Candilejas (cuyo título original es Limelight) se nos revela como la síntesis sonora de todo el cine de Chaplin. Estamos, pues, ante una obra donde imagen y sonido, comedia y drama, se funden magistralmente. Un melodrama genial dirigido a las fibras más sensibles del espectador y una luz especial -esa que ilumina a los grandes artistas- que nos hace vibrar de emoción y nos eriza todos los huesitos del alma. «El sueño de la fama hecho luz». Una obra autobiográfica, ambientada en su Londres natal, reconstruido en estudio, el de los music-halls donde se forma como artista y donde sueña con la gloria, en la que el director pone lo mejor de sí mismo. Una historia imposible de amor entre un cómico decadente y alcohólico (interpretado por Chaplin, acaso en homenaje a su padre) y una joven bailarina que alcanza el éxito luego de un intento de suicidio (tal vez en homenaje a la madre del cineasta). Una reflexión sobre la vejez, la soledad y el fracaso que nos llega a las entrañas, con un final No feliz, el único ciertamente posible. Un homenaje, en definitiva, al mundo del espectáculo. «La verdad es lo último que me queda, y quizá un poco de dignidad», le dice Calvero (Chaplin) a la espléndida Terry (Claire Bloom) antes de desaparecer, porque “la vida es deseo y no significación”.
Se trata de su última gran peli rodada en Estados Unidos -precedida por el fracaso económico y prohibición de su anterior cinta, Monsieur Verdoux-, lo que le obliga a abandonar el país gringo para instalarse en Europa, en concreto en Suiza. Candilejas, realizada en 1952 cuando Chaplin contaba con sesenta y tres años, es su confesión, sus memorias y en cierto modo su despedida del cine. Todo está en esta obra impregnada de saber.
Filmada en blanco y negro, como siempre quiso Chaplin que fuera el cine, Candilejas está planificada para que los intérpretes se luzcan. Salvo algunos movimientos de cámara, insólitos en sus anteriores pelis y algunos primeros planos dotados de extraordinaria intensidad, las tomas son largas y abiertas, esto es teatrales: su característico modo de filmar. El director de foto en este caso es otro mago de la luz, Karl Struss, quien también pusiera imagen a El Gran dictador y Amanecer, de Murnau.
Por otra parte, Candilejas nos muestra juntos, en un mismo escenario para interpretar una parodia musical, a los más grandes del cine mudo, Buster Keaton y el propio Chaplin (quien nunca abandonó del todo su condición de vagabundo solitario) en un número antológico.
Candilejas se estrena a nivel mundial en Londres ante diez mil espectadores -entre los que se encuentra la princesa Margaret y la aristocracia inglesa- y unos dos mil críticos procedentes de todo el mundo. El éxito es arrollador. En 1972 obtiene un Óscar por la música original de esta legendaria película, considerada, al menos su banda sonora, como una de las mejores de la historia del cine.
Con este film se clausura el ciclo de Chaplin, en espera de que estos ciclos de cine tengan continuidad en un futuro en la capital del Bierzo Alto.