Tedejo recupera el sonido de las campanas en la ermita de San Fabián y San Sebastián

Las campanas de Tedejo volvieron a sonar este sábado para anunciar que han finalizado los trabajos de restauración y recuperación de la fachada de la ermita. Unos trabajos que se ha desarrollado en los últimos meses –de hecho, fue ahora hace un año cuando la Junta Vecinal y el pueblo de Tedejo acordaron acometer esta obra- pero que ya venía rondando durante los últimos cinco años.

No en vano, han sido “más de cinco años ahorrando y mirando la espadaña pensando: ‘aguanta, que cuando podamos, te arreglamos’”, dijo el portavoz vecinal, Pedro Álvarez, con motivo de la presentación de los trabajos. “Más de cinco años mirando el tejado del porche con la incertidumbre de si se derrumbaría o si podríamos llegar a tiempo; cinco años imaginando cuál sería el resultado final y discutiendo o debatiendo éste u otro aspecto de la obra”. En definitiva, no ocultó Álvarez, cinco años de espera “con mucha paciencia”.

La espera ha dado su fruto que hoy luce con orgullo el pueblo de Tedejo. Primero, volvieron a sonar las campanas como sonaron años atrás para anunciar un oficio religioso, un entierro, las fiestas o incluso, el concejo.

Precisamente, por esta razón Álvarez destacó que las particularidades de esta obra han tenido en cuenta tanto el aspecto religioso como el social: “la campana pequeña servía para que el alcalde pedáneo llamara a concejo con su toque característico”. Pero incluso era la misma campana que servía en la creencia popular para intentar combatir, colocándola boca arriba, las terribles tormentas que terminaban con cosechas enteras del pueblo.

Detrás de esta obra hay una buena parte de la historia que ha hecho que los vecinos se implicasen. Porque los escasos recursos económicos de la Junta Vecinal no hubieran conseguido este resultado que ha contado con colaboraciones de los trabajos en las campanas de vecinos, que se han implicado desinteresadamente.

“Es la obra de un pueblo que se llama Tedejo”, expresó. “De los que viven aquí en primera instancia, pero también por quienes se han visto en la obligación de emigrar”. Una obra que tiene una dedicatoria muy especial: a los más mayores, pero sin olvidar a las futuras generaciones. Eso sí, para ellos hay un mandato muy concreto: que cuando les corresponda a ellos el relevo sepan que hubo una generación anterior que luchó por mantener una parte de su historia, y que los que vienen lo sepan conservar. Pedro Álvarez citó a Gil y Carrasco para concluir que “un pueblo que entierra su historia está condenado a pasar frío”. “Mucho frío”, sentenció.

 

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