Tras los visillos aborda las postreras horas de vida de una anciana compleja, con un pasado, digamos escabroso, y que en nada se ajusta a su condición de mujer originaria de familia con abolengo; y mucho menos a sus profundas creencias religiosas. Se podría decir que Mencía es una señora que ha tenido una doble vida, si bien, ésta nunca llegaría a trascender para el común de los vecinos; a excepción, claro está, del cura confesor y de su cuñada.
La acción se precipita a raíz del fallecimiento de Guillermo Oliverio, un argentino que siendo joven, recién concluida la Guerra Civil, había estado predestinado a convertir a Mencía en su esposa. No llegarían a matrimoniar porque el hombre jamás fue un dechado de fidelidad, y tampoco la paciencia era su virtud. La mujer descubre el engaño y rompe el compromiso. Desde entonces y a pesar de las acometidas y buenas intenciones del hombre, empeñado en conquistar a la novia burlada; ésta, la que iba a ser su esposa por el resto de los días, se va sumiendo en una especie de vida virtual en donde el género masculino adquiere un orden preponderante.
A lo largo de estas páginas se va desgranando la vida y milagros de Mencía Adiosgracia: sus manías, su olor corporal, los secretos más inconfesables, o la ineluctable decrepitud de su cuerpo; así como la postrera determinación de acabar con su vida en cuanto finalice el sepelio de quien la iba a convertir en la mujer más feliz del mundo y a cambio la ha impelido a un aislamiento poco menos que conventual.
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