Rincón: olvido, retiro, aislamiento, confluencia de miradas, refugio, tal vez encuentro; siempre, fin de trayecto; castigo: ¡¡al rincón!!
Nunca verás en el rincón de paseo al viento y sí el aire ya sin respiro ni aliento. Desechos arrumbados: hojas, plásticos, suma de polvo y de polvos, arenas y plumas, cartas sin trazos, fotografías sin rasgos, cromos y envoltorios de vuelta de otros caminos. ¡Al rincón han llegado en remolino! En él su estallido la luz termina, no reverbera. El color se niega a entrar: oscuridad y hastío. Espacio sí es para el fuego miope, nunca para hoguera desgarbada; sí, para el humo lineal; nunca para la llama altiva.
¡Déjate de rincón literario, mejor esquina sagaz e intrigante con libros!
Señalan un rumbo las esquinas; nunca cierran sus puertas; horario continuado, sin pausa, riéndose del tiempo. Están al aire, a todos los aires; distribuyen la luz a capricho, se permiten jugar y burlar las sombras. La noche guarda y vigila desde las esquinas, y éstas, cómplices, con compañía: son las putas, dicen, quienes las mantienen despiertas y enhiestas. “Están haciendo la esquina”, dicen los más creativos. “¡No, la carrera!”, añaden farsantes los atletas de voz güisquera y tupé engominado mientras señalan con la puntera del zapato el balance del trasiego nocturno.
Quisiera para los libros no rincón apagado ni regazo con asiento sino esquina viva, vertical y hereje, capaz de perfilar hasta cortar y encaminar los vientos, dispuesta a interrumpir el paso lineal de las gentes, obligadas a doblar con su brazo …, elegante, la esquina. Y a la vuelta, que se den de bruces con una portada inesperada, con un libro en campo abierto que, con señas, invite a entrar, a quedarse un rato de conversación.
Si necesario e inevitable fuere, quede el rincón, literario o librero o libraico, como refugio y asilo para quienes temen el riesgo del mantenimiento de los vértices o el pánico ante la conjunción de líneas; que hallen en él ese retiro interior resguardados de cualquier ventolera o vendaval. ¡Que el ángulo les sea leve!
Tomás-Néstor Martínez