Categorías: Cocina Literaria

La lubina de Su Excelencia El Generalisimo (II)

Sí sé  -o al menos me lo imagino-  que Su Excelencia, el Generalísimo perdió la oportunidad de degustar una lubina a la leonesa porque yo la hubiera cocinado y lo hubiera invitado a mi casa, que no era mi casa, porque era una casa alquilada, pero, a buen seguro, lo hubiera invitado.

Me imagino que Su Excelencia dijo a doña Carmen, posteriormente, cuando probaron la lubina que habían regalado a don Antonio González Trigo  -¡qué gran oportunidad perdió Su Excelencia de haber conocido a Antonio Esteban…¡-   “Carmina  -en Asturias a las personas que se llaman Carmen, les llaman Carmina y para Su Excelencia, llamar Carmina a doña Carmen no era una frivolidad-  Carmina ¡qué bien han preparado la lubina Trigo  -Franco llamaba a sus subordinados por el segundo apellido-  Tienes que aprender la receta y que nos la preparen en El Pardo”.

Yo creo que Su Excelencia no conocía la lubina a la leonesa y, ahora, tampoco va a poder degustarla, pero, para curiosos  -y curiosas-  diré que se prepara así: “Necesitamos ocho rodajas de lubina; medio kilo de almejas, pimentón dulce, cuatro rebanadas de pan, medio litro de vino blanco, harina, tres cebollas, pimienta blanca molida, perejil y aceite y , naturalmente, sal”.

Mientras, ponemos las almejas a remojo, en agua fría, lavamos las rodajas de lubina, picamos  el pan y lo freímos  trituramos la cebolla y abrimos, al vapor, las almejas. Después, colocamos las rodajas de lubina en una fuente, espolvoreadas de harina, las rociamos con aceite, vino blanco y pimentón y las metemos al horno durante unos veinte minutos. A continuación agregamos las cebollas y las almejas y durante otros veinte minutos dejamos la lubina en el horno”.

Finalmente, ponemos todo en una fuente y cubrimos con perejil picado y adornamos con el pan frito

Su Excelencia no hubiera debido  morirse sin haber probado nuestra lubina a la leonesa. Seguramente se hubiera chupado los dedos, bajo la mirada reprobatoria de doña Carmina.

La lubina  -y eso, seguramente, lo sabía muy bien Franco-  recibe también el nombre de róbalo o baile y es propia del Mediterráneo y del Océano Atlántico, desde Senegal a Noruega y la profundidad en la que suele encontrarse es de 0 a 15 metros. Es muy voraz y su dieta se compone de crustáceos, gusanos o erizos de mar.

Cada hembra puede llegar a poner doscientos cincuenta mil huevos por kilo de peso.

En la pesca de la lubina hay dos factores importantes: el cebo y la velocidad de la embarcación que debe ser aproximada a dos nudos es decir a mil ochocientos metros por hora. En velocidades superiores apenas pican y, en cuanto a los cebos, existe gran variedad: angulas de vinilo rapalas, piel de cerdo o cucharillas, pero, el mejor es el natural.

Su Excelencia tenía piel de cerdo.

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