A CIENCIA CIERTA / Historias de la mina: las chimeneas (I)

Aunque todavía queda tiempo para que sea Santa Bárbara, nunca está de sobra en El Bierzo recordar la minería del carbón. Una de las labores más importantes como sin duda recordarán muchos de los antiguos mineros, era la realización de chimeneas o si se quiere “la monta o montura de una explotación” sobre una capa concreta. No hace falta explicar mucho más. Se trataba de hacer una auténtica chimenea (obviamente), por una capa, iniciándose en la galería inferior y finalizando en el superior. A mi me tocaba ir midiendo a intervalos de pocos días la labor y reflejarla en los planos de labores, para saber entre otros muchos detalles  donde y cuando acabaría calando la chimenea y también para que calase en el punto que se quería.

Puesto que el teodolito que habitualmente manejábamos los topógrafos, no cabía por la chimenea y además era dificilísimo su manejo en la misma se recurría a una brújula, un eclímetro y a la cinta métrica. Las capas al menos en la zona de Torre-Bembibre eran por lo general de potencia inferior a 80 centímetros. Las brújulas utilizadas eran llamadas de “minero”. Tanto la brújula como el eclímetro, estaban diseñados para poderse colgar en una cuerda y así descomponiendo en tramos la chimenea se iba anotando en cada tramo la dirección (respecto al Norte Magnético) y también la pendiente y la distancia. Con estos tres datos cualquier topógrafo o cualquier estudiante de matemáticas un poco espabilado, podía ir determinando la posición de cada una de las referencias (grapas, puntas o alcayatas por ejemplo) que se iban colocando en la chimenea. Había que tener en cuenta lógicamente que el Norte Magnético, no coincide con otros tipos de norte y pocas cosas más. La posición de cada grapa o referencia se determinaba por tres números. Los teléfonos móviles modernos indican la posición de un punto con dos números (latitud /longitud o abscisa /ordenada), pero en las chimeneas era preciso además saber la altura (cota) para poder si quedaba mucho o poco para llegar al nivel donde se pensaba calar.

El problema que a menudo había que sortear, era que este método de medida y por diversas razones que no viene al caso explicar, no era tan preciso como el utilizado en las galerías (con el teodolito). El principal problema ( a mi modo de ver) era que las brújulas no siempre señalaban la dirección, todo lo correctamente que fuese deseable. Para sortear este inconveniente existen técnicas de medida, que sinceramente yo nunca tuve muy en cuenta. Me fiaba más de otras técnicas geométricas y/o geológicas que básicamente aprovechan las equivalencias que hay en un plano cualquiera entre las direcciones y pendientes que obtenemos en el mismo en una dirección cualquiera y las correspondientes a su buzamiento (pendiente máxima) si sabemos su dirección. Pondré un ejemplo para quien lo pueda “pescar”. Si una capa de carbón tiene una pendiente de 60º y queremos subir por la misma una chimenea que sólo tenga 25º (ni más ni menos) en vez de “tirar a plomo”, es decir por la pendiente máxima hemos de subir formando un ángulo de 62,2º (medidos sobre la capa y respecto a la línea de pendiente máxima) . Por otra parte la dirección de la chimenea y vista en planta (en el plano de la mina) formará un ángulo con la dirección de la máxima pendiente de 77,7º y por tanto con la dirección de la capa (nos la indica la galería si vamos en guía.) de 12,3º. Los ángulos medidas sobre la capa y también la pendiente de la chimenea entre dos puntos, parecían más sencillos de medir con rigor. También lógicamente las distancias con la cinta métrica. Por todo ello al final se podían hacer cálculos para intentar comprobar si las medidas de la brújula eran las correctas o al menos admisible.

Pero aún así existía  el inconveniente de que las capas no siempre eran planos perfectos. De ser así, los cálculos podrían no ser fiables. Por estas y otras circunstancias a menudo además de hacer todas las comprobaciones y análisis geométricos posibles, se acudía a “lo practico”, es decir a aplicar el oído cuando se sabía (por las medidas topográficas señaladas) que ya faltaba poco para calar, es decir para que la chimenea terminase apareciendo donde se quería. Creo recordar que se decía que un martillo de picador se sentía a una distancia de 25 metros del cale. No lo se con certeza. De todos modos no pretendo explicar con detalle como se medían las chimeneas.

La cuestión y lo que si recuerdo es que cuando se pensaba (a partir de las mediciones topográficas) que el cale estaba próximo; era habitual, más bien lo normal, llevar al punto donde se quería calar un martillo de picador para hacer señales (acústicas) al picador de la chimenea y que este fuese a calar donde se quería. Ello suponía que a veces había que estar un largo rato (quizá una hora o más) haciendo señales para que el picador acertase a salir donde se quería. Era una medida de precaución y que servía de comprobante de que las medidas que se iban tomando cada pocos días, eran correctas o al menos aceptables. Aun así, a veces era normal que la chimenea apareciese uno o dos metros desviada. Ello era debido a múltiples factores e inconvenientes difíciles de sortear y que ya expuse.

En esta labor como en otras de la mina había que estar “al loro”. Un error incluso pequeño, unido a mala suerte, podrían suponer un grave accidente. Por ejemplo, a que una chimenea calase al cauce de un arroyo y metiese el agua al interior de la mina. ¡¡ Vaya gracia!!. Recuerdo que en una ocasión y a pesar de las señas el picador no dirigió la chimenea a donde se quería. Se desvió ligeramente (un metro aproximadamente creo) y en vez de calar al contrataque ya preparado al efecto, se pasó de largo y fue a parar a un taller ( una “rampla”) ya explotada en cota superior. Dada la medida del contrataque una deviación de un metro era suficiente para pasar de largo. No sucedió nada, pero fue una mala operación. Si en esa rampla ya explotada hubiese habido por ejemplo una cierta cantidad de agua mezclada con tierra y/o carbón, es decir una masa inestable podría haber ocurrido un accidente. En otra ocasión sin embargo y creo que sin apenas hacer señas, el cale se produjo exactamente en el contrataque deseado. Un error por tanto en este caso nulo. Hay que tener en cuenta que las chimeneas a veces tenían casi 100 metros y en esa distancia y dado el método de medida, un error de uno o más metros era muy difícil de evitar… incluso y como hemos visto haciendo señas para guiar al picador.

Supongo que habría casos en los cuales no era preciso afinar tanto la puntería. Si una capa afloraba en superficie, en una longitud de muchos metros o en una galería en guía bien limpia, el cale en un punto u otro ya no era un asunto importante. Era sólo esencial cuando era preciso calar en un contraataque o una galería en un espacio de muy pocos metros. En mis años de mina, bien por suerte (siempre es necesaria en la vida) o bien porque siempre me tomé mi trabajo muy en serio, jamás tuve que lamentar un error que diere lugar a un accidente…pero si hubo una ocasión en que de no haber sido por la fortuna hubiera habido un grave accidente. Una muerte posiblemente. Ahora que ya paso el tiempo y teniendo en cuenta que la historia tuvo  final feliz (sólo un susto grande), voy a contarlo. También contaré otra historia relacionada con chimeneas que tuvo un final no sólo feliz , si no además muy gracioso. Pero eso en el próximo artículo de “Bembibre Digital”.       

Rogelio Melendez Tercero

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