El museo presentó un cuadro de Amable Arias como pieza del mes (biografía)

El museo Alto Bierzo de Bembibre presentó un óleo del pintor bembibrense Amable Arias como pieza del mes. Se trata de un cuadro que recoge una imagen del Bembibre de la época, realizado desde la Barrera del Barrio de la Fuente. Fue donado en 1993, junto a otros cuatro cuadros, por la madre del pintor, y desde entonces permanecía en los fondos del museo.

Amable Arias manifestó en más de una ocasión el deseo de que toda su obra estuviera expuesta en Bembibre, aunque hoy en día, por el momento, tenemos que conformarnos con una pequeña muestra de este pintor excepcional.

La vida de Amable Arias estuvo marcada por una infancia desgraciada, tras un grave accidente con tan solo nueve años que le obligó a utilizar muletas desde entonces, y a pesar de que pasó gran parte de su existencia en Guipúzcoa, siempre se sintió bembibrense, y cuando regresaba a su tierra disfrutaba participando en las tertulias de Ferrero, o pintando sus paisajes y sus gentes.

 


ARIAS YEBRA, Juan Amable. Bembibre (León), 29.VI.1927 – San Sebastián (Guipúzcoa), 29.II.1984.

Amable nació en el seno de una familia de condición humilde, en la que no hubo ningún pariente que estuviese relacionado con cuestiones artísticas, ya que eran gente campesina. Pasó su infancia bajo el amparo  y protección de su madre, Pilar Yebra Fernández, la de sus abuelos maternos, Benito Ángel Yebra Villanueva y Nicasia Lucila Fernández García y la de sus abuelos paternos, Juan Francisco Arias Álvarez y Rosalina Flora de la Huerta Lamilla.

Sus primeros contactos con las letras los lleva a cabo en Bembibre, donde muy pronto hace gala de un espíritu ágil y emprendedor, impregnado de excelentes cualidades artísticas y narrativas. El desinterés que su padre muestra por el “Mesón de Juan Arias”, que venían gestionando desde hace algún tiempo, hace que muy pronto surjan diferencias con su mujer, que pretende rentabilizarlo. Desavenencias a las que no es ajeno Amable a pesar de su corta edad y que van a provocar en él un sentimiento de rechazo hacia su progenitor. 

Incidirán claramente en la vertiente humana e ideológica de Amable Arias los cambios políticos y estructurales que se suceden en Bembibre y que desembocarían en la Guerra Civil (1936-1939). La petición de arbitrios y vituallas con los que subvenir a las necesidades que el conflicto plantea, hace que Amable adquiera un cierto compromiso social y contribuya con lo que buenamente puede a la incesante demanda de recursos. Gesto que no pasa inadvertido para la prensa, que el 5 de septiembre de 1936 reseña en su crónica del Bierzo, que “el niño de 9 años, Amable Arias de la Huerta, entregó todo el dinero de sus ahorros en cantidad de 25 pesetas, para ayuda de los soldados del frente”.

Meses después, Amable sufre un lamentable accidente mientras jugaba con sus amigos en los vagones de la estación del ferrocarril de Bembibre, siendo su abuelo paterno quien desde un principio acompañe a su nieto al médico y haga todo lo posible para que se le dispensasen los cuidados oportunos (ante el desentendimiento del padre). Este suceso condicionó para siempre su vida, porque la incapacidad a que se vio abocado le obligaría a permanecer en cama largos periodos de tiempo y a ayudarse de muletas para poder caminar. Además, al dolor físico y anímico que soportaba, se uniría la angustia de la familia. Adversidad que de alguna manera trató de enmendar el destino al dotarle de una mente abierta, plena de creatividad y agudeza artística. Mientras Amable se recuperaba poco a poco, su abuela corría con los gastos ocasionados, pues su padre no le había inscrito en “la cartilla del seguro de enfermedad”, ni llegaría a hacerlo con posterioridad.

En 1942 dejan Bembibre y pasan a residir en San Sebastián (Guipúzcoa), ciudad en la que Pilar Yebra y su hijo siguen padeciendo el comportamiento agresivo y violento del progenitor. La persistencia de los malos tratos y de una conducta cada vez más inhumana hace que un juez dictamine la separación matrimonial y le obligue a abandonar el lugar.

Amable Arias con amigos en un magostoDebido a su inusitado interés por el dibujo y la pintura, Amable asistirá a clases de acuarela en el Taller de Ascensio Martiarena y posteriormente a la Academia Deupe. Pero a la postre acabará forjando un estilo autodidacta, muy personalizado e imbuido por el arte de las corrientes pictóricas de vanguardia.

Regresa a Bembibre en 1952 y el cariño con que es recibido por parientes y amigos hace que los recuerdos de su niñez, le lleven a plasmar en el papel todo lo que le rodea. Periodo en que se inscriben aquellos dibujos y óleos de paisajes, arquitecturas y gentes que la cuenca berciana ha ido irradiando. Algunos críticos ven en la gran devoción que Amable tuvo siempre por Bembibre, y por el Bierzo “no solamente esa devoción de cariño, si no toda una atracción estética, una opción artística”.

En 1958 Amable realiza su primera exposición individual en la Galería Aranaz Darrás de San Sebastián y aunque obtiene algunos reconocimientos, “tuvo épocas muy amargas y de total incomprensión hacia su obra e incluso fue marginado”. En la década de los 60 preside la Asociación Artística de Guipúzcoa y viaja a París, donde tras conocer la obra de Wassily Kandinsky, “Amable saldrá reforzado en su convicción de que él mismo estaba en el buen camino en lo que a plástica se refiere”. Luego expone en la Galería Nebli de Madrid y en la Galería Maeght de París.

Colabora asimismo en la revista de arte Noray y en el semanario berciano Aquiana, donde analiza diferentes aspectos de las artes, las letras y la historia, así como la de sus protagonistas y la de alguno de sus convecinos de Bembibre. Impulsa a través del Grupo Gaur la renovación de la Escuela Vasca de Pintura, como se pone de manifiesto en la exposición celebrada en 1966 en la Galería Barandiarán y en la que vemos obras de todos sus componentes: Amable Arias, Néstor Basterrechea, Eduardo Chillida, Remigio Mendiburu, Jorge Oteiza, Rafael Ruiz Balerdi, José Antonio Sistiaga y José Luis Zumeta.

Amable Arias con Merce Balín en la plaza del Palacio

En 1970 abre su primer estudio de pintura en el casco antiguo de San Sebastián y conoce a Maru Rizo, que se convierte en su compañera inseparable, “en su compañera de lucha”, que le ayuda a superar “una vida durísima y a encontrar lo mejor de la existencia”. Y que a su vez le impulsa a una creatividad artística nueva, donde la abstracción, las figuraciones y aquellos personajes que forman parte de un mundo onírico, llenan de colorido e intensidad sus trabajos; se multiplican sus viajes por Europa, sus exposiciones (inmersas en una evolución de su técnica y de los soportes que utiliza), sus producciones literarias y poéticas (publica en 1980 su poemario La Mano Muerta y en 1981 participa junto a otros escritores y artistas en la edición de 23). En 1982 al empeorar su salud, su actividad se ve limitada, por lo que decide dejar grabadas para la posteridad “sus memorias de infancia, donde en 26 cintas de una hora de duración, es decir, unas 30 horas, recuerda su infancia hasta los diez años, lo que nos muestra sus enormes dotes memorísticas”; y junto a Maru Rizo realiza su “Arte Fonético”. Su serie de dibujos “Macabros” y de la “Historia de Euskalerría” preludian el final de su trayectoria vital, dejando de existir el 29 de febrero de 1984 el hijo más preclaro y predilecto de Bembibre. En reconocimiento a su persona y a su obra, el Ayuntamiento de Bembibre, designó con su nombre una de las calles del Barrio de La Fuente.

Bajo el punto de vista actual podemos decir que Amable “tuvo que hacer un enorme esfuerzo para convertirse en pintor y escritor, pese a las dificultades que soportó” y poder expresar a través de su corta vida artística el lenguaje autodidacta que lo define. Porque no hay que olvidar que “Amable comienza a hacer obra personal a los 27 años y fallece en 1984, con tan solo 56 años, por lo que pudo dedicarse al arte plástico y a la escritura solamente 30 años”.

Bembibre desde la plaza del Palacio

Maru Rizo, que fue quien mejor conoció a este genial artista ha conseguido que “sus cuadros estén en algunos buenos museos, pero únicamente españoles. Amable, a mi manera de ver, es alguien con futuro más que con pasado como artista (algo irónico para quien ya falleció). Si las cosas siguen en este camino ascendente, llegará a ser alguien importante en la historia del arte, pero para eso hay que seguir trabajando mucho…”. 

M. I. Olano Pastor

 

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