Sí sé -o al menos me lo imagino- que Su Excelencia, el Generalísimo perdió la oportunidad de degustar una lubina a la leonesa porque yo la hubiera cocinado y lo hubiera invitado a mi casa, que no era mi casa, porque era una casa alquilada, pero, a buen seguro, lo hubiera invitado.
Me imagino que Su Excelencia dijo a doña Carmen, posteriormente, cuando probaron la lubina que habían regalado a don Antonio González Trigo -¡qué gran oportunidad perdió Su Excelencia de haber conocido a Antonio Esteban…¡- “Carmina -en Asturias a las personas que se llaman Carmen, les llaman Carmina y para Su Excelencia, llamar Carmina a doña Carmen no era una frivolidad- Carmina ¡qué bien han preparado la lubina Trigo -Franco llamaba a sus subordinados por el segundo apellido- Tienes que aprender la receta y que nos la preparen en El Pardo”.
“Mientras, ponemos las almejas a remojo, en agua fría, lavamos las rodajas de lubina, picamos el pan y lo freímos trituramos la cebolla y abrimos, al vapor, las almejas. Después, colocamos las rodajas de lubina en una fuente, espolvoreadas de harina, las rociamos con aceite, vino blanco y pimentón y las metemos al horno durante unos veinte minutos. A continuación agregamos las cebollas y las almejas y durante otros veinte minutos dejamos la lubina en el horno”.
“Finalmente, ponemos todo en una fuente y cubrimos con perejil picado y adornamos con el pan frito”
Su Excelencia no hubiera debido morirse sin haber probado nuestra lubina a la leonesa. Seguramente se hubiera chupado los dedos, bajo la mirada reprobatoria de doña Carmina.
La lubina -y eso, seguramente, lo sabía muy bien Franco- recibe también el nombre de róbalo o baile y es propia del Mediterráneo y del Océano Atlántico, desde Senegal a Noruega y la profundidad en la que suele encontrarse es de 0 a 15 metros. Es muy voraz y su dieta se compone de crustáceos, gusanos o erizos de mar.
Cada hembra puede llegar a poner doscientos cincuenta mil huevos por kilo de peso.
En la pesca de la lubina hay dos factores importantes: el cebo y la velocidad de la embarcación que debe ser aproximada a dos nudos es decir a mil ochocientos metros por hora. En velocidades superiores apenas pican y, en cuanto a los cebos, existe gran variedad: angulas de vinilo rapalas, piel de cerdo o cucharillas, pero, el mejor es el natural.
Su Excelencia tenía piel de cerdo.
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