“Picadillo” era el seudónimo que empleaba un hidalgo gallego, nacido Manuel María Puga a quien atraía la buena cocina y que un día comenzó a publicar en “EL NOROESTE”, periódico de La Coruña, una serie de recetas gastronómicas en las que ponía a disposición de sus lectores los conocimientos que tenía sobre este arte.
“Picadillo” -dicen las crónicas de la época- era un hombre obeso, -llegó a pesar doscientos setenta y cinco kilos- bien parecido, moreno, simpático -más que simpático graciosos- y campechano.
De su padre había heredado el Pazo de Anzobres, entre cuyas paredes atesoraba cuadros, miniaturas e, inclusive, sillas de montar, cordobesas, repujadas en cuero.
Nuestro hombre pasó de ser un excelente gastrónomo a maestro cocinero y se dio a conocer en esta faceta, al gran público, en la prensa, por sus recetas culinarias, escritas de una manera agradable y, a veces, chistosa.
Doña Emilia Pardo Bazán escribió que la cocina de “Picadillo” era clásica y tradicional, hecha de sabores amigos y reivindica el bacalao, las sardinas y el lacón con grelos.
Mi afición a la gastronomía -la de quien esto escribe- es más de andar entre peroles y cacerolas que a degustar guisotes y viene, esencialmente del libro de “Picadillo”, “LA COCINA PRACTICA”, en su edición de mil novecientos dieciséis –“Picadillo” moriría dos años después- en el que tropecé, agradablemente, con el nombre de Severo Gómez Núñez, general del ejército, nacido en Cubillos del Sil que, a lo que parece, tenía, también, aficiones culinarias y que es autor de una receta que aparece en el libro del señor Puga bajo el epígrafe de TRUCHAS ESCABECHADAS A LO GOBERNADOR.
“Se freirán en aceite muy caliente y en cantidad, dándoles vuelta constantemente y no colocando en la sartén más trozos de los que quepan en una capa. Una vez fritas se colocan en una cacerola y se dejan enfriar durante otras doce horas”.
“El escabeche se hace aparte y del modo siguiente :se pone a freír en un litro de aceite, un diente de ajo y cuando esté dorado se echan dos litros de vinagre de vino y dos hojas de laurel y se deja cocer todo, en la sartén, alrededor de quince minutos . Transcurrido este tiempo se aparte del fuego y se reserva durante otras doce horas. Después se verterá este escabeche sobre las truchas fritas y frías en una cacerola, procurando que queden cubiertas”.
“Deben consumirse pronto porque pueden estropearse, a no ser que se metan en latas, se suelden y se las haga hervir al “Baño María” durante veinte minutos”.
La invención del Baño María se atribuye a la alquimista egipcia María de Alejandría, en el siglo III y es el primer alquimista conocido.
La receta es sencilla y seguramente conocida por muchas amas de casa, pero, ahí está. Sirva para dar a conocer una faceta desconocida de don severo Gómez Núñez.
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