Esencialmente escritor

Carlos Fidalgo se parece a James Dean. También a Humphrey Bogart,e incluso me atrevo a decir que al Julio Cortázar de los años mozos. Todos ellos de sobresaliente belleza varonil, denotadora de una sugestiva personalidad tras un atractivo rostro, en el que fascina sobremanera su seductora mirada. Bien es cierto que, en esta cuestión de los criterios estéticos, Carlos, se podría comparar con cualquiera de los galanes del celuloide, de los platós, de la música o de cualquier otra actividad de los años 50, pero he querido referirme en concreto a su semejanza con estos tres célebres hombres porque considero que todos ellos, incluido Carlos, guardan entre sí otro denominador común que hace que su parecido sea aún mayor. En el caso de James, Humphrey y Julio porque supieron llevarlo a cabo mientras vivieron y en el de Fidalgo porque lo hace en la actualidad, y podría resumirse con las palabras del propio James Dean: “Ni siquiera pretendo ser el mejor. Quiero volar tan alto que nadie pueda alcanzarme. No para demostrar nada, sólo quiero llegar a donde se debe llegar cuando entregas tu vida entera y todo lo que eres a una única cosa”.Se refería a su profesión. Los tres primeros lograron con creces el objetivo perseguido de llegar a lo más alto en su trabajo, en el caso del joven bembibrense va camino de alcanzarlo, entregado en cuerpo y alma a su tarea de escribir, como redactor en el Diario de León y columnista, como fabuloso narrador y novelista. Carlos lleva su oficio a cotas que sólo el amor a las letras puede otorgar. Escritor impenitente, escribe aun cuando no lo hace, porque al observar y al hablar está escribiendo, y es posible que tenga más obra en su cabeza y en sus cajones que en el periódico y en las estanterías. Existe la creencia de que un escritor es un ser tocado por la inspiración y que en eso reside su mérito. Y realmente se puede considerar que el que escribe es alguien con talento, pero hay que desvelar que para escribir, y hacerlo bien, y eso Carlos lo sabe y lo practica, tiene que haber un gran trabajo de lectura, y de escritura, y reescritura que lo respalde. Y son, principalmente, la lectura y la escritura procesos enraizados en la vida misma de Carlos Fidalgo. La necesidad de escribir nació en él como algo fundamental de su existencia, que empezó a germinar en aquel niño de espíritu observador e inquieto que callejeaba por el Bembibre próspero y multirracial de los años 80, y escribiendo ha de volar muy alto. En ese viaje, querido Carlos, ten presente lo escrito por Juan Rulfo en Pedro Páramo: “¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido”.

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Mario

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