La sección Carboncillo y Pluma, nos ofrece en esta ocasión el retrato artístico y literario del reconocido pintor bembibrense Amable Arias. Amable fue nombrado en marzo de 2014 Hijo Predilecto de Bembibre a título póstumo, en reconocimiento a su trayectoria artística y al vínculo directo que siempre tuvo con su ciudad natal.
La dureza de su existencia y el espíritu de superación que siempre le acompañó, se plasma en la fuerza del retrato realizado por Luis Miguel Rodríguez Blanco en carboncillo natural; y en el poema en prosa con que lo describe Nicanor García Ordiz.
Amable nació en 1927 en el seno de una familia humilde y sin ninguna vinculación con disciplina artística alguna. Su vertiente ideológica y humana parte de los cambios políticos y estructurales que desembocarían, a la postre, en la Guerra Civil. Su bondad se vio reflejada en la prensa local, el 5 de septiembre de 1936 que relató cómo “el niño de 9 años, Amable Arias de la Huerta, entregó todo el dinero de sus ahorros en cantidad de 25 pesetas, para ayuda de los soldados del frente”.
A pesar de ello, la adversidad marcó los siguientes años de su vida, con un accidente que lo hizo dependiente de muletas para poder caminar ya desde niño, el desentendimiento de su padre, y el traslado a San Sebastión en 1942. Los malos tratos que infligía su progenitor a la madre terminó en abandono del padre tras una sentencia judicial que le obligó a abandonar el lugar. No recibió enseñanza, pero pronto empezó a destacar en la disciplina pictórica.
Plasmó en su obra su devoción por Bembibre y El Bierzo, y en concreto tras un regreso a su localidad natal en 1952. Fueron los paisajes protagonistas de sus primeros trabajos que, de una forma u otra, los plasmó durante el resto de su vida en su obra.
Amable Arias murió el 29 de marzo de 1984 en San Sebastián, hace ya más de 30 años.
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