Los locales de las antiguas escuelas de Boeza reunieron a 111 comensales, todos los que permitió el aforo, que se quedó pequeño en vista del número de solicitudes que no se pudieron aceptar por falta de espacio, para rendir un pequeño homenaje gastronómico al cordero.
Después de unos entremeses variados acompañados con ensalada, llegó el rey de la noche. Generosas raciones de cordero asado al horno, que colmaron las expectativas de los más exigentes, dieron paso a los postres y a la tradicional queimada, continuando la fiesta hasta altas horas de la madrugada.
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