José Luis Prada ‘A Tope’

 José Luis Prada

“A Tope”

Ya lo decía Ortega y Gasset: “Lo que más vale del hombre es su capacidad de insatisfacción”. Lo más seguro es que aquel chaval de 14 años, de Cacabelos, al que todos, incluida su madre, llamaban por su apellido, Prada, nunca oyera esta frase del insigne filósofo. Con esa edad se tiene la cabeza en otras cuestiones menos filosóficas. Pero, con filosofía o sin ella, lo que debió pasar por la mente de Prada, a tan temprana edad, fue la retadora cuestión que habría de convertirse en su propia ideología: ¿Por qué conformarme con lo que tengo si puedo lograr cosas aún mejores? Y, al frente del negocio heredado de su padre, puso a prueba su doctrina, poniéndose él mismo ante las astas de la incertidumbre. Excesiva responsabilidad para un chaval de 14 años, pero que supo solventar, llevando aquella zapatería familiar a cotas inimaginables. ¿Para qué conformarme…? Pasaron algunos años, mientras que Prada fue evolucionando, conociéndose, acumulando estilos vitales, madurando, soltando lastres, proporcionándose herramientas para avanzar, siempre caminando frente al resto de los mortales y no tras ellos, ansiando la libertad. Y a José Luis Prada, pasados los veinticinco, se le quedó pequeño su mundo y decidió ampliar el horizonte que tenía ante sus ojos y partió, cual colombino explorador, por los países de Europa, en busca de nuevas experiencias. Y pronto comprendió que no había mayor mundo por descubrir que a sí mismo, ni tierra con más motivos para amarla que la que lo vio nacer. Regresó a Cacabelos, al Bierzo, a su patria, y se empapó de su esencia, de sus tradiciones, de su cultura, de su paisaje y de su paisanaje, y Bierzo y él fueron uno, indivisible, existencial y puro. Tuvo el arrojo suficiente para ponerse, en el pasado, al frente del futuro y tomó las riendas de su verdad y no permitió que nada ni nadie pusiera el bocado en su boca para dejarse guiar. Supo que a menor dependencia mayor independencia, mayor libertad, porque “Nunca es poco lo que es bastante; nunca es bastante lo que es mucho” (Séneca). Aprendió, entendió, conoció y con ello logró dominar lo que hacía, y fue su espíritu inconformista el que le llevó, le lleva y le llevará a evolucionar, hasta lograr cotas que la inmensa mayoría de los mortales nunca será capaz de alcanzar. Creatividad, ánimo emprendedor y pensamiento positivo definen, a la perfección, la personalidad de Prada. Una personalidad que, unida a la naturaleza berciana, a las costumbres ancestrales de sus gentes y al fruto de la tierra y el esfuerzo, fraguó el sello identitario de un hombre que concibe la vida “A Tope”.

 

 

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