Decir que Enrique Gil era feminista suena un poco fuerte, o cuando menos extemporáneo: por más que ahora sea cotidiano, es un término ajeno a la primera mitad del siglo XIX. Gertrudis Gómez de Avellaneda, que compartió teatros y veladas con Gil, Concepción Arenal y doña Emilia Pardo Bazán fueron rechazadas una, dos y tres veces por una Real Academia de la Lengua 4M: masculina, misógina, miope y machista.

Ese era el ambiente literario madrileño en el que se movía Enrique Gil hacia 1840, y por ello sorprende encontrar reflexiones suyas progresistas que se apartan de esa tónica 4M; así, a propósito del pensador Luis Vives, amigo de Erasmo de Rotterdam, Gil escribe un largo ensayo en el que revisa su vida y obra, y examina el libro De la instrucción de la mujer cristiana (Brujas, 1523, dedicado a Catalina de Aragón, siendo reina de Inglaterra, antes de que Enrique VIII se enamorara de Ana Bolena).

“Luis Vives –escribe Gil- desconfiaba con razón de la fragilidad femenil, pero llevaba sus recelos al extremo, y más parecía cuidar de las trabas y estorbos materiales que no de la educación moral y de las naturales defensas de la virtud. De aquí nace el retraimiento absoluto a que sujeta no solo a las doncellas sino a las casadas y viudas, y de aquí el desasosiego y vivos temores que le inspiran todos los impulsos de la naturaleza, movimientos en su entender de la carne corrompida…”

Ay, siempre el sexo asustando a nuestros clérigos, pero Gil pone los puntos sobre los íes de la ortodoxia y enmienda la plana a Luis Vives: “Fuerza será mirar a las mujeres desde el punto de vista de una igualdad casi perfecta, reconocer sus derechos y sustituir a las relaciones de fuerza y predominio las de armonía y protección”, y a renglón seguido se desmarca de la educación propuesta por Vives: “La austeridad severa y rígida de sus ideas concuerda mal con la suavidad y cultura de los tiempos actuales, que si bien no carecen de vicio y defectos gravísimos, todavía fecundan en su seno las semillas de una época más venturosa”.

En fin, sin ser precisamente un feminista anticipado, Gil tampoco se adocena con aquel Parnaso y aquella Academia de las 4M, y mantiene una posición digna, rompiendo siempre que puede una lanza por la igualdad, “casi perfecta”.

Ilustraciones:
Catalina de Aragón suplica al rey Enrique VIII, cuadro de Henry Nelson O’Neil.
Retrato de Luis Vives

Enlaces wiki románticos:
Información sobre Biblioteca Gil y Carrasco
También en: eBooksBierzo
A la venta en las principales librerías. Distribuye: Latorre Literaria

 

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