A CIENCIA CIERTA / Los arroyos no nacen…se hacen

En algunas ocasiones me han preguntado como hacemos los geólogos y otros técnicos semejantes para buscar agua subterránea. Imagino que con la prolongada sequía que padecemos mas de uno considere que este es el momento adecuado para hacer esta pregunta. Pues bien la respuesta es que sólo se puede y se debe hacer utilizando métodos racionales y científicos, que básicamente consisten en resolver problemas de índole físico-matemática y partiendo siempre de unos datos que hay que primero conocer lo mejor posible, tras el pertinente estudio del terreno y de la climatología de una región. Es evidente que no puedo por mas que lo intente explicar en un corto artículo como este, en que consiste exactamente el método de búsqueda de agua subterránea por métodos científicos. Necesitaría redactar muchos artículos (mas bien un libro) que además para su correcta comprensión precisaría por parte del lector de unos conocimientos previos de Hidrogeología, siendo esta una rama o una especialidad de las llamadas Ciencias Geológicas. En la Red se localizan unos excelentes apuntes de Hidrogeología del profesor D. Javier Sánchez San Román (Universidad de Salamanca),que me sirven a menudo como guía y los recomiendo leer a cualquiera. Aún cuando no los entienda o los entienda muy poco, le han de servir para al menos intuir cual es método de trabajo racional y científico para buscar agua subterránea.

Lo que si puedo hacer y a ello voy, es ir exponiendo algunas cuestiones o conceptos muy puntuales acerca de este asunto y empezando por señalar que muchas de las ideas que muchos ciudadanos corrientes tienen sobre el agua subterránea no se ajustan a la realidad. El agua subterránea y a diferencia de las aguas superficiales en general, no circula por el interior del terreno concentrada en cauces o “venas de agua” bien definidas, como si lo hacen los arroyos que discurren por la superficie. Las ideas que manejan los zahoríes a este respecto son pues totalmente equivocadas y sus “aciertos” son por ello sólo aparentes.

El agua subterránea se acumula en los poros y huecos (algunos tan diminutos que no se ven a simple vista), que hay en el interior del terreno y por ello hay considerables masas de agua que están dispersas en grandes extensiones de terreno. En general en cualquier parte del subsuelo hay una superficie irregular que se extiende por muchos kilómetros cuadrados y que eso si a veces (en épocas de sequía) se halla a profundidad considerable y otras por el contrario llega a aflorar en la superficie. Es el llamado nivel freático. Desde este nivel hacia abajo es donde el agua se halla rellenando los poros del terreno. Este nivel se halla mucho mas próximo a la superficie en los valles; que en bajo las zonas altas.

LA POROSIDAD DEL TERRENO

El volumen de huecos que hay en el subsuelo es lo que se conoce como porosidad. Si los poros o huecos son de un cierto tamaño se puede extraer de ellos el agua (al menos parte) con facilidad; esto es por simple gravedad. Pero siempre hay una cierta cantidad de agua que queda pegada o adherida a las paredes de esos huecos y que no se suelta por su peso. Por todo ello se distingue entre la porosidad total y la porosidad eficaz. Por ejemplo, supongamos que en un metro cúbico de tierra hay un volumen de huecos tal que necesitamos 280 litros de agua para que se llenen todos y que después ese metro cúbico de tierra lo dejamos escurrir y que sólo se desprenden del mismo 160 litros. Los 120 que faltan es agua que se queda pegada a las paredes de esos poros y que no se suelta. Hay pues que distinguir entre la porosidad total y la que realmente resulta eficaz.

Es evidente que los datos numéricos que expresan la porosidad del terreno, son importantes en los estudios encaminados a buscar agua bajo el suelo. Hay terrenos (los arcillosos) que tienen muchos y diminutos poros y por tanto pueden contener mucha cantidad de agua. Pero es evidente que el agua retenida en huecos muy diminutos, se suelta de ellos con mucha más dificultad que cuando se trata de huecos grandes. Por ello los terrenos arcillosos, aunque contengan por norma general mucha más agua que otros (los arenosos y los formados por grava por ejemplo); son menos adecuados para buscar agua. Esto implica que hay que conocer la geología de una zona para buscar agua subterránea.

EL MOVIMIENTO DEL AGUA SUBTERRANEA

El agua subterránea también se mueve a través del terreno pero lo hace infiltrándose a través de grandes volúmenes de tierra y de un modo disperso, siguiendo caminos muy diversos y además a unas velocidades muy, muy lentas en comparación con el agua de ríos y arroyos. Digamos que el agua se mueve atravesando el terreno de modo más parecido a como lo hace el aire a través de un bosque muy espeso; que como lo hace un camino que cruce ese bosque. Esta es una idea que no coincide con lo que se percibe a simple vista. Son muchos los que aún piensan que el agua dentro del terreno circula por conductos o “venas” bien definidas y que cuando una de estas venas aparece en el suelo (en un prado por ejemplo) es cuando aparece un manantial. Esto no es así. Un manantial es un punto del suelo en el que convergen múltiples y diminutas corrientes de agua procedentes de diversos puntos y que por ello dan lugar a un caudal lo bastante notable para percibir a simple vista la existencia de agua. Si el manantial es muy diminuto lo único que vemos es un ligero rezume.

Cuando se realiza una excavación a veces ocurre que esta profundiza lo suficiente para llegar hasta donde se halla la superficie conocida como nivel freático. Entonces es cuando empieza a aparecer agua en la excavación. Un valle es en realidad una excavación natural y por ello en los valles es donde con más facilidad se hallan los manantiales y terrenos más o menos humedecidos. En muchos de ellos y sobre todo en épocas húmedas existen arroyos de más o menos entidad y es creencia generalizada que estos surgen a partir de un punto concreto el llamado punto de nacimiento a partir del cual surge un caudal de agua que permanece constante aguas abajo. No es esto cierto tampoco. En cualquier río y en cualquier arroyo aún cuando aguas abajo no existan otros arroyos o manantiales que viertan al mismo sus aguas; el caudal se va incrementando. Se va incrementando porque tanto por los laterales del arroyo como incluso por el fondo del mismo van surgiendo diminutas y más o menos esporádicas aportaciones de agua que incrementan el caudal. Si el manantial de la cabecera se elimina esto supone una merma del caudal del arroyo, pero no necesariamente su desaparición porque un arroyo, como dice el título de este artículo; no nace más bien se hace o se va haciendo cuando un valle se prolonga entre montañas.

De lo dicho se desprende que es posible provocar artificialmente la aparición de manantiales. Si se hace en la ladera de un monte por ejemplo una zanja (cuanto más profunda mejor) en forma de V y con el pico o vértice en la zona más baja de excavación; lo que estaremos haciendo es interceptar diminutas y esporádicas corrientes de agua que eventualmente pueden existir en esa ladera y de este modo facilitar la entrada hacia la zanja de múltiples y diminutas corrientes de agua. La zanja una vez realizada conviene rellenarla de material poroso (piedras y grava) que permita la conservación de la misma y la existencia de una zona con alta concentración de poros. Si se deja obstruir con materiales no porosos el trabajo realizado puede resultar baldío.

Puede haber casos excepcionales, en los que el arroyo en vez de incrementar su caudal lo vaya perdiendo hasta incluso desaparecer. Esto suele ocurrir cuando un arroyo discurre por una superficie llana durante largos trayectos. No es normal que esto suceda en nuestras latitudes, pero en regiones muy áridas los arroyos que se generan en las montañas al llegar a zonas llanas pueden ir poco a poco desapareciendo. En nuestras latitudes sin duda muchos hemos observado un fenómeno parecido cuando se pretende regar con un caudal muy escaso de agua que tratamos de conducir por surcos muy, muy largos. Poco a poco se va sumiendo el agua y resulta muy complicado hacerla llegar al final.

Lo hasta aquí señalado es sólo una parte mínima de las muchas ideas y conceptos que se analizan para buscar agua subterránea. Es digamos un ejemplo de cual es la filosofía y el método de trabajo. Cabe añadir mas aún y es que aunque yo en este y otros artículos apenas hable de números y de fórmulas matemáticas; estas resultan imprescindibles en la práctica. Yo he hablado -por ejemplo- de que el agua subterránea se mueve muy despacio. Si estuviese redactando un informe técnico y no un artículo de divulgación debería indicar con números cual es esa velocidad y de donde salen esos números. Lo mismo con otras muchas características que definen el comportamiento del agua en el subsuelo.

La búsqueda de agua subterránea; es un asunto que implica el conocimiento de una enrome cantidad de factores. Todos aquellos que sirven para definir las características del terreno y las de la acumulación y movimiento del agua a través del mismo. Por ello en sucesivos artículos habrá ocasión de volver a insistir sobre este tema para ir viendo poco a poco diversas cuestiones que importan y mucho. Por otra parte en este mismo medio y en este mismo año ya no es la primera vez que hablo de este tema. Entiendo que en las actuales circunstancias debe interesar bastante a los lectores.

Finalizo con una imagen tomada de la Red. Es una foto (realizada por Juan Pablo Zumel Arranz ) de un arroyo de Salamanca, denominado Huelmos. Me recuerda a algunos de los que hay por El Bierzo.

Rogelio Meléndez Tercero

 

 

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