Nicanor García Ordiz abre las fiestas de Albares de la Ribera con un pregón en honor “a nuestros mayores”

Nicanor Garcia Ordiz ejerció de pregonero en las fiesta de San Antonio, en Albares de la Ribera, con un pregón dedicado “a nuestros mayores”.

“Hoy no es un día cualquiera. Hoy el aire huele a memoria, y las campanas, cuando doblen por San Antonio, traerán consigo los ecos de una historia escrita a pie descalzo, entre las piedras del río y los surcos del campo, en las cocinas encendidas por la lumbre de las palabras”.

Así daba comienzo el pregón en el que nombró, una por una, a las 45 personas mayores de 80 años de la localidad, “que siguen enseñándonos con el ejemplo qué significa vivir con dignidad”. Para a continuación darles las gracias.

“Gracias por haber arado esta tierra con vuestras manos. Por haber criado, con pan escaso pero amor abundante, a generaciones enteras. Por haber sabido callar cuando hizo falta, y hablar con firmeza cuando el corazón lo pedía. Por haber mantenido el alma del pueblo viva en los inviernos más duros. Por haber reído y llorado juntos. Por haber enseñado que el respeto se gana con humildad, y que la sabiduría no está en los libros, sino en los surcos de una cara, en el temblor de unas manos, en el coraje de seguir adelante cuando todo se vuelve cuesta arriba”.

Cada uno de ellos lleva dentro un universo, decía Nicanor García Ordiz en su pregón, porque son memoria viva de Albares.

“Sois las canciones que ya no se cantan, pero que aún suenan en la voz de quien las aprendió de vosotras y vosotros. Sois los refranes que atraviesan las cocinas y los bancos al sol. Sois la historia no escrita, pero cierta. La que se transmite al amor de la lumbre, al borde del fuego, al abrigo de la palabra contada”.

Un pregón que es un homenaje, un gracias. “Porque seguís aquí. Porque os seguimos necesitando. Porque sois faro, raíz, cimiento. Porque el futuro, si ha de tener sentido, ha de construirse con vuestra memoria y con vuestro ejemplo”

“No hay orquesta ni pregón que pueda brillar más que la luz serena de una mirada que ha visto nacer y morir tantos inviernos, tantas primaveras; que ha abrazado la escasez con una dignidad que este siglo ha olvidado”.

“A las mujeres que supieron levantar casas enteras con las manos y los silencios. A los hombres que aprendieron a mirar al cielo para adivinar si llovería o no. A las mujeres que criaron hijos ajenos como propios. A los que se fueron a Alemania, a Suiza, a las minas, a la ciudad, pero siempre con Albares en el alma. A los que nunca salieron, y sin embargo lo vivieron todo desde aquí”.

“Que San Antonio bendiga esta tierra. Que nos encuentre, cada año, con memoria. Y que sepamos, algún día, merecer lo que hemos recibido”.

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