Las castañas de Rodanillo

Durante siglos las castañas fuimos para los vecinos de Rodanillo una fuente de riqueza sólo por debajo del grano y el vino. Gran parte de su término estaba cubierto por castaños centenarios que, con mínimos cuidados, llegado el mes de octubre, comenzaban a arrojarnos de sus erizos listas para la venta o el consumo del dueño.

Pero no todas las castañas éramos iguales; vamos a presentarnos. Nosotras somos castañas de las denominadas “berlanga”. Hay muchas otras castañas en el Bierzo y en otros lugares, las cuales son hermosotas,  orondas y hasta  un poco campanudas, pero ninguna tiene nuestro sabor y nuestra disposición para ofrecernos al comensal desnudas, de nuestras pieles, se entiende.

En honor a la verdad no somos exclusivas de  Rodanillo; iguales a nosotras las hay en los pueblos vecinos: Losada, Cobrana, San Román, Santa Marina del Sil… y  en otros pueblos del Bierzo desconocidos para nosotras.

Sepan todos los que este escrito lean  que somos dulces, discretamente dulces, sin empalago, y por ello nos compran los franceses, sólo a las de nuestra clase, para hacer, desde tiempo inmemorial, el célebre marrón glacé (pronúnciese arrrrrrastrando la erre de marrón guturalmente y cerrando el morrito en la e de glacé); imaginaos; sin nosotras, y esto no es chovinismo, no existiría el tan afamado confite francés.

Cocidas estamos muy ricas, y también pilongas; pero asadas es  donde damos nuestra mejor imagen y alcanzamos nuestro mejor sabor.

Nacemos dentro de una cápsula espinosa llamada erizo y vamos cubiertas con dos, llamémoslas así, camisas: la más externa es dura y de color rojizo; y la otra es como un paño suave y mojado que se adapta perfectamente a nuestros  pliegues. Llegado el punto de sazón, nos desprendemos de ambas con facilidad, sin remilgos ni falsos pudores, y esto es precisamente lo que nos distingue de nuestras congéneres, las cuales no se desprenden de la camisa ni a la de tres, y a veces tienes que comértelas hasta con la camisa.

En resumen, aunque parezca inmodestia por nuestra parte, somos castañas con clase y solera.

Nuestra producción se destina en un 40% al mercado nacional; y, además de encontrarnos en las esquinas de nuestras ciudades, ofrecidas por las castañeras, con ese olorcillo a humo y hogar, que hasta sirven de brasero para nuestras manos en las frías mañanas del invierno, también estamos presentes  en las tiendas tradicionales y en esos mercados llamados “grandes superficies”. En éstas incluso se venden ya elaboradas compitiendo con otras delicias en las tiendas del gourmet  con la imagen comercial de “Prada a Tope”, el mejor embajador del Bierzo, juntamente con el ponferradino Luis del Olmo.

Hoy día  nuestros padres, los castaños, son ya pocos en número y, además, no gozan de buena salud. Dicen que tiene  una enfermedad llamada “chancro” que nadie acierta a curar; aunque tampoco estamos convencidas de que lo intenten. Pero no hablemos de cosas tristes.

No os entretenemos  más; no queremos que lleguéis tarde a los magostos que  ya están ardiendo en todos nuestros pueblos del Bierzo. ¡Venga! ¿A qué esperáis?.¡ Buen provecho!

Benito González González
Autor de los libros “Rodanillo, un pueblo del Bierzo Alto” y “La villa de Losada: su historia y sus gentes”

Fotografía: Bembibre Digital

 

 

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