“Candil oxidado”, un relato de Eva Domínguez Terrero

Eva Domínguez ha querido compartir con los lectores de Bembibre Digital un relato que escribió años atrás. La autora decidió no sacarlo a la luz hasta este momento, por los acontecimientos actuales. Su título es “Candil oxidado”.

CANDIL OXIDADO

Tras un candil oxidado
se encontraban las historias
de unos mineros
que trabajaron sin descanso
por ver reflejados los misterios
de una tierra que quiso calentarnos.

Aquí comenzaba la historia
de aquel candil oxidado,
olvidado en la estantería de un anticuario.

Donde hombre y farolillo
habrían compartido andanza
sin que el día ni tan siquiera
hubiera rozado la mañana.

Siendo tan mágicas las puestas
que los colores se asomaban a sus cuevas
donde aquellos cantos de esos hombres
delegaban su grandeza.

Era un día frío y nocturno
cuando María se levantaría como cada día
a preparar la marcha de lo que ella más quería, unos ojos que se abrían a la vida
sabiendo que el peligro le acompañaría
en la soledad de una galería
de la que era prisionero con un candil como vigía.

María lo agarraba con fuerza mientras le decía
lo mucho que lo amaba
como si fuera el último día.

Y allí partía Antonio
con el amor que le daría valentía
para regresar sano y salvo
aunque la suerte ya estuviera vendida.

Entraban despacio,
viajando a la garganta de una tierra
con gritos escondidos bajo su regazo,
los de unos hombres
que perdieron la vida bajo sus trazos.

Y allí se desprendían las capas de un Bierzo
que esconden los secretos
de aquellos sueños que permanecieron
en secreto.

Siempre pensaba Antonio
en el amor que le debía
a una mujer que en silencio sufría
mientras el carbón se desprendía
de las paredes de una galería oscura
y llena de heridas.

Así pasaban las jornadas de trabajo
con el corazón acelerado
por la incertidumbre del que parte
y del que queda esperando.

Hasta que un día,
cuando la calma parecía haber llegado,
pues la costumbre pretendía
dejar a Antonio en remanso,
llegó el dolor del que de su lado
tiene a la muerte que pretende siempre buscarlo,
pues ahí mismo se desprendió un costero
y quiso matarlo dejando a aquel candil
en el suelo y a su mujer viuda
y en el silencio del ocaso
tras aquella lamparilla encendida
que nunca más encendería sus pasos.

Quedando apagado por siempre
y con la historia bajo la muerte de ambos:
De Antonio el minero y el candil oxidado.

En la sangre de un poeta
hay un cómputo global
de los sentimientos que albergan
los mineros que parten
y las mujeres que se fragmentan.

Son historias
las que yacen en sus muecas
y se llevan a la tumba
perdurando el dolor
en quienes se quedan.

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