Como lo natural, ¿no hay nada?

Una idea muy extendida aún en nuestros días, es aquella que afirma que a la Naturaleza no la podemos ni igualar, ni mucho menos aún superar en ningún aspecto. Siguiendo esta línea de pensamiento se puede argumentar por ejemplo, que un alimento o un producto natural siempre traerá más beneficios que algo artificial. Sin embargo, yo entiendo que esta es una idea que no siempre es cierta. Nadie pone en duda por ejemplo que una fruta natural y de buena calidad sea más saludable que una comida preparada artificialmente y mal; pero esta idea de que siempre lo natural es lo mejor creo que tiene también algunas lagunas.

VIEJAS CREENCIAS

En mi opinión esa creencia de que lo natural es siempre lo mejor, parte de ancestrales creencias que consideraban que lo natural es obra de Dios o de los dioses y lo artificial obra humana y por ello siempre de calidad inferior a lo divino (natural). Esto se puede interpretar como que no se debe interferir para nada en las fuerzas naturales. Sin embargo, un terremoto por ejemplo o cualquier otro desastre natural son fenómenos naturales y ello no supone que sean buenos. Lo mismo cabe decir de un deslizamiento de una ladera debido a fuertes lluvias. En este caso si los técnicos de turno toman las medidas oportunas para evitar ese deslizamiento, puede que estén actuando contra la Naturaleza; pero no puede decirse que estén actuando mal. Hay muchos ejemplos de este tipo. En última instancia, hay que reconocer que la agricultura es una modificación artificial del entorno natural. ¿Es mala la agricultura? Yo entiendo que depende de cómo se efectúen las labores agrícolas. El uso de determinadas prácticas agrícolas si puede ser dañino; pero puede haber otras que no lo son. Siguiendo esta línea de pensamiento cabría preguntarse que es lo mejor; un jardín bien cuidado, con sus flores dispuestas en un orden preconcebido o un terreno en el que plantas de todo tipo crezcan sin control humano alguno.

Creo haber leído en alguna parte que cuando los médicos descubrieron la posibilidad de que el parto fuese sin dolor; algunos religiosos se opusieron a ese avance de la Ciencia, argumentando que La Biblia decía expresamente “parirás con dolor” y que por tanto ese avance de la medicina debería ser rechazado. Una vez más se deja traslucir la idea de que lo natural como obra de Dios es lo bueno y lo artificial no.

Por otra parte, también hasta nuestros días se mantiene la idea de que a la Naturaleza sólo se la puede imitar con más o menos éxito, pero nunca igualar y menos aún superar. Sin embargo, también aquí hay muchos argumentos para rebatir esta idea. La Historia de la Ciencia y la Tecnología muestra como hay múltiples ejemplos que muestran que esto no es así. Veamos algunos.

LA NATURALEZA SUPERADA

Hasta el siglo XVIII; se creía que los relojes de sol que son los naturales eran mucho más perfectos que los relojes mecánicos que son artificiales; sin embargo, desde entonces ha nuestros días esa idea se ha ido diluyendo más y más. Hoy está bien claro que los relojes artificiales son capaces de medir el paso del tiempo con una precisión y una comodidad muy superior a la de los viejos relojes de sol. También hasta el siglo XVIII se pensaba que la materia viva se regía por unas leyes físicas y químicas diferentes de la materia no viva. La materia viva estaría dotada de una misteriosa fuerza vital. Sin embargo, en este siglo se descubrió (René de Reaumure), que materia no viva, podía disolver la carne tal y como sucede en el interior de los organismos vivos. En el siglo XIX Friedrich Wholer, fue capaz de fabricar en un laboratorio urea que es un compuesto que hasta entonces se consideraba que sólo podría ser generado en el interior de los organismos vivos, merced a una misteriosa energía vital ya aludida que sólo los seres vivos poseían.

A partir de entonces se debió empezar a considerar que quizá no tenía sentido distinguir entre la química orgánica (de los seres vivos) y la inorgánica (de los seres no vivos); aunque hasta nuestros días se ha mantenido esa distinción. También en el siglo XIX, el químico Berthelot descubrió las bases para construir sustancias sintéticas, que podrían ser de mejor calidad que las naturales. En el año 1896 Buchner demostró que la materia inorgánica era capaza de llevar a cabo procesos, que antes se pensaba que sólo eran posibles de realizar por sustancias vivas. Así pues, a principios del siglo XX, se llegó a la evidencia de que dentro de las células vivas no había energías misteriosas. Todos los procesos que tenían lugar en los tejidos vivos eran realizados por medio de sustancias químicas ordinarias, con las que se podría trabajar en tubos de ensayo de los laboratorios. A mediados el siglo XX y quizá ya antes estaba claro que todos los productos orgánicos se podían fabricar en laboratorios.

Los plásticos se inventaron a lo largo del siglo XIX y debió ser a los inicios del S. XX, cuando empezaron su expansión y desde luego son productos que superan en muchos aspectos a los naturales. Se inventaron
al parecer con el fin de fabricar bolas de billar artificiales pues las naturales las obtenían de marfil natural. En los años finales del pasado siglo XX escribió I. Asimov que la idea de aventajar a la Naturaleza, ha crecido a hasta extremos colosales.

Es bien sabido por ejemplo, que ya en el año1955 se logró fabricar diamantes artificiales algo que parecía imposible dadas las enormes presiones y temperaturas requeridas para ello. En la Red, (ver imagen), hay numerosas imágenes de diamantes artificiales. En el campo de la medicina las prótesis de cadera o incluso los corazones artificiales están logrando metas que hace algunas décadas parecían imposibles. Cada vez parece evidente que los humanos lograremos igualar e incluso superar a la Naturaleza. Otro tema es que lo hagamos para bien o para mal; pero este es otro antiguo, interesante y diferente debate.

La explicación de esta situación que siempre e incluso hoy día parece muy difícil, es en mi opinión muy sencilla. Los productos llamados artificiales son en definitiva productos de la inteligencia humana y esta al igual que la de los animales (que también la tienen); es resultado de un proceso natural: la Evolución. Por tanto, la distinción entre lo natural y lo artificial quizá no tiene sentido alguno. Todo es en definitiva natural.

Rogelio Meléndez Tercero

 

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