Una ley para los otros españoles

Tomás Vega Moralejo

No sé en qué quedará la ley de protección animal que se paró hace unos días, pero espero que el interludio sea para que salga mejor.

Desde luego, no es admisible eso de que los perros de caza se queden fuera, porque además los cazadores ya se han retratado bien al pedir esa exclusión, porque si no los piensan maltratar ¿Qué problema tienen entonces con que estén incluidos en esa ley? Que no pueden criar por las buenas, dicen también, … en el país de los cientos de miles de perros abandonados año a año…

Esta ley dicen que protege en exceso a los animales, pero a mí me parece que no hay apenas lugar para la polémica: es tan sencillo como –No los maltrates y no te pasará nada-.

En fin… Venía yo a hablar un poco del tema este pero saliendo por la tangente:

Tengo 44 años, que a los efectos no es tanto, y aún me tocó estudiar en el instituto, un siglo después de ser formulada, la ocurrencia de Iván Pavlóv de la ley de los reflejos condicionales.

Según esta ley (fijaos que de hecho tiene la categoría de «ley», la cosa no se queda en «teoría»), si a un perro siempre lo alimenta una persona vestida con bata, el perro asociará esa presencia con la comida y empezará a salivar incluso cuando ésta no traiga comida. El tipo incordió a los perros con muchos más experimentos, para demostrar que se hacían asociaciones estímulo-respuesta también si por ejemplo siempre que llegaba la comida se hacía sonar una campana, terminando el perro en cuestión por asociar el sonido de la campana a la llegada de comida y entonces empezar a salivar con el simple campaneo.

Me cuesta ponerme en la mentalidad de un hombre que ganó el Nobel por cosas así hace más de cien años, pero no por eso me cae mejor.

Hay muchos estudios que se hacen al revés: en los que se sabe a qué respuesta se quiere llegar y después se buscan argumentos para tratar de probarla. Me estoy acordando de aquello de que los perros ven en blanco y negro; nunca me lo creí y de hecho nadie lo sabe (¿Cómo saber algo así si los perros no nos lo pueden contar?), aunque hace no mucho al menos se ha demostrado que como mínimo distinguen algunos colores, pero en su día esa ocurrencia se quiso justificar dando explicaciones sobre la distinta morfología del ojo del perro respecto al humano… y mucha gente lo creyó sin reticencias.

A Pavlov no es que le faltara en cierto modo razón con lo suyo, pues eso que él estudiaba en los perros nos ocurre también a las personas, y de ahí podría y debería haber deducido similitudes de los perros con las personas, pero no: el problema fue el enfoque: él «sabía», como todo el mundo en la época, que los perros «son tontos» y que no pueden salivar por una deducción inteligente obtenida por la experiencia, como hacía él mismo, sino simplemente porque se activaba en ellos un «reflejo condicional».

Experimentos de esos al revés, se hicieron en su momento para «demostrar» la inferioridad de los negros, de las mujeres, … en definitiva de todo aquello que se quiere dominar por la fuerza y que queda como mejor si se hace amparándose en presunta ciencia.

Y solo desde hace unos años se empieza a admitir, tímidamente, dejando a un lado el orgullo, que no somos la única especie inteligente en este planeta.

La inteligencia animal está fuera de toda duda, pero a los animales nos los comemos y hasta se matan por simple divertimento: eso de torturar y matar toros que llaman arte de tauromaquia, o eso de salir a pegar tiros contra animales que llaman deporte de caza… ambas consideraciones como pretexto para colocarles subvenciones. Así que el complejo de superioridad humano debe justificarse considerando a los animales como poco más que meros objetos, incluso tratando de razonar que ni siquiera sufren.

Hay niños a los que sus padres los tratan con tal abuso de autoridad que no llegan a desarrollar su mente de forma normal. Si a un niño se le está constantemente ordenando, cohibiendo, castigando injustamente física y psicológicamente… será una persona como mínimo acomplejada y puede incluso que con facultades mermadas.

Pues algo parecido ocurre con los animales: hay que darles la oportunidad de «conectar». Si a un perro, por ejemplo, se le está constantemente ordenando, pegando, encerrando, … lógicamente el animal no se desarrollará normalmente y a menudo no sabrá ni qué hacer por miedo al castigo; y tampoco nosotros estaremos «conectando» con el animal; claro que hay personas que sencillamente debe de ser que carecen de empatía.

Nosotros mismos hacemos tontos a algunos niños… y a algunos animales, pero en los animales hay inteligencia y hay sentimientos. A poco que se fije uno es que se nota.

Unas especies son más inteligentes que otras, de acuerdo, pero incluso debemos tener presente que hay distintos tipos de inteligencia… algunos que quizás ni conozcamos.

Hay genios de la literatura que son unos ineptos con las matemáticas, por poner un ejemplo; y los animales tienen también una inteligencia adaptada a sus necesidades aunque en ocasiones limitada por su físico. Los perros, por ejemplo, muchas veces hacen auténticos esfuerzos vocales, produciendo extraños sonidos, como intentando decir algo; si sus cuerdas vocales lo permitieran, no cabe duda de que al menos articularían algunas palabras que les sirvieran para pedirnos algo.

A los animales se los debe respetar incluso aunque se los considerase tontos, y desde luego son más respetables que las personas dañinas por inteligentes que sean, pero ya es hora de que se acepte sin reticencias que los animales son realmente inteligentes y tienen sentimientos, porque no solo es un hecho científicamente muy probado ya, sino que no hay más que observar un poco para darse cuenta por uno mismo. Es hora también, por tanto, de que se pongan los recelos no en las leyes que protegen a los animales, sino  en las personas que disfrutan con el sufrimiento de los animales, de las que poco bueno se puede esperar.

-Trata bien a los animales y te podrás olvidar de la ley esta de protección animal, porque en nada te va a afectar-.

 

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