.

Un cuartal de linaza: 8 reales; de trigo, 4 ; de centeno, 3 reales ;de castañas y nueces, 1,5; una arroba (11 kg.) de fruta, 2; un cesto de nabos, medio real.

Un buey, 150 reales; Un ternero, 24; un cordero, 7; un cabrito 6,5; un cerdo de cría, 7 reales.

Benito González González autor de los libros “Rodanillo, un pueblo del Bierzo Alto” y “La villa de Losada, su historia y sus gentes

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