Categorías: Historias y Diridainas

HISTORIAS Y DIRINDAINAS / El ramo de Navidad

El ramo de Navidad es un antiguo ritual tradicional que ha sobrevivido discretamente en algunos pueblos de nuestra zona. Está protagonizado fundamentalmente por mujeres (en algún caso se habla de doncellas); pues, aunque sea un acto de toda la parroquia, será un grupo femenino quien tome la iniciativa para llevar a cabo la procesión, la ofrenda, el canto específico de este rito y la preparación del objeto central que cataliza la sacralidad ritual: Un ramo de hoja perenne, ya sea la rama de un árbol o un armazón adornado con raminas. En él se colocan ofrendas (velas, frutos, dulces, embutidos) y adornos (lazos, lana de colores, cintas y flores de papel). Una comitiva femenina (y en ocasiones un mozo que porta el ramo), acompañados por los parroquianos que deseen asistir, lo lleva en procesión desde el espacio profano del exterior a lo sagrado del interior del templo. Al alcanzar el umbral de la iglesia se solicita permiso para entrar en el espacio sagrado. Una vez que el ramo llega al altar se colocan a su pie las ofrendas que no se le pueden colgar ni prender. El ramo permanece en el altar hasta que acaba la Navidad.

Todo ello sucede el día del nacimiento de Cristo, en las inmediaciones del solsticio de invierno. La parte evidente del ritual conmemora el nacimiento de Jesucristo mediante una procesión de adoración que incluye las ofrendas hechas al recién nacido Niño Jesús y a su madre la Virgen María; íntimamente relacionado con estas ofrendas está el ramo. Además, en sus aspectos menos evidentes y en su dramatización, se incorporan elementos significativos muy antiguos que nos llevan a épocas anteriores al nacimiento de Cristo y que ayudan a entender mucho mejor no solo el ritual del ramo, sino también la Navidad en su conjunto como celebración festiva.

Esta manifestación cultural se documenta en diversos lugares de León (especialmente Omaña, estudiados por Loli Rodil Osorio), Palencia, Cantabria, Ávila, Zamora, Asturias, Salamanca y residualmente en Galicia. En nuestra zona, por ejemplo, podemos citar los de San Andrés de las Puentes, Almázcara y Castropodame, este último recientemente reactivado gracias a la labor de Aurelio Suárez Reguero, a quien de corazón le agradezco la ayuda que me ha prestado para escribir estas líneas y que, además, ha proporcionado las fotografías.

Lo más exótico y llamativo del ritual es el ramo en sí mismo del que, físicamente, existen dos tipos principales: Uno consiste en una rama de un árbol de hoja perenne (laurel, sardón [encina], zufreiro [alcornoque] o acebo) en las que se coloca la decoración y las ofrendas. En el otro tipo la rama de árbol se substituye por un armazón de madera, de diversas formas, que corona un mástil también de madera. El conjunto se cubre de pequeños ramos de hoja perenne. Este armazón puede configurar una superficie plana (triangular, rectangular, cuadrada, semicircular o mixta) o en tres dimensiones (piramidal, cúbica, cilíndrica), pero siempre son figuras geométricas que recuerdan un árbol con su copa.

El ramo, en cualquiera de sus variantes, se decora con velas, frutos, embutidos, dulces, rosquillas, cintas, lazos o flores de papel. Cada comunidad tenía su propia manera de realizar el ramo, reforzando así su identidad local.

Antes de pasar a ver dónde tiene sus raíces este ramo y qué significados laten en él, haré una breve mención al recién nacido y bautizado como ramu llionés de Nadal. Como hemos visto, el ramo de Navidad es un ritual colectivo, mayormente femenino, y que se realiza en lugar sagrado conforme a unas pautas concretas. Nunca fue, o no era, un adorno para las casas ni tampoco tenía una forma estandarizada ni pautada en, por ejemplo, el número de velas u otros aspectos completamente inventados muy recientemente para este ramu. Tampoco es exclusivo de León, pues su ámbito geográfico no coincide con lo leonés en cualquiera de sus concepciones. Bajo esta denominación se intenta difundir un objeto sujeto a normas estrictas y relleno de significados ajenos a la tradición, de manera que se promueve una forma única que elimina su variedad cultural y tipológica. Conviene saber que estos procesos de creación de nuevas identidades se denominan en antropología invención de la tradición y son recurrentemente utilizados por ideologías totalitarias cuyo objetivo es la creación e imposición de identidades exclusivas y, por tanto, excluyentes. Es evidente que la invención de la tradición despierta la antipatía de los antropólogos. El auténtico valor cultural (antropológico e histórico) del ramo de Navidad reside en el ritual en su conjunto, realizado en su propio contexto; fuera de ahí es un mero fetiche folclorizado que adquiere significaciones exóticas, aunque legítimas en determinados contextos. Centrar la atención nada más en el objeto, excluyéndolo de su ambiente cultural heredado e introduciéndolo en otro diferente que se vende como autentico y propio, banaliza y despoja de significado la tradición, a la vez que contribuye a su desaparición.

 

Ramo de Navidad de Castropodame

 

Desde aquí quiero animar a las parroquias a que recuperen y fomenten su propio ramo de Navidad, ya que no solo sirve para mantener viva esta manifestación cultural milenaria, sino que además refuerza la identidad y la cohesión del grupo. A la vez, quiero también animar a los hogares a que, si lo creen adecuado, coloquen en casa un ramo de Navidad doméstico, siendo conscientes de lo que significa y, sobre todo, huyendo del simplismo de lo estándar. Me parece más adecuado buscar la combinación creativa de los elementos tradicionales que constituyen el ramo. Creo que esto debe ser así porque la tradición que se fosiliza acaba en un museo o en un simple acto banal y folclórico.

A continuación repasaremos una serie de documentos históricos que aportan información sobre la genealogía del ritual del ramo de Navidad. Al tratarse de aspectos de naturaleza antropológica, su talante histórico es secundario, aunque se trate de noticias antiguas, ya que lo que interesa es la manifestación cultural. En fenómenos etnológicos, como este, el tiempo cristaliza en la tradición y lo antiguo se regenera en lo actual, se recompone y se retroalimenta constantemente.

Según la creencia europea occidental de la época anterior a Cristo el sol, en su tránsito por el firmamento, empieza a envejecer desde que pasa por el equinoccio de otoño (más o menos sobre las fiestas del Cristo, cuando encendemos una hoguera cuyo significado tal vez entendamos mejor ahora). A partir de ese momento el sol va languideciendo hasta que muere con el solsticio de invierno, pero inmediatamente renace al día siguiente (día de Navidad, aproximadamente). Ese día empezaba el año solar, era el día de año nuevo, del nuevo sol y de un nuevo ciclo. La vida renacía y se celebraban en la Europa prehistórica y antigua rituales relacionados con la renovación de la vida, el nacimiento y la fecundidad o fertilidad.

En la antigua Roma, durante el solsticio de invierno, se celebraban las fiestas saturnalia y sigillaria y, entre ellas dos, el día del sol invicto (renacido). Fueron los propios romanos los que determinaron que el día 25 de diciembre (día del sol invicto) era también el día del nacimiento de Mitra y, más tarde, cuando el cristianismo se convirtió en religión oficial del imperio, los teólogos determinaron que ese era también el día del nacimiento de Jesucristo, ya que, como sabemos, la Biblia no dice nada al respecto.

Durante estas celebraciones romanas se decoraban los edificios con plantas verdes y con multitud de velas, se intercambiaban regalos entre amigos y familiares (figuras de barro o de otros materiales, velas y frutas), se hacían festines con todo tipo de excesos; fraternizaban los ricos y los pobres, los amos y los sirvientes y se decoraban con luces las calles y los árboles que estaban en ellas, simbolizando así el renacimiento del sol e iluminando con velas la noche más larga del año, como si se tratase de un acto propiciatorio del renacimiento del sol. En este antiguo ritual festivo romano vemos varios elementos de nuestro ramo y de nuestra Navidad: árboles adornados, plantas verdes, velas y frutas, incluso calles profusamente iluminadas; todo en el mismo contexto del día 25 de diciembre.

Antes de seguir es necesario responder a una pregunta que me parece que se están haciendo algunas personas curiosas al leer esto: Efectivamente, ni el día del Cristo, ni la Navidad ni San Juan (salida del Santo) coinciden exactamente con los solsticios y los equinoccios; esto se debe, simplemente, a que el día de estas celebraciones (en su versión anterior a la era cristiana) se fijó hace miles de años y, desde entonces, el calendario se ha cambiado y ajustado muchas veces. Además, en el caso del Cristo y de la celebración del equinoccio de primavera hay interferencias de otras celebraciones cristianas que hicieron necesario reajustar estas fechas, en concreto las témporas de septiembre y la cuaresma.

Ramo de Navidad de San Andrés de las Puentes

En el siglo VI san Martín de Dumio escribe un libro para corregir las tradiciones paganas que pervivían en el reino suevo (que ocupaba del Tajo al Pisuerga y llegaba al océano). Entre otras cosas condena (sin éxito) las ofrendas que se realizaban a los dioses paganos en los árboles, donde también se ponían velas. En este punto es importante mencionar que con frecuencia se habla de culto a los árboles y esto es inexacto, se trata de realizar el culto en los árboles. Determinados árboles que crecen en sitios concretos son propicios para comunicarse con la divinidad, lo que allí se hace no es adorar al árbol; se adora alguna divinidad allí donde se manifiesta, que es en ese árbol concreto, o en esa fuente o en esa roca; por tanto, si pongo ofrendas en ese árbol las estoy dejando al alcance de la divinidad y si engalano ese árbol estoy adornado el lugar donde el dios se manifiesta. En la antigüedad existían dos tipos de santuarios: el templum, que era una edificación hecha por los humanos para el dios; y el fanum, que era un lugar sin construcción donde se manifiesta la divinidad (árbol, fuente o roca). Lo que nos dice san Martín es que en aquel momento mucha gente iba a un fanum a comunicarse con lo divino; para lo que nos interesa ahora, a un árbol sagrado. La documentación y la toponimia revela la pervivencia de estos árboles sacros hasta bien entrada la edad Moderna, algunos de ellos aún están junto a nuestras iglesias y capillas: al lado del fanum se ha construido un templum.

Fuera de la península ibérica, por los mismos años (575), se prohibió decorar las casas con ramas de coníferas, ya que era una práctica pagana. Años después, en el 1400, encontramos la noticia más antigua de decoración específicamente navideña. En un documento de ese año, procedente del monasterio de Alcobaça (Portugal), se nos explica como adornar para Navidad una rama de laurel con naranjas y velas.

Además de otras menciones anteriores de la zona germana, en el Dictionnaire de la langue française de 1863-72 de Littré; en la entrada Navidad, se incluye este texto: Dícese en algunos países de una rama de pino o de acebo diversamente ornamentada, guarnecida sobre todo con dulces y juguetitos para ser entregados a los niños, quienes se hacen con ellos una fiesta.

En época Medieval, y aún vivo en Galicia, se documenta el leño de Navidad (convertido en pastel en París). El día 24 se apaga la lumbre, se barre y se limpia toda la ceniza del lar; enseguida se hace un fuego nuevo y se alimenta con un tronco lo suficientemente grueso como para arder toda la noche; ese fuego debía permanecer encendido todo el año, hasta el día 24 de diciembre.

Muy probablemente en la antigüedad estas ofrendas a la divinidad se realizaban en un árbol sagrado, de esos de los que habla San Martín de Dumio, obispo metropolitano de Braga. En ese árbol se colgaban las velas y candelas que simbolizaban la vuelta del sol y la esperanza en el renacer fértil del año, los frutos, viandas, regalos y otros adornos. Se colocaban ahí porque esa era una puerta con lo sagrado. Más tarde, en nuestra zona, y con la necesidad ritual de celebrar una procesión cristiana que recordase las realizadas al portal de Belén, el árbol plantado dejó de ser práctico y se sustituyó por una parte de él, la rama que representaba al todo: el árbol de verdor persistente. Con el paso de los siglos, y por las razones que fuesen, la rama se va simplificando en un armazón decorado con raminas; desde luego mucho mejor solución que cortar o arrancar cada año un abeto.

Sirvan estas líneas para quienes creen que el árbol de Navidad es una invención nórdica. Ya vemos que si en tiempos prehistóricos no se hubieran realizado cultos en los árboles (entendidos como santuarios), sin duda no se habría inventado el árbol de Navidad. De igual manera, si no se hubiesen decorado las calles de Roma, las de nuestros antiguos poblados prehistóricos europeos y los ramos y árboles de Navidad con velas durante estas fiestas a lo largo de siglos, hoy no sería un espectáculo y un hábito común la iluminación navideña; y es que las costumbres no desaparecen ni sobreviven sin razón y las necesidades culturales, aun dormidas, son de sueño ligero.

 

Los dos cantos del ramo que van a continuación, además de formar parte de ella, describen las características de la ceremonia:

Canto del Ramo de Navidad de Castropodame (Documentado por Aurelio Suárez Reguero)

En este portal estamos / para entrar en este templo / a visitar a María / y al Divino Nacimiento.
Pido permiso pa’entrar /en este divino templo / Espero con regocijo / estar muy pronto dentro.
Ya permiso nos han dado / pastores dejad el tajo / cojamos agua bendita / podemos ir caminando.
Apártense los señores / por favor, nos dejen paso / para que pueda llegar / el mozo que trae el ramo.
Caminemos presurosos / hasta el altar que se ve / que nos esperan gozosos / Jesús. María y José.
Pastores, traed los corderos / zagales, traed los ramos / miel y manteca traen otros / para poder obsequiaros
Qué pañales más gastados / Divino Niño traéis puestos / aquí tenéis unos de hilo / para el Señor de los Cielos.
Con gran contento le dan / la mula y el buey calor / un fuego grande prendemos / para darte lo mejor.
Mozos y mozas del pueblo / que a verte vienen cantando / te piden que les concedas / paz y bien para otro año.

Canto del Ramo de Navidad de Serranillos (Ávila).

Ya estamos juntas, doncellas, / juntas y determinadas / para ir a cantar el ramo / a la Virgen soberana.
Cuando el señor cura sale / desde su casa a la iglesia / cada pasito que da / deja una rosita puesta.
Apártense los señores / tener camino libre / que venimos las doncellas / con el ramo de la Virgen.
Apártense los señores / dejen el camino franco / que venimos las doncellas / con el ramito en la mano.
Apártense los señores / dejen en blanco el camino / que venimos las doncellas / con el ramo florecido.
Apártense los señores / dejen el camino libre / que venimos las doncellas / con el ramo de la Virgen.
Tres puertas tiene la iglesia / y entremos por la de arriba / y haremos la reverencia / a San José y a María.
Tres puertas tiene la iglesia / y entremos por la del medio / y haremos la reverencia / a la Virgen del Remedio.
Tres puertas tiene la iglesia / y entremos por la de abajo / y haremos la reverencia /a la Virgen del Rosario.
—Abre la puerta, portero, / la puerta de la alegría, / que venimos las doncellas / con el ramo de María.
(…)
—El convite le estimamos / y también le agradecemos, / que entre mozos y casados / buena licencia tendremos.
(…)
Y allá va la despedida, / la que echó Cristo en Belén: / Quien nos ha juntado aquí / nos junte en la gloria, Amén

 

Tomás Rodríguez Fernández

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